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Entrevista a Marcelo López Cambronero

RESEÑAS
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Entrevista a Marcelo López Cambronero

por Arantxa Serantes


Introducción

El profesor López Cambronero ha ganado reconocimiento por su capacidad para entrelazar la narrativa con reflexiones filosóficas y sociales. Exploraremos las motivaciones detrás de dos de sus principales obras, analizaremos sus enfoques literarios distintivos y descubriremos las conexiones entre sus escritos y el mundo que nos rodea. A través de esta entrevista, esperamos arrojar luz sobre la inspiración que impulsa su creatividad, así como obtener una visión más profunda de su perspectiva única sobre la literatura y la sociedad en calidad de Director del Instituto de Filosofía Edith Stein y de la Academia Internacional de Filosofía.

En tus obras, como Salvemos la democracia y La Edad Virtual, abordas temas sociales, políticos y tecnológicos. ¿Qué te motivó a explorar estas áreas?

La Filosofía debe de ocuparse de los temas contemporáneos, intentar comprenderlos y abordarlos con la mayor información y seriedad posible. El pensamiento filosófico tiene la capacidad de penetrar en los temas tomando conocimientos de otras disciplinas, acogiendo todas las perspectivas que la realidad nos ofrece. En este sentido está llamada a ser más abierta, más creativa, a conseguir una mayor luz que las visiones parciales y a integrarlas. Filosofía no es solo Historia del Pensamiento, siendo esta una base importante, es capacidad de análisis, integración y profundización. Son, en definitiva, temas de gran interés, para todos y también para mí, y además urgentes. No podía pasarlos por alto.

¿Cuál es el mensaje principal que deseas transmitir a los lectores a través de tus libros?

Mi intención siempre es la misma: recoger la complejidad de la realidad en un lenguaje sencillo y contemporáneo (antes de comprender una materia hay que penetrar en las diferentes líneas que pretenden explicarla) hasta lograr un panorama claro y detallado de los problemas, señalar sus causas en un esfuerzo de clarificación y proponer respuestas, soluciones, alternativas. Desearía que los lectores terminaran los libros con una visión más profunda del mundo que les rodea y con la mente más abierta y comprometida, más libre, es decir, capaz de entender, decidir y seguir líneas de actuación que afecten a su propia vida. También quisiera que tomaran conciencia de nuestra capacidad de transformar el mundo, de ser protagonistas, y mirar así el futuro con esperanza e implicación para construir un mundo más acorde con la dignidad humana, con la búsqueda del sentido de la vida, más atento al bien común.

¿Cómo surgió la idea de analizar la serie Black Mirror como medio para explorar el control social en las sociedades contemporáneas?

El control social por parte de Estados y grandes entidades, como las empresas tecnológicas multinacionales, es uno de los mayores riesgos que afrontamos. Corremos un verdadero peligro de que nuestras democracias se conviertan en sistemas políticos de control en los que el poder sobre nuestra propia vida se limite a los ámbitos de consumo, en todas sus versiones actuales (hasta la familia, incluso el propio cuerpo, se comprende desde una mentalidad de consumo). Presentar esta situación desde una perspectiva metafórica, a través de una creación artística, permite mostrar mejor a qué escenario podemos enfrentarnos. Muchos de los capítulos de Black Mirror tienen la propiedad de acercar las consecuencias posibles y probables, algunas casi al alcance de la mano, que podrían tener ciertas tecnologías que ya están presentes en nuestro mundo. Era una oportunidad de potenciar la reflexión sin tener que involucrarse directamente en discusiones ideológicas que son complejas de abordar, porque muchas personas tienen una configuración mental tan ideologizada que prácticamente son incapaces de pensar fuera de los esquemas y parámetros que han interiorizado de manera acrítica. El arte, la metáfora, la imaginación, es una gran ayuda en estos casos.

En Salvemos la democracia, mencionas que los esquemas habituales para entender la política han caducado. ¿Cuál es tu propuesta para un nuevo paradigma en la comprensión de la democracia contemporánea?

Arrastramos visiones de la política en las que confluyen dos vertientes: por un lado, una fuerte interpretación de la política y de las relaciones y vinculaciones con los partidos que deviene de finales de la Segunda Guerra Mundial (y que resulta una mentalidad obsoleta) y, por otro, vagas intuiciones sobre la influencia de los movimientos de liberación (o de «conquista de derechos») en las posturas ideológicas de estos mismos partidos. Además, también entendemos la política en términos de consumo, es decir, de competición, y esta mentalidad conduce inexorablemente a la destrucción de hecho, cuando no incluso de manera oficial, de las democracias. En Salvemos la democracia intento explicar cómo son los procesos de cambio social actuales, planteo una nueva explicación sobre la democracia en nuestro contexto real y presento una teoría del poder, político y personal, que considero mucho más coherente e iluminadora de nuestro tiempo. Por ese motivo el libro lleva el subtítulo: «Para entender la política hoy».

¿Cuál consideras que es el papel de las ideologías en la democracia actual?

