La otra cara del monstruo
¡Feliz Halloween! Es curioso como esta interjección actualmente sí cobra sentido para nosotros, mientras que retrocediendo un par de generaciones atrás, quizá tendríamos que haber explicado todo el fenómeno que constituye esta festividad. Exactamente ¿Qué celebra este préstamo anglosajón? Al parecer, el origen de este día tan intrigante se remonta hasta el mundo cultural celta y tiene a su principal antecesor en el festival de Samhain, el cual también caía en la fecha que ocupa a día de hoy, pero solía alargarse durante unas tres jornadas.
En
aquel entonces, la fecha simbolizaba el pistoletazo de salida para el invierno,
una estación entendida como muerta para una cultura que ensalzaba unas
creencias dirigidas hacia la Naturaleza. El Samhain tenía
muchas concepciones intrínsecamente relacionadas de lo más interesantes, que
abarcaban una aproximación muy particular a lo no temporal, también porque se
producía una indiscriminación entre lo pasado, lo presente y lo futuro, motivo
por el cual se veía como propicio cualquier ejercicio de magia y adivinación.
Durante el tiempo que duraba la festividad, el velo que separaba a los vivos y
a los muertos se rasgaba, permitiendo el tránsito entre ambos parajes. También
se elogiaba la oscuridad, extinguiendo los fuegos particulares y
encendiendo unos centrales que vigilaba la casta sacerdotal, en la que ardían
sacrificios y ofrendas, y los cuales funcionaban como mecanismo de
protección ante posibles espíritus malignos que pudieran amenazar al
poblado.
La
fiesta fue asimilada posteriormente dentro de la cultura romana,
transformándose en el festival de Pomona. Se podría afirmar que con
connotaciones menos oscuras en cuanto a los ritos mágicos y tradiciones que
trataron de persistir. La verdadera transformación del Samhain ocurrió a causa
de la influencia del Cristianismo, que trató de amparar bajo su ala el conjunto
de creencias paganas implantando en el 1 de noviembre una fiesta de los
Mártires Cristianos. El nombre actual de Halloween precisamente proviene de la
alusión “All Hallows Eve” que haría referencia precisamente a la víspera de
aquella festividad. La fiesta, hoy claramente atribuida a Estados Unidos, pero
también relacionada con prácticamente todo el mundo anglosajón, precisamente
llegó a las colonias de la mano de Gran Bretaña. No sería hasta el siglo XIX
que la celebración comenzaría a dirigirse a un público más joven, y gracias a
la colonización cultural que Estados Unidos realiza desde sus plataformas
mediáticas y de amplio alcance —Hollywood como una de las manifestaciones más
importantes de este imperialismo capitalista— en el siglo XX y XXI, esta
festividad se reconoce y practica en bastantes lugares, España incluida.
Opositores
a esta festividad se pueden encontrar en todos lados. Desde la iglesia católica
vienen muchas de las quejas, puesto que se concibe popularmente entre los menos
tolerantes como una festividad maligna en la que literalmente se ejecuta una
adoración a entidades demoniacas. Sin embargo, desde la crítica fácil se pierde
una perspectiva muy valiosa acerca de estas fiestas. Como expresión cultural,
esta festividad representa una actividad humana de reunir lo Otro, lo
desconocido, la Muerte, la oscuridad, todo aquello de lo que no podemos sentir
más que terror, angustia y desesperación, en un solo día. El 31 de octubre es
el día en el que convertimos lo terrorífico en siniestro, incluso atravesando
todavía más el claro, el ver monstruos, espíritus malignos y el sentir miedo en
estas fechas, se convierte en algo familiar.
Halloween
tiene una utilidad práctica y social. Nos enseña que podemos ser los dueños de
nuestros propios temores. Juega con la experiencia estética de enfrentarnos al
abismo, desde que somos pequeños. Primero, de la mano de adultos y reforzadores
positivos en forma de golosinas, amigos y disfraces —que también pueden
constituir una primera aproximación a nuestra verdadera expresión identitaria
textil—. Más tarde, gracias al apoyo de pandillas, el subidón que pega la
validación social y los sustos en pareja o en grupo; la experiencia del terror
se encierra en una pantalla de la que podemos escapar, o se nos presenta en la
oportunidad de habitar la piel del monstruo, “encarnando el horror siempre a
una cremallera de distancia”.
El
miedo también es una emoción que forma parte de nosotros. Lo desconocido
siempre caminará en paralelo a nosotros. Quizá convenga dedicar un día a
celebrar una parte más de nosotros mismos, un momento más de esa fuerza de la
que participamos todos y que algunos llaman vida, pero que, desde otra mirada,
también tiene otro rostro… de muerte.
María Sancho de Pedro
La otra cara del monstruo
Bibliografía:
BARRERA CAÑELLAS, M. (2003). Halloween: Su proyección en la sociedad
estadounidense, Universidad Complutense de Madrid, bajo la dirección de:
Carlos María Cervantes García, pp. 28-42.
Agradecimientos
a Alan Gallardo Cuevas, por sus conversaciones y por sus ideas.
Cómo citar
este artículo: SANCHO DE PEDRO, MARÍA. (2022). La otra cara del monstruo, Numinis Revista de Filosofía,
Año 1, 2022, (CL10). http://www.numinisrevista.com/2022/10/la-otra-cara-del-monstruo.html
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María Sancho escribes muy bien ( y yo de eso entiendo un poco)
ResponderEliminarLa documentación es bastante buena a pesar de no ser de mi agrado esta parte de la escritura.
No dejes de escribir y pronto nos encontraremos una autora a quien admirar.