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El hontanar de Santiago Miralles

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El hontanar de Santiago Miralles


— No lo conozco.

—¿No lo conoces? Pues tiene un libro que es extraordinario, para mí de lo mejor de novela histórica —seguramente se sorprendió de que jamás hubiera oído hablar de él—. Se titula La lengua de Dios.

Dativo Donate me habló sucintamente de Santiago Miralles mientras comíamos en La Cochera de Belmonte. Dativo luce una perilla enmarañada, ya más cana que entrecana, que emula las que debieron de llevar los varones en las cortes del siglo XVII. Si se pusiera unos quevedos, pasaría perfectamente por un afamado dramaturgo del Siglo de Oro. 

Tomé nota del autor y del libro que me recomendó. Le dije —me lo dije a mí mismo también— que haría por leerlo. Y cuando a mí se me mete algo en la cabeza, soy más tozudo que un maño por muy madrileño que uno sea. El asunto es que un par de días más tarde me puse a la busca y captura de La lengua de Dios; no la hallé disponible por ninguna de las librerías de Madrid. Me conformé con otra que encontré en una de esas librerías que ahora se han puesto de moda. Suelen tener nombres en inglés y anuncian que son low cost. En realidad son las librerías de lance y viejo de toda la vida —los baratillos del siglo XXI— a las que ahora les dan cierto toque hipster para atraer lectores urbanitas. La que visité en la calle Mayor se llama Tik Books. Ahí me hice con un ejemplar de La fuente de Orfeo, el último que quedaba disponible en todo Madrid. 

Me marché de allí algo contrariado, porque en realidad lo que quería leer era La lengua de Dios, la novela que con tanto entusiasmo me había recomendado Dativo Donate. Sin embargo, recordando las palabras que, allá por el siglo XVI, Pedro Dávila mandó inscribir en una ventana de su palacio en Ávila, «donde una puerta se cierra, otra se abre», atravesé la puerta que se me acababa de abrir: La fuente de Orfeo. 

El subtítulo rezaba Una educación sentimental en clave de Bach. ¡Ajá! ¡Así que Santiago Miralles también escribe en clave de música! En la sobrecubierta, a modo de falsa faja, se anunciaba que la novela era II Premio «Río Manzanares» de Novela. A mí los premios me la refanfinflan, así que ese no era acicate para leer la novela. ¡Pues anda que no hay libros y autores premiados cuya calidad es más bien mediana! Pero eso de una educación sentimental en clave de Bach me hizo hincarle el diente. En la solapa de la sobrecubierta podía leerse: 

Santiago Miralles nació en Madrid en 1962. Después de licenciarse en Derecho en la Universidad Complutense ingresó en la carrera diplomática, y ha residido durante varios años en Corea del Sur, Alemania y El Salvador. Ha publicado recientemente la novela La tierra ligera (2000) y con La fuente de Orfeo obtuvo el II Premio ‘Río Manzanares de Novela

Esa información ya tiene casi un cuarto de siglo. Así que otras muchas cosas habrán sucedido en la vida de Santiago Miralles desde entonces. No quise, empero, indagar más sobre su vida. Podría haberlo hecho goguleando con el móvil. Hoy es relativamente fácil hacerlo. Me bastaba con saber que era diez años mayor que yo y que había viajado por el mundo. Prefería descubrirlo a través de su escritura o, mejor aún, conversando con él algún día si se da la ocasión.

En el pie derecho de la portadilla había una dedicatoria escrita a mano con bolígrafo de tinta azul, cuya firma es indescifrable: 

A Jorge, mi sufrido compañero de gabinete. Con cariño, X. Madrid mayo 2001

Esa es una de las cosas que me gustan de los libros usados, ver las huellas de quienes los dedicaron con ilusión o fueron sus propietarios, conjeturar qué habrá sido de sus vidas, olfatear el rastro ficticio de su existencia. Lo que está claro es que el tal Jorge, el sufrido compañero de gabinete, en algún momento de la suya se deshizo del libro o pasó de él —¿se habría muerto?, ¿muerte natural?, ¿un accidente?, ¿asesinato?— y fue a parar en mis manos por la ridícula cantidad de 5 €. Así suelen acabar la mayoría de libros: vendidos a precio de saldo cuando no carne de contenedor de la basura.

