Como
borregos
Lo avisó uno con una cita en la columna del pasado 14 de abril, hace algo más de tres meses. A veces las citas no bastan, porque cada cual las interpreta como buenamente puede en función de sus querencias y creencias. Aquella cita era de José Castillejo: «Los políticos están dotados de una naturaleza similar al corcho y su escasa densidad les mantiene siempre a flote». Como el corcho, tituló uno aquella columna.
En
España acabamos de comprobar la naturaleza suberosa de uno de los candidatos a
la presidencia del gobierno, precisamente la de quien quería revalidarla —la
presidencia, se entiende, porque su asombrosa naturaleza de corcho parece
consustancial a su persona: huelga revalidarla—. Muchos lo daban por
finiquitado —puro anhelo—, pero el resultado de las recientes elecciones
generales ha demostrado que el corcho flota hasta en las aguas más revueltas,
sobre todo cuando tiene quien se las baile. Incluso aún perdiéndolas —las
elecciones— se atreve el candidato a contonearse frente al azogue como apuesto
ganador bajo el clamor de los adeptos. ¡Puro arte!
Eso
al resto del planeta le importa más bien poco o nada, pero a la mayoría de
españoles les atañe. En España parece haber dos bandos mayoritarios que los
políticos se encargan de azuzar en tiempos electorales para conseguir votos. Y
los españoles entramos al trapo como el toro… ¡que para eso estamos en España!
La explicación es fácil y sencilla: el miedo y las consignas ideológicas guerracivilistas.
O eres progre o facha, progresista o reaccionario, de derechas o de izquierdas.
Por cierto, quien quiera saber qué es un reaccionario puede leer El
reaccionario auténtico de Nicolás Gómez Dávila. Aparece en una edición
de Textos publicada por Atalanta en 2010.
Uno,
que pertenece a ese ínfimo y despreciado porcentaje de personas que votan en
blanco, se revuelve y se niega a estar en ninguno de esos dos bandos —los
«hunos y los hotros» de Unamuno— y sus adminículos políticos. ¡Esa sí que somos
una minoría! El cero coma ochentaiuno por ciento según las estadísticas, o sea,
ciento noventainueve mil doscientas cuarentaicinco almas en pena según las
estadísticas… ¡A quién le importa! Pero es precisamente esa posición la que le
permite a uno criticar a diestro y siniestro... y observar todo eso
que damos por sentado.
España
es una monarquía
parlamentaria y, nos guste o no, esa forma política es la que nos ha
dado casi cincuenta años de paz y libertad, cuarentaicinco para ser exactos.
Dicen que si uno no quiere entrar en broncas con el prójimo mejor no hablar ni
de política ni de religión ni de fútbol. A uno el fútbol le interesa nada, la
religión algo y la política lo justo. Las tres disciplinas tienen algo en
común: son rediles para el rebaño, cada uno con su pastor. La política del
político es el redil para tanto borrego que vota con fe ciega e irracional. Uno
lo dice sin ánimo de ofender. Borregos somos todos en algún momento, alguna
vez. ¿A quién no se le ha escapado un balido y lo ha defendido como auténtico
dogma de fe? Basta con aguzar un poco el oído y la vista cada vez que hay
elecciones para ver cómo reaccionamos ante tanta expectativa que se desvanece
con el resultado, como el colacao en la leche: en silencio y poco a poco.
El votante está dotado de una
naturaleza similar a la del borrego: el político esquila la lana y el borrego
sigue paciendo contento de que le avisen cuando viene el lobo para mantenerse
siempre en el redil. Y aunque el lobo no venga, no importa: si el vecino bala,
balamos todos... como borregos.
Michael Thallium
Como borregos
Cómo
citar este artículo: THALLIUM, MICHAEL.
(2023). Como borregos. Numinis Revista
de Filosofía, Época I, Año 2, (CV21). ISSN ed.
electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2023/07/como-borregos.html
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