

Greguerías
1.
Ramón
Gómez de la Serna y sus greguerías
Capturar
el instante y darle forma a través del lenguaje en oposición a la lógica
implacable y en favor de un humor ágil. Las greguerías son muchas veces
olvidadas, ignorantes de que en España se creó un género literario de espíritu
vanguardista que rompe con los esquemas habituales de la literatura y se acerca
al público popular a través de los conceptos de «fragmento» y «humor». Su
creador, Ramón Gómez de la Serna, autor de la generación de 1914, las define
como: humorismo + metáfora = Greguería.
Mucho tiene que ver la greguería con las aspiraciones estéticas de Ramón Gómez de la Serna, intelectual español que destaca por una forma novedosa de relacionarse con público y de vivir la vida con el arte. Ramon Gómez de la Serna —Ramón, a secas, prefería él— fue escritor, cronista, ensayista, monologuista, precursor de artista performer y creador de las greguerías. Miembro de la generación de 1914 junto con otros intelectuales destacados como José Ortega y Gasset, María de Maeztu o Juan Gris. Nacido en Madrid y residente en Buenos Aires hasta el final de sus días, Ramón basó gran parte de su creación en lo social, lo cotidiano y lo anecdótico. Comenzó a escribir muy joven —seguramente motivado por su tía, Carolina Coronado, «la última romántica», dice Ramón, quien mantuvo una extensa actividad en la prensa con sentido literario, aunque también escribió teatro y poesía— con tan solo catorce años crea su propia revista, que edita manualmente y advierte un talento prometedor en el joven.
Su carrera se origina en el
periodismo con la creación de la Revista Prometeo. Sin embargo, siempre
mantiene de manera paralela una actividad literaria centrada en la novela. Su periodismo
es audaz y crítico, también profundamente artístico. Todo lo que escribía tenía
que llegar a un mismo lugar: a todo el público, quería hacerse entender
sorteando las diferencias sociales y llegando a todos sus contemporáneos.
Posteriormente, destaca la actividad tertuliana en el Café Pombo, situado en el
número 4 de la calle Carretas; allí, los sábados por la noche, tras una espesa
capa de humo y olor a alcohol, discutían y conversaban intelectuales —y
aquellos con aspiraciones a serlo— acerca de temas diversos. Se crea un
ambiente de conversación liderado por Ramón que evidencia toda la actividad
teórica y artística que estaba comenzando en España y que nos será arrebatada
por la Guerra Civil, obligándonos a recuperarla por trozos esparcidos en
América Latina, Estados Unidos y distintos países de Europa.
Posteriormente, participa en
Revista de Occidente, donde difunde su pensamiento vanguardista. En esta etapa
comienzan también sus «Conferencias maleta», intervenciones de carácter humorístico
en las que Ramón sacaba objetos inesperados y encadenaba una greguería detrás
de otra. Espectáculos performativos, ingeniosos y simbólicos en los que el
madrileño jugaba dando la espalda al discurso academicista y erudito,
ensalzando una aperturidad marcada por la búsqueda del asombro. Antecedente de
las artes escénicas modernas y de la relación entre el artista, la obra y el
público que marcará las tendencias venideras.
Una vez exiliado tras el comienzo
de la guerra, siguió alimentando su hambre de innovación. Continuó escribiendo biografías
de personajes reconocidos como Valle Inclán o El Greco, en ellas se acentuaba
una narración casi personal, profunda en las anécdotas y cariñosa en el trato
de los personajes. Un estilo enmarcado en lo costumbrista, interesado en lo más
real e identificativo de cada vida. En el exilio, su figura fue silenciada en
España y de alguna manera parece que nuestro presente perpetúa ese olvido.
Incluso olvidado, Ramón no abandonó sus greguerías, llenas de humor y vitalidad.
Fue muy querido por compañeros como Mihura, con quien compartía mucha
afinidad estético-literaria, a pesar de que Ramón no encontró su lugar en el
género dramático, el humor surrealista y el absurdo es una unión evidente; u
Ortega, con quien no tenía demasiada afinidad en el pensamiento, pero ambos reconocían
el trabajo del otro y son dos figuras centrales en la edificación del
pensamiento español pre-bélico que nos deja el amargo sabor de lo que podría
haber sido.