Me sumergí en la lectura de La fuente de Orfeo como quien nada en aguas calmas y cristalinas: uno sabe que en algún momento no tendrá más remedio que salir, pero alarga todo lo que puede esa agradable sensación de flotación en el agua. Su lectura es como escuchar las Variaciones Goldberg de Bach: un tema con variaciones que terminan devolviéndonos a la serenidad del origen. De hecho, esa música es la que me acompaña de fondo mientras escribo estas palabras. Es una novela corta, con un lenguaje sencillo, nada rebuscado, pero profundo, llena de frases que dejan regusto e incitan a la relectura: 

  • Bach, con cuya música podía pensarse en casi todo, era siempre el mejor puente para cruzar las diversas regiones del espíritu; 
  • Las únicas obras del hombre realizadas con vocación de presente continuo son las musicales, porque, aunque hayan sido escritas en un punto determinado de la Historia, se recrean en cada interpretación.
  • El músico es un hombre entregado al presente, su memoria sirve para trabajar en el presente.
  • El mío es un presente que reinterpreta pasados, del mismo modo que las partituras se hacen de nuevo cada vez que las leemos o las ejecutamos.

La fuente de Orfeo tiene todos los ingredientes de una muy buena novela: sencillez, profundidad, agilidad, amor, sexo, música —principalmente de Bach—, decepciones, ilusiones, velados misterios, vida y muerte... y un desenlace tan esperado como sorpresivo. La acción transcurre en Madrid. El protagonista, Arturo, un abogado soltero, solitario y con cierto prestigio, rememora su vida de estudiante en torno a la figura de Bernabé Astúriz, un catedrático de clave del Real Conservatorio de Música de Madrid que vive en la calle Gerona, junto a la plaza de la Provincia donde se encuentra realmente la fuente de Orfeo. A través de Bernabé, Arturo se adentra en la música de Bach, en las interpretaciones de las Variaciones Goldberg que el pianista canadiense Glenn Gould dejó registradas. Cuatro mujeres muy distintas entre sí van tejiendo el recuerdo y la vida sentimental de Arturo: Marta, la novia de los días de estudiante; Laura, la abnegada esposa de Bernabé Astúriz; Adela, hija de Laura y Bernabé, frustrada aspirante a cantante lírica, fuego loco y fugaz de juventud; y Blanca, la enfermera aparentemente tan anodina... La trama te atrapa por sus intrigantes idas y venidas del pasado al presente, y uno va descubriendo que no todo lo que parece ser es como realmente es.

También hay mucho de filosofía vital, de soledad: «Los casados siempre proyectan sus sueños en las aventuras de los solteros, como si ellos mismos nunca lo hubieran sido, o hubieran olvidado los zarpazos con que la soledad se encarga de ajar el brillo de las libertades».

La fuente de Orfeo en la plaza de la Provincia y al fondo la calle Gerona de Madrid, donde transcurre buena parte de la trama de esta novela.

La fuente de Orfeo propicia la transformación del lector en una suerte de músico que reinterpreta el pasado ejecutando el presente de la lectura. Si a la par que uno lee visita, además, los lugares de Madrid donde transcurre esta excelente novela, el gozo y la música se vuelven presente continuo, tanto como el mío ahora que voy concluyendo este texto al que han acompañado de fondo las grabaciones de las Variaciones Goldberg de Glenn Gould al piano, las del estadounidense Kenneth Weiss al clave y el recuerdo de unas que tan magníficamente interpretó de memoria el clavecinista gallego Diego Ares hace unos años durante un recital que ofreció en la madrileña Iglesia de San Marcos. Entonces aún vivía Eduardo Torrico, tan forofo él del clave. Me pregunto si Eduardo leyó alguna vez La fuente de Orfeo. Te mueres y contigo se va el secreto de lo que hiciste.

¿Qué decir de Santiago Miralles apenas terminada la lectura de su segunda novela? Que no lo conocía y que es extraordinario. Una vez más se cumple aquello de que la buena literatura la encuentra uno en las editoriales pequeñas. 

Me parece que en algún lugar me aguardan otras muchas historias por él escritas: El Círculo Leibniz, Preludios...  y, sí, La lengua de Dios. Todas ellas y otras muchas que ahora ignoro salieron de un lugar maravilloso recién descubierto que cualquier otra persona podrá hallar si de veras pone empeño y lo busca: el hontanar de Santiago Miralles.


Michael Thallium

El hontanar de Santiago Miralles

BIBLIOGRAFÍA:

  • MIRALLES, S. (2000) La fuente de Orfeo. Sevilla: Algaida.


Cómo citar este artículo: THALLIUM, MICHAEL. (2024). El hontanar de Santiago Miralles. Numinis Revista de FilosofíaÉpoca I, Año 3, (RM41)ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2024/09/el-hontanar-de-santiago-miralles.html

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