

Lo he hecho del tirón y con pudor. Lo hice cuando leí a Miguel d’Ors —fue el primer poeta cuya obra íntegra, Poesías completas 2019, leyera—, y también me ocurrió años más tarde con Eloy Sánchez Rosillo y Las cosas como fueron, con José Mateos y Los nombres que te he dado o con Pedro Sevilla y su Para cuando volvamos: leer y agotar en unas pocas horas la obra de una vida entera enhebrando palabras, cosiendo versos, tejiendo ese haz de luz que es la poesía. De ahí lo del pudor. Y el último ha sido Ángel Velasco, cuya poesía completa puede encontrarla cualquiera que desee un poco de luz en la editorial Oportet. Su obra —su biblioteca poética y memorando vital— no se recoge en un solo volumen, sino en siete libritos, 7 de 7, con algún título y portada bien sugerentes: Escrito en la emigración, Criba de tiempo y palabras, Geometrías de la no-memoria, Dos Espejos y un Entretanto, Cuadernos incompletos, Enhebrar la luz y Ese azar que es la memoria (prosa).
Comencé a leer la Biblioteca Ángel Velasco por el volumen final, que es justo el único en prosa. Así que a Ángel lo conocí literariamente antes por su prosa que por su poesía. Más tarde, sí, leí cada uno de sus poemarios en orden cronológico. Y lo hice, ya lo he dicho, del tirón y con pudor. Sé que uno no puede conocer a las personas solo por lo que escriben y en el caso de Ángel Velasco aún menos, pues su ya octogenaria vida no cabe en siete libros ni en setenta veces siete. Sin embargo, quizás el fin poético de su vida quepa en unos versos que aparecen en Cuadernos incompletos:
... leed poemas a los amigos,
dejad que los amigos os lean poemas,
y aunque morirse sea imprescindible
procurad evitarlo
en vida…
Leer poesía no es algo habitual; es de minorías. La mayoría de personas se dan a la prosa, a la narrativa, aunque intuyo que cada vez menos, por muchos libros que digan los expertos que se venden. Vender no es leer. Hoy imperan la imagen y el sonido, los vídeos sugerentes y, en bastantes casos, con cierta connotación sexual. Y a propósito de sexo, no está mal esta reflexión de Ángel Velasco:
Convendría que de sexo
solo hablásemos
cuando estemos enamorados;
cuando la fiebre nos desaloja
de nosotros mismos,
cuando enfermamos de impotencia
por no poder amar.
Todo lo demás
no es sino lo funcional.
Lo otro, lo que tiene espíritu,
fiebre,
ilusión,
y sueños,
eso queda inquilino
en alguna sinapsis
del cerebro
de los residentes más lúcidos
de alguna residencia psiquiátrica.
Sé que Ángel Velasco no es solo sus versos, porque la vida da para mucho más aunque siempre sea corta. Pero sé también que en sus poemas ha procurado buscar la luz, esa luz que ha ido enhebrando palabra por palabra, verso a verso, para ir zurciendo los recuerdos de su vida gracias a un encuentro fortuito en Alemania —cuando era emigrante y joven— con la poesía de su admirado Blas de Otero.
Fue —y es— aquel niño nacido en los años de posguerra que lo miraba todo escondido detrás de sus ojos, con una sospechosa melancolía infantil, que observaba a su madre, de cuando en cuando, mientras cosía: la madre, con la mirada dulce y triste parecía tratar de advertirle sobre la vida. Y así creció y se hizo hombre, se hizo padre, se hizo abuelo y se hizo anciano. Y aquella madre siguió cosiendo rotos sobre los retales que la vida le puso por delante…
Ella ya no está con el niño, aunque si en los recuerdos de este anciano que todos los días acude a sí mismo, en busca del yo interior que lo salve de la melancolía y de la consciencia de saber que todos los que le arroparon la infancia —y unos cuantos de su vida adulta— están ya en el camposanto y se dice así mismo —como tantas otras veces en el pasado— «no volveré a escribir». Sin embargo, ahí lo tenéis, enhebrando recuerdos de toda una vida, anudando esos hilos rotos de luz.
Michael Thallium
Esos hilos rotos de luz
Cómo citar este artículo: THALLIUM, MICHAEL. (2025). Esos hilos rotos de luz. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 3, (CV125). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2025/08/esos-hilos-rotos-de-luz.html




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