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Cuestión de Dignidad - Valentín González Pérez


Cuestión de Dignidad
 
Un día, al llegar a clase, escucho por el pasillo que alguien había perdido su dignidad porque había hablado con un compañero que, por lo que parece, tenía el poder de arrebatarla. Asombrado por esas frases que la muchedumbre estudiantil dirigía a su compañera de aula: “¡qué fuerte, perdiste la poca dignidad que tenías!, olvídate de él, hazte valer, ¡ten dignidad!”, aproveché la situación para hablarles del tema. Se nos dice al profesorado que partamos de la experiencia del alumnado para que el aprendizaje sea significativo o, en otras palabras, que les llame la atención y les sirva para algo. Situados en un ambiente rural hay que ingeniárselas para esta labor, sobre todo porque los centros de interés suelen ser muy focalizados e ir siempre al mismo pozo a sacar esa agua significativa puede acabar cansando.
 
Una vez en el aula y estando los ánimos más calmados, me enteré de que esos llamamientos a la dignidad venían a causa de una ruptura y de un presunto acercamiento de una de las partes, pero ya era tarde… ¡Se había esfumado la dignidad! En un ambiente tan propicio lancé una pregunta: Lucía (nombre ficticio), ¿por cuánto te podríamos vender? Luego, dirigiéndome al resto del alumnado les pregunté sobre el precio que sería justo para poder vender y comprar a la compañera. Uno decía que no daría más que cinco cabras por ella y así se sucedieron varias respuestas ingeniosas hasta que un alumno dijo a modo de sentencia: “la persona no tiene precio, no se puede comprar porque no es una esclava, es una persona”. Bien, esa era la cuestión. Todos tendrían en la cabeza la misma certeza, pero el jolgorio (y el perder tiempo de clase también) acompañaron a esas respuestas cosificadoras con la compañera.
 
El alumno dio en el clavo. Las personas no se pueden vender ni comprar porque son personas. Puede parecer esto una perogrullada, pero es importante ese elemento: ser persona. Esto se puede entender como fundamentado en sí mismo o fundamentado en unas capacidades que le hacen ser lo que es. Así se trató en el modelo kantiano.
 
Kant escribió en su Fundamentación de la metafísica de las costumbres que en el reino de los fines hay precio y dignidad. El precio se entiende sin dificultad, pues se le asigna a una cosa para poder ser comprada, es decir, algo actúa como un medio para conseguir otra cosa, pero aquello a lo que no se le puede poner precio se le denomina dignidad. Para Kant es la persona la que tiene dignidad por ser racional, moral, libre con respecto a las leyes naturales y con autonomía de su voluntad. Hay que matizar que la persona para Kant tiene dignidad porque cumple con esas capacidades mencionadas anteriormente, es un fin en sí mismo porque cumple una serie de condiciones. Ante esto se levantó una voz preguntando que no estaba a favor de esto porque si a una persona le falta libertad para dirigir su vida por tener alguna enfermedad mental o ha perdido la razón por algún accidente parece que ya no es persona. Este alumno partía en su reflexión de una consideración de la dignidad de la persona por el hecho de serlo, una ontología fundamentada en sí misma y no en una serie de capacidades. Este debate sigue hoy en boga sobre todo en cuestiones de bioética y, como es normal, la clase es una sociedad en miniatura y se creó un debate a favor y en contra de su aportación.
 
Para terminar, les pregunté si toda persona tiene dignidad y me contestaron que sí, que todas las personas por igual. Entonces les hice otra pregunta más provocadora. ¿Un genocida tiene dignidad? La respuesta intuitivamente fue que no, pero ellos habían dicho que todas las personas por igual tienen dignidad. ¿En qué quedamos? ¿Qué diferencia tu dignidad personal de la de un asesino? Es bueno diferenciar entre dignidad ontológica y dignidad moral. La dignidad ontológica la tenemos por el hecho de ser persona y no se puede arrebatar, pero la dignidad moral es otra cuestión. La dignidad moral crece o disminuye según los actos. Se entiende así que nuestras acciones son las que nos definen como personas.
 
¿Cuál fue el resultado final de toda esta reflexión? El hecho de que la compañera había disminuido su dignidad moral por haberse acercado a esa persona y no su dignidad ontológica. Creo que se entendió la explicación.
 
Valentín González Pérez
Cuestión de Dignidad
 
Cómo citar este artículo: GONZÁLEZ PÉREZ, VALENTÍN. (2022). Cuestión de dignidad. Numinis Revista de Filosofía, Año 1, 2022, (CS1). http://www.numinisrevista.com/2022/08/cuestion-de-dignidad-valentin-gonzalez.html


 

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