

Ayer murió José Carlos Pastor
Morir nos morimos todos, y todos los días mueren muchísimas personas, pero ayer murió José Carlos Pastor. La noticia me llegó por Ignacio Sanz, el autor de Últimos robinsones y de otros muchos libros. El mensaje me pilló en Francia: «He visto que ha fallecido el oftalmólogo de Valladolid al que hiciste una entrevista preciosa. Me impresionó su humanidad». Luego vi que también la doctora Mónica Lalanda me había escrito otro mensaje temprano por la mañana: «Hola, Michael. Ha fallecido José Carlos Pastor. Qué pena. Un abrazo». Fue una muerte anunciada desde hacía muchos meses. Tenía cáncer y mantuvo el entusiasmo y el buen humor hasta última hora. El último mensaje que intercambié con él fue el 15 de enero: «Si en algún momento te encuentras con ánimo para que te haga una visita, dímelo con total confianza, e igualmente si no te apetece». Su respuesta fue escueta: «No se me olvida y me apetece, pero calma». Intuí que ya no volvería a verlo. Luego llegó su silencio en redes sociales en las que había estado muy activo en los últimos años. Su último mensaje público fue un comentario a una foto:
A José Carlos Pastor lo conocí en persona a finales de agosto de 2024. Mantuvimos una conversación —la «entrevista preciosa» a la que se refería Ignacio Sanz— en su casa y pude conocer a una de sus hijas y a Marga, la doctora Margarita Calonge, su mujer. Aquella fue la primera y última vez que lo vi. Quedó pendiente una paella dominical que nunca llegó. Yo no fui su amigo. Nos unió aquella conversación que anoche volví a escuchar. Y sí, fue una conversación «preciosa» con alguien muy consciente de su destino y del final de su vida. Hay personas que dan, con su ejemplo, lecciones de vida. El doctor Pastor ha sido una de ellas.
No sentí tristeza al enterarme de su muerte, solo ese vacío extraño que se te queda cuando sabes que jamás volverás a ver a alguien. Me acordé de Marga y de la hija que conocí. También me vino inevitablemente a la cabeza José Antonio Abella por razones que ya he contado en otras ocasiones. José Carlos Pastor y José Antonio Abella, amén de ser médicos ambos, compartieron el modo de afrontar la muerte: de cara y con una coherencia íntegra. Dos auténticas lecciones de vida.
No voy a hablar del extensísimo currículo académico del doctor Pastor. Cualquiera, a poco que indague, puede conocerlo. Tan solo mencionaré que fue el fundador del Ioba, el Instituto de Oftalmobiología Aplicada de la Universidad de Valladolid, todo un referente en la investigación científica.
De José Carlos Pastor me quedo con esa humanidad de la que hablaba Ignacio Sanz en su mensaje. Esa humanidad que tuve el privilegio de sentir cuando conversamos a calzón quitado aquel primer y último día que nos vimos. José Carlos Pastor fue muy generoso. Cuando le pregunté cómo pudo lograr tantas cosas profesional y académicamente y además formar una gran familia y tener hijos y nietos, se sinceró: «Bueno, esto es escarbar en mi cosa más íntima, pero nuestra empatía es obvia desde el primer minuto y, por lo tanto, no tengo ningún problema en hablar de ello. Yo tengo, porque además nos llevamos muy bien, una primera esposa que se llama Alicia, con la que tengo un enorme cariño, y cualquier cosa que hay que hacer con nuestros hijos, pues se hace y no ha habido nunca ningún problema. De ese matrimonio tengo dos hijos, que se llaman Juan Carlos y Salvador —que también son médicos—. En un momento determinado, me di cuenta de que Alicia no era la persona con la que yo quería compartir un proyecto que era enormemente obsesivo, enormemente absorbente, en el que usaba todo lo que podía hacer en ese proyecto. En aquel momento, yo estaba en el hospital y pasó como residente mía la doctora Calonge, Marga. Fueron cuatro años de residencia. No sé por qué me cabreé con ella, pero estuve casi tres años sin hablarle. O sea que esto no fue amor a primera vista ni mucho menos. Un día yo estaba preparando la maratón de Barcelona. Entonces iba hacia las instalaciones que tiene la universidad en Fuente la Mora, donde en verano hace un calor de la leche. Y entonces, de pronto, entro a beber agua y la veo allí que está haciendo balonmano. Μarga fue de la división de honor de balonmano. Y entonces se quedó primero aterrorizada, luego me dio agua. Entonces yo creo que, independientemente de que fuera muy guapa, aquello, de alguna manera, me tocó el corazón, porque ya teníamos otra cosa en común que era el deporte. Marga luego se marchó a los Estados Unidos. Estuvo casi tres años en Harvard. Tiene una formación extraordinaria y es una referencia internacional, sin ningún género de dudas, en el campo que ella tiene. Sin duda, pero a años luz de mí. Marga es muy inteligente. Ha puesto parte de su inteligencia al servicio de los pacientes, pacientes complicados que nadie quiere. Tenemos dos hijas. A Ana la has conocido, la otra se llama Sara. Marga ha tenido la enorme inteligencia de hacer dos cosas. Una, comprender que para mí mis hijos mayores eran parte esencial y absolutamente fundamental de mi vida, cualquier cosa que no hubiera sido una paz y un equilibrio total me hubiera hecho polvo, y mis dos hijos se sienten aquí como en casa, más que su casa. Y Alicia igual. Que quede claro que mis logros han sido gracias a la generosidad de esas dos mujeres. Y luego la otra cosa es que Marga es una máquina trabajando. El mejor grupo de investigación que tenemos en el Ioba es el de Marga, a años luz. Así que el poder compaginar mi vida profesional, mi vida familiar todo eso ha sido gracias a la generosidad tanto de Alicia como, fundamentalmente, de Marga que es la persona que me cuida, con la que compartimos, hemos aprendido a compartir de verdad. Cuando ella tiene un problema y quiere, me lo cuenta; cuando yo tengo un problema y quiero, se lo cuento. Buscamos una solución común.»
Marga, Ana, Sara, Alicia, Juan Carlos y Salvador son los protagonistas de esa intimidad, quienes han conocido mejor a José Carlos Pastor. Para ellos va mi pésame, porque cuando se pierde a un padre, a un esposo, a un amigo, la tristeza es inevitable. A mí, sin embargo, me embarga la satisfacción de saber que lo conocí y que pude hablar con él en vida. Su voz y mi voz se tocaron.
Michael Thallium
Ayer murió José Carlos Pastor
Cómo citar este artículo: THALLIUM, MICHAEL. (2025). Ayer murió José Carlos Pastor. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 3, (CV98). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2025/01/ayer-murio-jose-carlos-pastor.html




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