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El mito de las vacaciones — María Sancho de Pedro

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El mito de las vacaciones

En España, sin tener en cuenta los puentes, acueductos, u otros períodos de corta extensión en los que se juntan festivos y se ofrece presuntamente una oportunidad de descanso para el estudiante o trabajador, existen tres grandes bloques vacacionales a lo largo del año: el verano, la Semana Santa y la Navidad. Sin embargo, es bien sabido que estos tres largos descansos no siempre cumplen con lo prometido. En primer lugar, sería necesario exponer como, por mucho que realmente no coincida con la realidad el que en esos tres momentos señalados nosotros nos encontremos de reposo, culturalmente tenemos asociada la idea de que estar de vacaciones en esos períodos es lo que realmente corresponde. 

Esto se debe a que, antes de haber sido trabajadores, todos hemos pasado —o deberíamos de haber pasado— por un momento de obligatoria escolarización, en el que se sigue un calendario general que establece qué días son lectivos y cuáles no lo son. Por tanto, desde que somos pequeños, durante años, asumimos el hecho de que, en ciertos tramos del año, a uno no le corresponde estar de faena. La transición desde este merecido descanso en la infancia hasta llegar al descubrimiento de que siendo adultos, las vacaciones son, en la mayor parte de los casos, un excelente mito, no se realiza de manera abrupta. 

A medida que se avanza en la escalera educativa, la carga de trabajo para los estudiantes comienza a aumentar, así como también lo hace la presión. Como resultado, los períodos vacacionales antes usados para respirar ahora son relegados a tempos que también deben ser dedicados al estudio, al trabajo, o sea, al no reposo. A pesar de ello, socialmente se continúa haciendo uso de fórmulas que desean un feliz descanso cuando llegan estas temporadas, lo que acaba generando una disonancia y una frustración en el usuario, que ahora debe tratar de coordinar dos mandatos simultáneos: la tregua y la continuidad del esfuerzo.  

De hecho, en un sistema como el nuestro, que no para de extender el tópico del carpe diem, el propio rato de descanso se confunde con un tramo de tiempo más que hay que aprovechar en la rueda de la productividad. La actividad realizada ya no será aquella acción remunerada que asociamos con nuestro oficio —aunque esto no sucede en la totalidad de los casos, puesto que hay algunos trabajos que se propagan también fuera del terreno de la oficina—; al contrario, las actividades a las que dedicamos su espacio en los períodos de descanso fácilmente pueden ser hobbies o pasatiempos de los que disfrutamos, pero que pueden verse contaminados de nuevo bajo el gobierno del estrés y de una autoimpuesta obligación reforzada al mismo por tiempo por el sistema. 

De esta manera, un “quiero leer” se puede convertir rápidamente en un “tengo que leer”, mientras que la evasión casi inmediata que proveen los servicios de streaming nos puede envolver, paradójicamente, en un abrigo de procrastinación que nos acaba impidiendo dedicarnos a otras actividades que queremos —¿o debemos?— realizar. Con tanta ansiosa confusión, uno acaba incorporándose a la jornada laboral o a los exámenes con la sensación de que no ha descansado. Pero acaba ganando el bombardeo mediático y sociocultural, y el mito de las vacaciones persiste año tras año con una buena suma de fieles a su espalda.

 


María Sancho de Pedro,

El mito de las vacaciones

 


Cómo citar este artículo: SANCHO DE PEDRO, MARÍA. (2023). El mito de las vacaciones, Numinis Revista de Filosofía Año 1, 2023, (CL17). http://www.numinisrevista.com/2023/01/el-mito-de-las-vacaciones-maria-sancho.html

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1 comentario:

  1. La fe que la gente deposita en las vacaciones es algo que acaba legitimado el partirse la espalda en el trabajo. ¡llegará la recompensa! Pensamos, ingenuamente

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