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La menorá de Besalel

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La menorá de Besalel



Las palabras se pierden en los tiempos; se olvidan, se desgastan, se tergiversan. Algunas solo están presentes en algunas tradiciones, la mayoría minoritarias. Otras se anclan en el habla popular y parece que ningún diccionario les dará alguna vez cobijo. La menorá es un candelabro de siete brazos típico de la tradición judía. En hebreo, menorá significa ‘lámpara’. La primera lámpara de esas características de la que tenemos constancia es la que construyó un artesano a la sombra de Dios, o lo que es lo mismo, Besalel. Aparece en uno de los primeros libros bíblicos que narra el éxodo del pueblo judío que ha sido inspiración de tantas obras de arte, música y literatura: el escultórico Moisés de Miguel Ángel, la operística Moisés y Aarón de Arnold Schönberg o Las tablas de la Ley del literato Thomas Mann, solo por poner tres ejemplos. Besalel, dicen, era hijo de un tal Urí, y tenía unas dotes sobrehumanas en su oficio de orfebre. Por cierto que Urí, que significa ‘mi luz’, está relacionado con Uriah, ‘Dios es luz’. A finales de la década de los años sesenta del siglo XX, apareció una banda de rock que se llamó Uriah Heep, muy popular en la década de los setenta. Tomó el nombre de un personaje de la novela David Copperfield —nada que ver con el ilusionista estadounidense David Copperfield— que Charles Dickens escribió entre 1848 y 1850. Uriah Heep —para quienes no lo sepan— fue el primer grupo de rock occidental que tocó en la Rusia soviética de Mijaíl Gorbachov. Eran otros tiempos… y me estoy yendo por las ramas.

Besalel fabricó la lámpara sagrada que luego se hizo icónica. El escritor austriaco Stefan Zweig escribió la novela El candelabro enterrado allá por 1937. Pero bastantes años antes, un escritor español, sevillano de nacimiento y madrileño de adopción, escribió su primer libro: El candelabro de los siete brazos. Eso ocurrió en 1914, año en el que comenzó la Primera Guerra Mundial. De eso hace ya ciento once años. Ese escritor era Rafael Cansinos Assens. La primera edición de aquel año la publicó la editorial Renacimiento —no se confunda esta editorial con la que el sevillano Abelardo Linares fundó en 1981— de Gregorio Martínez Sierra. Este Gregorio, escritor además de editor, fue el marido de la escritora María de la O Lejárraga. Hoy sabemos que la mayoría de las obras que escribió, en realidad las escribió su mujer… pero eso es otra historia y vuelvo a irme por las ramas. 

Regresemos a El candelabro de los siete brazos. La ilustración de la cubierta de aquella primera edición la hizo Fernando Marco, pionero del cine de animación en España. Al respecto de este libro, el propio Rafael Cansinos Assens narra en La novela de un literato, libro estupendo y de lectura imprescindible, lo siguiente:

Hasta ahora no he publicado ningún libro. Me ha bastado con la pequeña notoriedad de mis crónicas y el aprecio excesivo a mi talento que todos me demuestran, cual si fuese algo tan indiscutible como mi estatura o mi juventud… Pero de pronto, empiezo a sentir el ansia irreprimible de publicar un libro… sueño materialmente con ese libro maravilloso, que tendrá mi nombre en la cubierta, en grandes letras negras o rojas.

La Fundación ARCA (Archivo Rafael Cansinos Assens) publicó en 2021 una edición moderna que mantiene la ilustración de Fernando Marco con dos portadas y añade el prólogo que Jorge Luis Borges escribió en 1981. Citando a Oscar Wilde, Borges afirma que en El candelabro se encuentra el hombre que en cada instante de su vida es todo lo que fue y todo lo que será. Borges conoció a Cansinos Assens en 1920, seis años después de la publicación de aquel primer libro. El hombre que Borges conoció sentía la terrible belleza de cada instante. Con el paso de los años, y ya muerto Cansinos Assens, el tiempo le dejó a Borges «la intransferible convicción» de que Cansinos era un genio.

Cansinos describe así en La novela de un literato el momento en que se publicó su primer libro:

Y así salió El candelabro, con una cubierta de Marco, el joven dibujante, y la novedad de tener dos portadas, innovación que chocó primero y luego me imitaron… ¡Oh, placer inefable! Ver mi nombre estampado en la cubierta de un libro, asomarse a los escaparates y verse reflejado en su luna con fruición narcisista, alternando con los grandes autores, con Galdós y Blasco Ibáñez, y Zola, y Rachilde… ¡Eso es tanto como figurar ya en la Historia de la Literatura Universal!

El primer libro de Rafael Cansinos Assens es, sin duda, toda una declaración de intenciones: el estilo es el de los Psalmos de la tradición judaica y cada una de las partes que lo integran lleva el nombre de una letra del alfabeto hebreo. Aparece un Madrid donde los lupanares son harenes; las mujeres, bayaderas; la tertulia del Café Colonial, el café de los divanes rojos… Tiene esa prosa suya tan buena, tan melancólica muchas veces, de la que se desprende ese peculiar culto romántico del fracaso: «El enigma de la vida ha cautivado mis ojos desde la niñez; y mis ojos se han hecho ciegos y no he podido descifrarlo».

Cuando nuestro escritor piensa en lo que ha querido ser y lo que es, el llanto le hincha las venas de la garganta y comienzan, como víctimas, a gritar mil sueños malogrados dentro de él. Ese candelabro del que habla Rafael Cansinos Assens no es otro que aquella lámpara que fabricó un artesano a la sombra de Dios hará unos 3.500 años, la menorá de Besalel.  


Michael Thallium

La menorá de Besalel


Cómo citar este artículo: THALLIUM, MICHAEL. (2025). La menorá de Besalel. Numinis Revista de FilosofíaÉpoca I, Año 3, (CV96). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2025/01/la-menora-de-besalel.html

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