

Contigo ir hasta tan lejos
Marzo me trajo abril y con abril se llenó mi casa de una extraña primavera: unas pocas lecturas, unas cuantas lluvias, la arrolladora alegría y el ímpetu amoroso de la juventud, el descenso a los infiernos de un embrutecido jornal de bestias de carga, un dedo roto, un apagón y tus versos. Si te digo, Eloy, que fue Emilio quien me habló de tu último poemario y que si no es por él ni me entero… Este Emilio Gavilanes, ¡siempre leyendo, siempre recomendando libros! Me lo dijo tomando un café. Y ya sabes, por lo poco que me conoces, fui a una librería a hacerme con tu libro. Venir desde tan lejos lo has titulado, y así se titula también el poema que escribiste en septiembre de 2024 y que lo encabeza:
Cómo ha llegado uno hasta este día,
nadie puede decirlo.
Tampoco puede nadie decir cómo he terminado leyendo tu poemario a ratos en el mínimo salón de mi casa, en la cafetería del barrio entre el murmullo de las gentes —casi todas jubiladas que aguardan la muerte sin saberlo del todo— que hablan mientras desayunan, en el autobús que sube desde el río Manzanares hasta la Puerta Cerrada de Madrid —tú, que eres murciano y escribes de la luz del sur—, y en el vagón del metro que me lleva a la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión. Allí busco en vano algún libro de Jorge Santayana para regalárselo a un estudiante que apenas conozco y quizás jamás llegue a conocer, consciente de que aún me quedan por leer un par de poemas tuyos —Vislumbres y retazos de un todo y No me di cuenta apenas— para concluir un poemario que no quisiera que termine. Y resulta que buscando ese libro inencontrable del fabuloso Santayana me aparecen Juan Manuel y Andrés, buscadores inagotables de libros como Juan Bonilla, a quien quizás el corazón traicione. Nos saludamos brevemente. Le hablo de tu nuevo poemario a Andrés y me dice: ¡Qué bueno es!
Luego regreso a casa y allí termino de leer tus versos:
No dejes que en ti surja
ese que no eres tú y que te suplanta…
Y yo me revuelvo pensando si no seré un usurpador de mí mismo si no canto cuando respiro, porque no me he dado cuenta apenas de que todas las mañanas han sido mi vida, y las tardes, y las noches, sin saber ni advertir cuánta hermosura hubo en respirar, cuánta hermosura hubo en la mirada de unos ojos que me vieron acaso efímeramente, en el mero esbozo de una sonrisa, en un beso, en un gemido, en un susurro.
Eloy, ya ves que contigo he ido brevemente a cuestas por la vida, con tus versos, para sentir que vivir es precisamente estar sin nadie y conversar con todo, ser testigo y parte de toda esa quietud moviéndose y comprender que el declinar del cuerpo es un misterio:
Mucho se dijo, y dice, y no se ha dicho:
sobre el desvalimiento de la carne
nadie ha sabido nunca.
Dices que intuyes que este libro que has escrito ha de ser el último que alcances a escribir. Tu último libro, el último. Y te preguntas, Eloy, cómo es posible que haya llegado ese momento cuando recuerdas con claridad que no hace tanto comenzaste a soñar tus primeros poemas. Sí, no sabemos lo que ocurre, pero los años transcurren y uno llega a la ineluctable conclusión de que todo empieza y acaba. No obstante, yo te digo un deseo que ojalá cumplieras: que te asista el canto en el tiempo que te quede para poder yo leer tus versos y contigo ir hasta tan lejos.
Michael Thallium
Contigo ir hasta tan lejos
Cómo citar este artículo: THALLIUM, MICHAEL. (2025). Contigo ir hasta tan lejos. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 3, (CV111). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2025/05/contigo-ir-hasta-tan-lejos.html




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