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La inclusión del lenguaje del sistema de mercado en el lenguaje cotidiano

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«La inclusión del lenguaje del sistema de mercado en el lenguaje cotidiano»


A Antonio Martín por enseñarme que el aburrimiento 

es la calma del espíritu y la rabia motor de cambio.

 

1. Introducción

El hombre y la mujer actual ya no creen andar un camino, sino más bien: cumplir objetivos y seguir procesos con el fin de obtener un beneficio. De igual manera, el tiempo de vida, que a término es lo único que tiene valor, ya no se dedica, sino más bien, se invierte. 

Aquellos que nos dedicamos a la Ciencia del Pensar conocemos que los términos y los conceptos no deben tomarse a la ligera pues tienen fuertes connotaciones. El lenguaje cotidiano, no distingue con profundidad, tampoco debe, está ahí para ser utilizado, para entendernos en el día a día. Sin embargo, cualquiera que se dedica a esta Ciencia del Pensar observará en el día a día cómo el sistema de mercado ha hecho mella en tal lenguaje y esto, por supuesto, tiene consecuencias negativas en la psique del hombre y la mujer. 

El objetivo del presente artículo es exponer una serie de cambios lingüísticos que han tenido lugar en el lenguaje cotidiano, teniendo su causa eficiente en el sistema de mercado, así como sus consecuencias negativas en la psique del individuo. 


2. El giro conceptual del lenguaje cotidiano

    2.1. El concepto de «productividad»

El uno ya no afirma «he hecho hoy», sino, «hoy he sido productivo». El cambio terminológico no es un asunto trivial, sino de suma importancia: existe una fuerte diferencia entre la connotación de «hacer» y «producir». 

El hacer es algo únicamente humano: cuando alguien hace x en su tiempo de vida, dedica su tiempo, esfuerzo, paciencia y atención en el hacer mismo, mientras que el producir está inevitablemente vinculado a producir algo, donde el proceso del hacer pierde importancia, importando tan solo la producción de ese algo y queriendo obtener de antemano el mejor resultado y en el menor tiempo posible. 

No solo deshumaniza a la persona haciendo de esta un ser que produce y no humanamente hace, sino que la productividad tiende necesariamente a maximizarse. Así nos encontramos de lleno, cara a cara, con el exceso de positividad que resaltaba el pensador surcoreano Byung-Chul Han. Cuando uno cree que no hace, sino que produce, inevitablemente, como un reflejo del sistema del mercado, lo único que desea su voluntad es producir más y más en el menor tiempo posible. 

Tal, por supuesto, tiene consecuencias negativas en la psique del individuo, generando estrés y ansiedad, dos de las patologías que gobiernan el comienzo del siglo XXI. Uno ya no hace con paciencia, atención y cuidado, sino que desea producir algo en el menor tiempo posible, solo para poder tener tiempo, y comenzar a producir otro diferente. Incluso aquel que cae enfermo, por el motivo que sea, ya no entenderá la recuperación como un qué necesario, un tiempo de espera para volver al mundo, sino que considerará que verdaderamente es un tiempo perdido, puesto que «hoy no pude ser productivo». 

    2.2. El intercambio de «camino», en sentido poético, por el de «proceso» y el fin al objetivo

Es conocido el concepto de «camino» aplicado en su sentido poético y metafórico en el lenguaje cotidiano: uno afirmaba “tengo un camino por delante», mientras el uno de ahora afirma, por ejemplo: «estoy en el proceso de sacarme la carrera y conseguir el título». 

El concepto poético de camino humaniza a la persona: pues uno en el camino se cae, se levanta, se tropieza, etc., mientras que el concepto de «proceso» orienta a la persona únicamente al fin determinado. 

Uno debe seguir el proceso con el menor error posible, pues cualquier «error», te aleja de conseguir tu fin determinado, pero mientras uno persigue el fin, el tiempo de vida se gasta. Ya no importa el propio andar el camino siendo consciente de que uno inevitablemente en él se tropieza, se desvía, luego vuelve, y que el propio caminar es lo único que tenemos; lo único que tiene importancia es finalizar el proceso, lo antes posible y con el mejor rendimiento posible, y así conseguir el fin deseado. 