Necesitamos asumir dos cuestiones diferentes: la primera es que todas las personas tenemos una ideología. Quiero decir que en un mundo tan complejo es preciso contar con un esquema de interpretación sencillo y eficaz que nos permita entender qué es lo que está sucediendo. Eso es una ideología. La segunda es que estos esquemas son simplistas, reductivos y de esta manera más o menos falsos. La ideología siempre es un acercamiento a la verdad, pero al contener respuestas simplificadas de problemas complicados arrastra a un pensamiento rudo, diríamos que poco sofisticado. La cuestión, de plena actualidad, es cuando nos dejamos encerrar en una ideología e interpretamos toda la realidad, en su riqueza y variedad, a través de estas «gafas» empañadas y distorsionadoras que son las ideologías. La única manera de afrontar una situación así es sostenerse en la humildad (no conozco toda la verdad, no tengo todas las respuestas), la búsqueda de la verdad y el deseo de conocer y comprender el punto de vista de los demás, es decir, asumir que el otro es un bien que me abre a una interpretación de lo real de la que puedo aprender mucho, que lo necesito, aun cuando esté en las antípodas políticas, para mi desarrollo personal.

¿Qué desafíos identificas para reconstruir y consolidar la democracia en la era actual?

Dicho de una manera directa, el principal desafío es profundizar y consolidar el reparto del poder entre los ciudadanos. El poder es el horizonte de nuestras capacidades de acción, es decir, lo que verdaderamente podemos hacer. La democracia tiene la cualidad, frente a otros sistemas políticos, de gestionar el poder social de manera que los ciudadanos reciban una gran parte. Es tan sencillo como que pueden hacer más cosas. Pensemos en las capacidades de acción que tiene una persona que vive en un país democrático frente a las limitaciones que impone un sistema de cualquier otra índole. Profundizar la democracia es, por un lado, repartir más y más poder. Esto se resume en una idea sencilla: el principio de subsidiaridad. Al mismo tiempo, ese poder debe ser orientado, en todas sus concreciones, hacia el bien común, y ahí tiene un papel fundamental el Estado, especialmente para crear una cultura en la que se potencie el bien personal y comunitario. No es el momento de dar una explicación detallada de esta cuestión, pero tenemos que reconocer un hecho: no existe la neutralidad del Estado hacia el bien. Al mismo tiempo, la acción del Estado debe juzgarse siempre, en democracia, preguntándonos si aumenta o disminuye el poder de los ciudadanos. Como comprenderás, esto no significa un neoliberalismo desacerbado en el que se pueda hacer cualquier cosa. Ya lo he dicho antes de otra manera y lo repito ahora con mayor claridad: las democracias necesitan de un acuerdo básico sobre cuál es el bien de la persona, a la vez que permiten, inevitablemente con ciertos límites, que las personas puedan buscar el bien propio allí donde estimen que podrán encontrarlo. Es un equilibrio difícil, por eso la democracia es un sistema político en constante evolución.

En La Edad Virtual, argumentas que la confusión actual no es causada por el cambio tecnológico acelerado, sino por una transformación en la percepción de la realidad. ¿Podrías explicarnos más acerca de esta perspectiva?

El cambio social no es producto del cambio tecnológico sino al revés, es el cambio en la mentalidad sobre la felicidad posible que podemos alcanzar lo que nos ha llevado a una situación de consumismo exacerbado, y la respuesta ha sido el auge acelerado de tecnologías de consumo u orientadas al consumo. Se percibe claramente, desde la derecha más vehemente hasta la izquierda del Comité Invisible, pasando por todo el arco político, una intensificación alarmante de lo que Guy Debord denominó «La sociedad del espectáculo». Esto llega hasta el punto de que somos más productivos como consumidores que como trabajadores, con una consecuencia paradójica, y es que las ideologías liberales y las llamadas progresistas convergen en un punto, la renta básica universal: liberemos el tiempo de la gente para que no lo pierda con un trabajo que las máquinas pueden hacer mejor y dejemos que se dediquen a aquello en lo que los humanos son más eficientes, que es consumir. Parece un paraíso construido por el hombre en la Tierra, pero es un infierno colmado de depresión, en el que el ser humano queda convertido en un artefacto de un modelo económico en el que se pierden las motivaciones centrales de la vida. Se puede apelar a una referencia muy gastada, esto se parece demasiado a lo que nos presenta Aldous Huxley en Un mundo feliz, solo que no tanto en la organización política y social de la novela como en la cultura de ocio sin sentido y vidas vacías que sufren sus personajes.

¿Cómo influyen las mutaciones en la comprensión del espacio, el tiempo y el trabajo virtuales?

La Edad Virtual se divide en tres secciones: Espacio, Tiempo y Sentido y termina, en el apartado del sentido, hablando de la importancia del trabajo como manera más inmediata de expresión de lo que somos y de contribución al bien común. Intento explicar que ha cambiado nuestra manera de entender el espacio (tomando como guía los procesos de gentrificación), de entender el tiempo (a partir de la Generación Beat y mayo del 68) y del sentido de la vida o, si lo decimos de otra manera, de nuestra concepción de la felicidad posible. No pretendo, ¡sería horroroso y mezquino!, una especie de crítica amarga del presente. El presente, la realidad, es el reto, la oportunidad que tenemos delante para tomar las riendas del futuro. Solo que para hacerlo tenemos que comprenderlo, y el libro fue escrito con esa intención: entender el presente para poder construir el futuro.