Las greguerías son, en definitiva,
la propia figura de Ramón en forma artística: una figura de compleja
definición, una metáfora aparentemente lejana pero inevitablemente cercana, un
instante de humor a partir del profundo pensamiento, un momento que quisiera
ser eterno pero muere y tan si quiera es recuerdo. «Como el atrevimiento a
definir lo que no puede definirse, capturar lo más pasajero (…) pero también considerarla
como la más poética broma de la vida, un ir más allá del aforismo o del haikú
en el disloque transgresor de lo real y de la vida» (Castro, A. 2022: 11). Claramente
no podemos situar la greguería como una tipología de poesía, sin embargo, tiene
una profunda influencia en los poetas posteriores —sobre todo evidente en la
generación del 27—. Las greguerías son también un intento de escapar las
convicciones y tergiversar la realidad impuesta en busca de un momento humano.
La greguería tiene esta curiosa afición por aterrizar en el humor, pero no por
ello su contenido es banal; lejos de ser un chiste fácil y esporádico son como collages
de realidad e imaginación que buscan la atención, el asombro. Muy relacionado
con el movimiento Dadá, ese descaro que se opone a la lógica y a las reglas,
que ve el mundo a través del monóculo artístico. No podríamos negar su agudeza,
que las sitúa en un bosque complejo de dobles sentidos e ironía, pero su
espíritu es democrático. Capturan la atención con el humor, utilizan objetos
reconocibles en sus metáforas y comparten la capacidad de reflexión que se
manifiesta en un breve comentario ingenioso. En suma, las greguerías son
anécdotas sobre lo cotidiano, pensamientos que podrían simplemente morir en el instante,
pero quieren perdurar en el recuerdo del atento como evidencia de la lucidez del
autor y de las inagotables curiosidades de la vida.
«Sufrimiento
de los ojos revisados, miradas a los plafones, espera en la oscuridad y el
silencio, reunión en la mente del tiempo de no haber nacido con el de no haber
muerto. Todo eso necesito padecer para encontrar greguerías» (Gómez de la
Serna, R. 1936).
2.
GREGUERIAS
Por
María Bonilla
- El amor es puro si se limpia antes
- La suma es el hermano de la resta. Siempre quiere lo del otro
- La espada del caballero es la guardaespaldas del escudero
- El sombrero es el cobijo de los calvos
- Cuando veo florecer un cerezo no sé si me impresiona más su belleza o mi alergia
Por
Águeda Rodríguez
- Los labios se pintan para decir cosas bonitas.
- No son medias naranjas, son cerezas compañeras.
- Las vocales se ríen de las consonantes
BIBLIOGRAFÍA
DURAN,
M. (s.f.). «Notas sobre García Lorca, la vanguardia, Ramón Gómez de la Serna y
las greguerías.» Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. https://www.cervantesvirtual.com/obra/notas-sobre-garcia-lorca-la-vanguardia-ramon-gomez-de-la-serna-y-las-gregerias/
GOMEZ
DE LA SERNA, RAMON. y CEEREZO, JOSE MARIA. (2022) «Greguerías ttipográficas».
Ézaro.
GOMEZ
DE LA SERNA, RAMON. (s.f.). «Mi tía Carolina Coronado. La última romántica.» Biblioteca
Virtual Miguel de Cervantes. https://www.cervantesvirtual.com/obra/mi-tia-carolina-coronado-la-ultima-romantica-1157647/
GONZALEZ,
ANGELICA. (2023, 20 de mayo). «Cuando Ramón trajo a Burgos su
conferencia-maleta.» Diario de Burgos. https://www.diariodeburgos.es/noticia/z7cd6572b-c6ce-f5c2-135526a5bcc6c679/202305/cuando-ramon-trajo-a-burgos-su-conferencia-maleta
PULECIO,
G. (2012, 27 de abril). «Ramón Gómez de la Serna: Greguerías». Estafeta de
letras. https://estafeta-gabrielpulecio.blogspot.com/2012/04/ramon-gomez-de-la-serna-greguerias.html
María Bonilla, Águeda Rodríguez
Greguerías
Cómo citar este artículo: BONIILLA, MARÍA Y RODRÍGUEZ, ÁGUEDA. (2025). Greguerías. Numinis Revista
de Filosofía, Época I, Año 3, (PDI). ISSN ed. electrónica: 2952-4105.




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