
Sobre el estado limbático
AVISO A NAVEGANTES: Esta columna es una continuidad de otra columna anterior. Ambas se pueden leer de forma correlativa o independiente.
Una despedida siempre nos
tambalea, nos descoloca. Cuando decimos adiós es para posteriormente poder
decir hola, pero en ese tránsito que se da entre el adiós y el hola nos movemos
«en tierra de nadie». En este sentido, aparece una
especie de limbo temporal en el que ni te despides ni saludas, simplemente te
dedicas a esper un nuevo comienzo. En ese estado «limbático» es cuando emerges,
siendo tú en ti mismo. Esto no quiere decir que cuando te encuentras en
compañía no seas tú mismo, pero no eres tú mismo en ti mismo, eres un yo en
compañía, un yo relacional que de algún modo oculta parte de lo propio para
poder dar cabida a lo impropio. Uno puede ser en su completitud únicamente en
esos estados limbáticos en los que no te abandonas a la soledad ni te bañas en
lo colectivo, sino que simplemente suspendes temporalmente la compañía a
sabiendas que ésta volverá de un momento a otro, y mientras tanto, te permites
ser en tu completitud sin miedo a desbordarte.
¿Se puede ejemplificar con un
caso práctico esta teorización un tanto abstracta que he realizado? Veamos. Si
por ejemplo soy una persona que tiene pareja, gusta verse con sus amigos, con
su familia, etcétera, en cada una de esas interacciones se da una compensación
de personalidades donde cada uno, en cierto modo, recoge parte de sí mismo para
dejar paso al sí mismo del otro. En las interacciones entre personas cada uno
no puede ser en su completitud ya que esto provocaría la anulación del otro (de
ahí viene el egoísmo), sino que es por momentos, por partes, por turnos. Es
reteniéndose. En la medida en que el número de interacciones simultáneas
aumenta, cada uno es menos de sí, siendo la colectividad la forma en la que los
comunes se desprenden u ocultan ese sí mismo para dárselo al sí mismo del otro.
Parte de lo que cada uno es no deja de serlo en la interacción con lo ajeno,
sino que de algún modo lo suspende.
Es en el momento en el que los
cuerpos desaparecen temporalmente que ese yo puede desbloquearse, aparecer
espontáneamente como completitud de lo que es. Ese es el estado limbático, que
se da en el momento en el que mi pareja marcha al trabajo, mis padres no se
encuentran en casa, mis amigos dedican su tiempo a otros asuntos, etcétera. Ahí
es donde aparece mi Yo en toda su completitud, ya que no existe ningún otro yo
que haga retraerme. Pero, sobre todo, ese estado limbático se da debido a que
no es un estado definitivo, sino que es meramente transitorio e intermitente.
Puedo alejarme e impulsarme con el convencimiento de que volveré, tarde o
temprano, a impregnarme (otra forma de completarme) con lo ajeno, con lo
desigualmente igual, con lo que me hace ser lo que soy. Somos en la unicidad de
lo múltiple. Esto es, decimos adiós porque tenemos el firme convencimiento de
que volveremos a decir hola, sea de la manera que sea o tardemos más o menos
tiempo.
Este estado limbático tiene que
ver también con el vacío. Por eso las personas que despliegan su yo sin medida
en la interacción con el otro de algún modo lo que tratan es de llenar cierto
vacío. Un vacío que se da cuando en la soledad no aparece esa completitud del
yo, sino que solo son capaces de desbloquearlo en compañía. Aquí encontramos a
esas personas que son incapaces de estar solas. Un día sin un plan o sin tener
un contacto con alguien que no sea su sí mismo es un día vacío. Normalmente son
las personas que menos se conocen o menos se gustan a sí mismas. Y es que, cuando
se ven abocados a su completitud en soledad, emerge un yo que desconocen, que
no aprecian. Solo se completan con la alteridad de
lo ajeno, desplegando su ser en totalidad, en un sustento que no es propio,
sino ajeno. Esas personas son gracias a que las dejan ser, pero en sí mismas no son capaces
de ser.
Ese estado limbático también puede ser entendido desde María Zambrano como un lugar de escucha, un claro del bosque en el que la razón llega agotada por la incesante insistencia del preguntar. Más allá de la razón se halla el centro del ser, un centro que solo puede ser desde la calma, desde la entrega, y también desde el conocimiento propio. Así, dirá Zambrano que: «Entre naturaleza y soledad esta lo social. Y en esta zona de la realidad o en este modo de realidad, es donde “se da” el hombre».[1] Sin embargo, el hombre se da, pero no en su completitud, se da en tanto que social, en tanto que completado por la otredad de lo ajeno, pero no en sí mismo. El hombre «se da» en completitud y en sí mismo en el estado limbático, que, si bien no es indisociable de lo social ni de lo meramente individual, es gracias a la transitoriedad entre ambos donde encuentra su sí mismo en tanto individuo humano.
Ayoze González Padilla
Sobre el estado limbático
Cómo citar este artículo: GONZÁLEZ PADILLA, AYOZE. (2023). Sobre el
estado limbático. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 2, (CM2). ISSN ed.
electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2023/07/Sobre-el-estado-limbatico.html
[1] ZAMBRANO, MARÍA. (2022). Persona
y democracia. Alianza Editorial, p. 137.




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Pero ¿hay un yo que pueda ser por sí mismo? No lo tengo tan claro
ResponderEliminar¿Podríamos decir, desde Zambrano, cuando habla de exilio metafísico, que en dicho exilio se podría generar otro cierto estado de limbo?
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