¿Qué puedes anticipar sobre el futuro a partir de las reflexiones presentes en este libro?

Si poner La Edad Virtual y Salvemos la democracia uno al lado del otro enseguida te das cuenta de una cuestión que he querido enfatizar: no podemos predecir el futuro. El devenir de la historia no está determinado. De hecho, ni siquiera las personas que tienen más información y poder cuentan con esta capacidad. Ahora, en la medida en que tienen ese poder sí pueden influir de manera decisiva en cómo será ese futuro. La conclusión es sencilla: no podemos predecir el futuro, pero sí podemos contribuir a su configuración.

Como cofundador de la plataforma internacional «To Do: Education» y del método de educación en competencias «Skills21», ¿Cómo ves la relación entre la educación y los cambios sociales y tecnológicos que abordas en tus libros?

Hablemos un momento de la educación, que atraviesa una encrucijada de importancia capital. En las últimas décadas nos hemos movido entre dos mentalidades completamente equivocadas, que tienen sus correlatos ideológicos. Algunos rechazan toda innovación pedagógica sin preocuparse de entenderla (esto no es nuevo, ya nos advertía Benito Jerónimo Feijoo en el siglo XVII sobre la insensatez de esta postura) y otros la asumen y adaptan acríticamente como si lo nuevo fuese lo mejor solo por el hecho de ser nuevo. Ser profesor, docente, maestro, significa en primer lugar tener un criterio sobre el aprendizaje, esforzarse por tenerlo y por mejorarlo, día a día, clase a clase, alumno a alumno. Sencillamente, no lo sabemos todo. En la educación, especialmente en la educación superior, hace falta un baño de humildad.

Por otra parte, la educación no puede mantenerse de espaldas a la sociedad (¿a quién educaríamos y para qué, si lo hiciésemos así?). La Inteligencia Artificial es un ejemplo muy actual: nuestros alumnos van a utilizar la inteligencia artificial en su futuro profesional. Más todavía, es crucial que sepan hacerlo de manera adecuada. No solo no tenemos que exiliarla de las aulas, sino que tenemos que integrarla. Los alumnos tienen que aprender a utilizarla. Sucede que los profesores no sabemos y la primera reacción del incompetente suele ser rechazar lo que no conoce. Hace poco les pedía a mis alumnos que hicieran un trabajo de investigación en el último curso de Periodismo, y les insistía en que utilizaran la inteligencia artificial para confeccionarlo. ¡Estaban ojipláticos, como si esto fuese inaudito en un entorno universitario! Otra cosa es que nos esforcemos en asegurar que la utilizan de manera correcta, que ellos mismos construyen un buen criterio. Se puede afirmar sin miedo que el alumno que se limite a pedirle a un programa de inteligencia artificial que elabore el trabajo sencillamente suspenderá, presentará algo muy mediocre. El factor humano se aprecia inmediatamente y es lo más valioso de cualquier esfuerzo intelectual, pero no integrar las tecnologías en el aula y no educar en ellas es un error garrafal. Educamos en el mundo real, en el mundo actual.

¿Cuál el papel de la filosofía en la sociedad moderna? ¿Tiene capacidad para abordar los desafíos contemporáneos desde el punto de vista social?

Acabamos pues, como empecé: la Filosofía es, por su naturaleza, la disciplina que presenta mayores posibilidades de comprensión y análisis de la realidad. Lo es porque no está limitada por ninguna metodología parcial y puede acercarse a cualquier objeto de estudio asumiendo lo mejor de todos los saberes. Algunos quieren limitarla a ser una arqueología de las ideas que, insisto, es algo valioso, pero insuficiente, muy reducido, apenas una propedéutica de la Filosofía. Terminaré con Ortega y Gasset: ¡salvémonos en las cosas! Vayamos al mundo, a entenderlo y a interpretarlo con el afán de tener la versión más completa e integradora de la realidad. Lo diré con otras palabras: abramos la razón con el deseo sincero de abarcar todos los factores de la realidad. No hay otro camino: necesitamos auténticos filósofos que trabajen con denuedo para integrar todo lo valioso del saber, no solo las ciencias experimentales, no solo a ellas con las ciencias sociales, también la pregunta por el sentido, la Teología, todo, sin prejuicios ni autolimitaciones intelectuales absurdas. Se podría decir de una manera más sencilla: necesitamos personas libres, ¡libres hasta de sí mismas!

 

Arantxa Serantes

Entrevista a Marcelo López Cambronero

 

Cómo citar este artículo: SERANTES, ARANTXA. (2024). Entrevista a Marcelo López Cambronero. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 2, (EN3). ISSN ed. electrónica: 2952-4125. https://www.numinisrevista.com/2024/03/entrevista-marcelo-lopez-cambronero.html

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