Esta columna pertenece a una serie llamada Ciencia y crisis ecosocial. Véanse aquí la primera, segunda, tercera y cuarta columna de la serie, previas a esta quinta.
Los hechos, los intereses y los cuidados
Esta
columna supone una vuelta de tuerca, espero no demasiado repetitiva, de los
temas que ya traté en la tercera y la cuarta, pero introduciendo una serie de
conceptos novedosos que serán de gran ayuda en las columnas posteriores, sobre
todo en la próxima. Los conceptos en cuestión serán las matters of concern
de Bruno Latour y las matters of care de María Puig de la Bella casa. A
falta de otra traducción, las denominaré de aquí en adelante «cuestiones de interés»
y «cuestiones de cuidado» (si a alguien se le ocurre una mejor, que me lo haga
saber, si us plau).
Estas dos cuestiones se definen en
confrontación con las cuestiones de hecho (matters of fact). Las
cuestiones de hecho han sido, en principio, el gran aliado de las ciencias,
aquello que les permitía refutar todo tipo de opiniones, creencias falaces y
supersticiones. Da igual la subjetividad de cada quien; una persona armada con
hechos puede silenciar cualquier opinión. Así, el progreso de la ciencia y del
conocimiento (y por lo tanto de la sociedad) se ha basado en parte en la
producción de nuevos hechos, cualidades incontrovertibles del mundo que nos
indican el camino correcto. No cuestionaré aquí ese ideal de progreso ni si
realmente se ha cumplido. Ahora bien, lo que parece claro de este protagonismo
de las cuestiones de hecho es que da lugar a una versión muy fragmentada de la
realidad. Las cuestiones de hecho tienen una tendencia aislacionista, a mirar
solo por sí mismas y hacia sí mismas. Si yo he dado con un hecho en mi
investigación, los demás hechos no me importan o me importan solo en la medida
en que me ayuden a reforzar mi hecho. Y ni hablemos ya de los afectos u
otras cuestiones que escapan al reino de los hechos crudos, como los
compromisos sociales. En palabras del comentarista ultraconservador Ben
Shapiro: Facts don’t care about your feelings (« a los hechos les dan
igual tus sentimientos»).
Veamos un ejemplo concreto. Desde
hace décadas, los organismos genéticamente modificados (OGM) o transgénicos han
suscitado un intenso debate en el que los sectores ecologistas críticos con
ellos han sido tachados muchas veces de anticientíficos. Los pro-transgénicos
argumentan que los procedimientos y técnicas son seguros, eficientes y
prometedores. No obstante, al ecologismo crítico con los OMG lo que le importa
no son los procedimientos y las técnicas (por lo general, aunque magufos hay en
todas partes), sino las repercusiones ecosociales de esta tecnología: la
alianza entre transgénicos y agroindustria, la proliferación del monocultivo y
la agricultura intensiva, la pérdida de conocimientos agrícolas tradicionales,
el neocolonialismo… Este debate solo se
puede plantear en términos de luz de la razón vs. oscurantistas cuando nos
conformamos con las cuestiones de hecho separadas del resto de aspectos de la
vida. Contra esta actitud se rebeló Bruno Latour (2004):
La
realidad no se define por cuestiones de hecho. Las cuestiones de hecho no son
todo lo que se da en la experiencia. Las cuestiones de hecho son sólo muy
parciales y, yo diría, muy polémicas, representaciones muy políticas de las
cuestiones de interés y sólo un subconjunto de lo que también podría llamarse estados
de cosas (232).
¿Cómo
definir, pues, las cuestiones de interés? Como un conjunto más amplio que
engloba las cuestiones de hecho, pero va más allá. Tiene en cuenta también las
condiciones de posibilidad de los hechos, las relaciones entre
ellos, las implicaciones políticas de los mismos, las inquietudes que puedan
generar en la población… Si las cuestiones de hecho aíslan, las cuestiones de interés
se basan en asociaciones. Asociaciones que nos interpelan e involucran. Al
decir de Latour (ib.): «Una cosa es, en un sentido [el de las cuestiones
de hecho], un objeto allá afuera y, en otro sentido [el de las
cuestiones de interés], un asunto muy ahí mismo, en todo caso,
una reunión» (233).
En
definitiva, las cosas (aquí incluyo sucesos, artefactos, seres vivos,
materia inorgánica… todo lo que hay) no son aburridas y teóricas, sino
fascinantes y prácticas. Están relacionados con otras cosas, tienen historia y
consecuencias: «también actúan, también hacen cosas, también te hacen hacer cosas»
(242-43). Sencillamente son demasiado complejas como para producirnos
indiferencia.
Una
década más tarde María Puig de la Bellacasa complementaría las cuestiones de
interés latourianas con sus «cuestiones de cuidado» (matters of care). En
sus propias palabras: «[…] la preocupación y el cuidado se relacionan. Pero el
cuidado tiene connotaciones afectivas y éticas más fuertes, ya que el cuidado
reúne un estado afectivo, un hacer vital material y una obligación
ético-política» (Puig de la Bellacasa, 2017: 42).
Las
cuestiones de cuidado resaltan de manera más explícita el componente afectivo
de «los hechos». Una pieza de conocimiento solo puede producirnos indiferencia
si es redundante, obvia o insignificante. Pero en la mayoría de investigaciones
científicas hay afectos en juego y esconderlos no hace sino empobrecer la
profesión. Al mismo tiempo, las cuestiones de cuidado son desacomplejadamente
políticas: «En lugar de indicar un método para “desvelar” lo que son las
cuestiones de hecho, sugiere[n] que nos comprometamos con ellas para que
generen relaciones más cuidadosas» (66).