El intercambio terminológico no solo deshumaniza a la persona, sino que hace creer que la importancia está en el resultado y en su maximización, y no en el propio hacer del caminar. 

    2.3. El concepto de «inversión»

El concepto de «inversión», al igual que la productividad y el proceso, se ha hecho un hueco también en el lenguaje cotidiano. El uno ya no dice: «dedico mi tiempo a mis amistades, mis inclinaciones, mi familia», sino más bien: «invierto mi tiempo en aquello que me hace ser más yo, como mi familia o mis amistades». 

El asunto es grave, y con el fin de querer ser profundamente explicativo he decidido dividir este apartado en dos. 

        2.3.1. “Inversión” y “dedicación”

Hemos caído en la trampa de afirmar que el tiempo de vida se “invierte”, no se “dedica”. No solo apuntamos ya al tiempo de trabajo como inversión, sino el propio tiempo de vida. Creo expresar mejor lo que vengo a querer decir a través de un ejemplo: el artesano que antes hacía una pieza de madera, por ejemplo, dedicaba el tiempo en el sentido más profundo y verdadero de «dedicar». Este trataba a la pieza con sumo cuidado, con atención y paciencia, el amor hacia refería tanto al propio hacer como al propio resultado: la pieza. Invertir el tiempo en cualquier hacer es algo completamente diferente: uno invierte buscando un beneficio, el propio hacer pierde importancia, y tan sólo en el punto de mira queda el resultado. 

El tiempo de vida ha de ser dedicado y no invertido

        2.3.2. La inversión de tiempo en el-otro.

Verdaderamente afirmar «invierto mi tiempo en estar con mi familia y mis amistades», como afirma hoy el uno, implica necesariamente que yo he de obtener un beneficio de tal inversión, a menudo, el uno dice: «me hace más yo». También se afirma: «no voy a invertir mi tiempo en alguien que no me aporta nada».

El sistema de mercado ha causado tanto estrago en la psique humana que buscamos en el-otro el beneficio propio, cuando el-otro no está ahí para darte algo más que su atención, su cuidado y su propio tiempo de vida, en definitiva, su sola presencia.

El-uno rechaza a aquel que no le aporta nada, y no solo eso, incluso cuando el-otro que antes te aportaba algo, una profunda emoción, por ejemplo, en el caso de un amor romántico, y ahora ya tal emoción no aparece con su presencia, este ya no me aporta un beneficio, por lo tanto, no ha de estar en mi vida, ni menos invertir mi tiempo en él.

El tiempo, y más en relación con otra persona, en ningún caso ha de ser dedicado, no invertido. 


3. Final del artículo

El sistema de mercado no sólo causa estragos en la psique humana en cuanto a su causa fáctica: trabajo temporal, condiciones precarias, horarios partidos, etc.; sino que este también hace mella a través del lenguaje tal que se ha visto en el presente artículo. 

Tanto la causa fáctica como la causa lingüística pueden ser denominados como dos a través por los que el comienzo del siglo XXI adolece enfermo neuronalmente. La medicina seguirá avanzando, y las farmacéuticas seguirán sacando rédito de ISRS y ansiolíticos más potentes y más precisos, cuando verdaderamente, el único fin radical para el comienzo patológico de este siglo viene a ser el cambio en las relaciones de producción presentes. 

 

Emilio del Corral Jimenez

La inclusión del lenguaje del sistema de mercado en el lenguaje cotidiano


Bibliografía

Han, Byung-Chul (2017): La sociedad del cansancio. Barcelona: Herder.


 

Cómo citar este artículo: DEL CORRAL JIMÉNEZ, EMILIO. (2023). La inclusión del lenguaje del sistema de mercado en el lenguaje cotidiano. Numinis Revista de FilosofíaÉpoca I, Año 2, (CV1). ISSN ed. electrónica: 2952-4105.




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