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El corazón de Abella

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El corazón de Abella

Abella. Dicen que en verdad el apellido llegó de Italia, de una ciudad citada por Virgilio, famosa por unas nueces, al parecer, exquisitas. Allí también hablaban osco. Da fe de ello el hallazgo del Cippus Abellanus que el abate y erudito Gianstefano Remondini hizo allá por el año 1745. Hoy pocos se acuerdan de Remondini, nacido en Génova el último año del siglo XVII, el jueves 29 de octubre de 1699. Murió el 9 de febrero de 1777.  Era domingo. ¡A quién le importa! La ciudad dio nombre al fruto seco, nux abellana, y al apellido de los caballeros italianos que llegaron con los troyanos al concejo astur de Valdés. Allí fundaron dos solares: uno en Luarca, los Abella, y otro en Orano, los Abelló.

Hay quienes dicen que Abella viene de ‘abeja’, que así es como se dice en bable y en catalán también. Ponen de este modo el apellido a quienes trabajan con este laborioso insecto, con la miel o a quienes tienen un hablar meloso, pero que a las primeras de cambio, le clavan a uno el aguijón. ¡Pamplinas! De tener algo que ver con las abejas, sería con su laboriosidad. Uno lo dice porque conoce a un Abella de laboriosidad ciclópea. Vive en el barrio de San Marcos, en Segovia. Cosa extraña, porque él es de Burgos y la mayoría de Abellas se encuentran a miles de kilómetros de distancia, en Filipinas. ¡A saber cómo llegaron hasta allí!

Este Abella de Segovia es un ser casi mitológico: conoce la misteriosidad del alma humana con la precisión del galeno que sana al enfermo con el ensalmo de la palabra; compone historias y libros… Es escritor. Tiene el pelo encanecido, la barba blanca; su voz, queda, de sabio. A través de los cristales de sus espejuelos ve el mundo con la perspectiva de una rara avis. Hay quienes creen que ha firmado un pacto con el diablo y que en algún lugar cercano al acueducto lo aguarda un diablillo con el móvil en la mano dispuesto a cobrarse el selfie de su alma. ¡Patrañas!

Su nombre es José Antonio y sí, algo de mitológico tiene, porque sus libros cuentan historias tan inverosímiles como reales. Así es su última novela El corazón del cíclope. Se la acaba de publicar la editorial Menoscuarto. ¡Dan igual los premios! Le ha salido redonda, como una buena hogaza horneada en alguna tahona divina. Leerla es sumergirse en ese mundo de las personas de buena ley a quienes la historia —¡la vida, redios, la puta vida!— acaba arrollando, un mundo de humanidad en el dificultoso camino del aprendizaje vital:

 

No hay idea que valga la vida de un hombre, pero los hombres luchamos y nos matamos por las ideas, cuando deberían ser las ideas quienes lucharan y se mataran por los hombres. […] La vida, en ocasiones, parece responder a un guion escrito sobre nuestra cuna. Llamamos casualidad al fruto del azar, no a las causas que plantaron su semilla.

 

Habrá quienes piensen que José Antonio Abella no es un ser mitológico, que es un ser humano como otros tantos millones de seres humanos. Quizás no les falte razón, pero ignoran una cualidad secreta y extraordinaria de este escritor. Cuando cae el sol, sale a pasear con su perrillo por la ribera del Eresma. En un lugar asilvestrado e inhóspito al que acude cuando el vencejo sobrevuela Segovia, a orillas del río, hay una roca sobre la que se sienta. Abre los oídos, cierra los ojos y respira hondo. Entonces se obra el milagro, que no el pacto con el diablo. De su cuerpo emerge el alma que vuela hasta el acueducto para unirse a los vencejos que lo atraviesan con gran algarabía. Entonces, el alma de José Antonio se transforma en un vencejo que va ascendiendo en círculos, lentamente, hacia el cielo hasta perderse de vista. Dicen que desde allí observa el mundo en silencio, sobrevolando las vidas humanas, y que es allí donde encuentra la inspiración para escribir sus extraordinarias historias. Ya de noche, cuando nadie lo ve, su cuerpo de pájaro se transmuta en alma humana y regresa al dueño que lo espera sentado, con una sonrisa placentera, sobre la roca a orillas del Eresma. Abre los ojos, su perrillo despierta de un letargo inexplicable y juntos regresan a casa, en el barrio de San Marcos, donde les espera María Jesús, su mujer… Y es entonces cuando uno quisiera estar en el corazón de Abella. 

 

Michael Thallium

El corazón de Abella

 

Cómo citar este artículo: THALLIUM, MICHAEL. (2023). El corazón de AbellaNuminis Revista de FilosofíaÉpoca I, Año 2, (CV14). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2023/06/el-corazon-de-abella.html

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