Enunciados
como «la nieve es blanca» o «hay 1.567.468 granos en esta caja rellena de arena
de playa» nos resbalan porque o no nos aportan anda o nos aportan un
conocimiento innecesario a todas luces. Y políticamente son intrascendentes. Pero
enunciados como «un 25% de todas las especies podrían extinguirse en este siglo»
o «la subida del nivel del mar podría hundir países enteros» deberían
removernos aunque fuera un poco. Y además nos dicen mucho (y no muy bueno)
sobre nuestro mundo y nuestra sociedad, instándonos a hacer las cosas de otra
manera. No es poca la política que hay en todo esto.
La
tradición epistemológica ha querido vendernos la idea de que la actividad
científica se parece a constatar el color de la nieve o a contar granos de
arena en una caja. Sin embargo, las ciencias están mucho más cerca de las
cuestiones de cuidado, en toda su complejidad, emotividad y consecuencias. Y
cuando lo que las ciencias estudian es la crisis ecosocial la cuestión se
vuelve de mucho, mucho cuidado.
Esta
columna ha sido una lectura sui géneris y selectiva de los conceptos de
Latour y Puig de la Bellacasa. Para captar todos los matices de sus propuestas
no bastará con lo que aquí he expuesto, que más bien son variaciones sobre las
ideas de estas dos autoras a quienes tanto respeto. Ahora bien, sea mayor o
menor la fidelidad, he tratado de expresar una idea clave en Latour y Puig de
la Bellacasa y que también será clave en lo que resta de esta serie: lo que
está en juego en el conocimiento en general (y de la crisis ecosocial en
particular) no es la elucidación de hechos puntuales, sino el despliegue de las
preocupaciones ligadas a esos hechos y las múltiples correlaciones entre
preocupaciones y hechos.
En
palabras de Puig de la Bellacasa (Ib.:): «Para comprometernos
adecuadamente con […] una cosa, debemos esforzarnos por contar e incluir todas
las preocupaciones asociadas a ella, a todos aquellos que se preocupan por ella»
(44). Volviendo al ejemplo de los OGM, solo se puede acusar de anticientíficos
a los críticos de los transgénicos si se desconecta la técnica de ingeniería
genética de sus consecuencias sociales y ecológicas. Al tratar los OMG como
cuestiones de interés y de cuidado en vez de como simples cuestiones de hecho
el debate se vuelve más matizado.
Otro tanto sucede con los negacionistas del cambio climático. No podemos tratarlos como si fuesen meros alienados sin criterio. De seguro que habrá numerosos magufos entre ellos, tal vez la mayoría, pero la razón de que exista un negacionismo organizado y con influencia está más en factores sociales que científicos, como exploraré en la siguiente columna. Afirmar esto no quita ni un ápice de fiabilidad y precisión a los informes del IPCC y la demás evidencia a favor de la crisis ecosocial, pero nos obliga a ser más cautas. Nuestra misión divulgadora (científica, filosófica u otra) nunca puede consistir únicamente en señalar los hechos crudos del cambio climático, la crisis de biodiversidad, etc., sino en conectarlos con otros fenómenos, experiencias y preocupaciones. No digo que mucha buena divulgación no lo haga ya ni que sea una tarea fácil, pero es a lo que debemos aspirar, porque tener los hechos de nuestro lado no nos dará impulso por sí solo.
Pavlo Verde Ortega
¡Son hechos, no opiniones!
Cómo citar este artículo: VERDE ORTEGA, PAVLO. (2025). «Los hechos, los intereses y los cuidados». Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 3, (CM43). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2025/01/ciencia-y-crisis-ecosocial-59-son.html
Anexo:
sobre la traducción de matter of concern y matter of care
He
preferido traducir matter of conocern como “cuestión de interés” y no
como “cuestión de preocupación”, que habría sido más literal. “Interés” remite
aquí a un doble sentido: 1) algo que nos atrae y llama nuestra atención, que
tiene que ver con nosotres y 2) la etimología de la palabra: “inter-esse”, es
decir, la relación entre los seres, entre las cosas, las personas, etc.
El
“cuidado” en la traducción de matters of care como “cuestiones de
cuidado” tiene un triple sentido: 1) la palabra común que remite a la atención
y el mantenimiento de las cosas; 2) el tecnicismo feminista, normalmente en
plural (“los cuidados”), que hace referencia a las actividades históricamente
feminizadas necesarias para la reproducción de la vida humana a nivel
individual y colectivo; y 3) los usos idiomáticos de la palabra: “ten cuidado”
(cuidado = precaución) o “es un asunto de mucho cuidado” (cuidado = algo complejo,
que supone un reto, con intríngulis).
Bibliografía
Latour, B. (2004). Why Has Critique Run out of Steam?
From Matters of Fact to Matters of Concern. Critical
Inquiry 30(2),
Puig
de la Bellacasa, M. (2017). Matters
of Care: Speculative Ethics in More Than Human Worlds. University of Minnesota Press
Para más sobre las matters of concern véase: Latour,
B. (2008). What is the style of matters of concern? Van
Gorcum. Sobre el debate de los transgénicos, una buena referencia protransgénicos
sería Transgénicos sin miedo de José Miguel Mulet. La crítica ecologista a los
OGM está bien representada por Jorge Riechmann en su Transgénicos: el haz y
el envés.




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