La violencia
de la no violencia
Violento, ta: Del lat. violentus.
1. adj. Dicho de una persona: Que
actúa con ímpetu y fuerza y se deja llevar por la ira.
3. adj. Que implica una fuerza e
intensidad extraordinarias.
4. adj. Que implica el uso de la
fuerza, física o moral.
5. adj. Que está fuera de su natural estado, situación o modo.
Es muy fácil
situarse en contra de la violencia: los argumentos se anudan fácilmente con el
cordón de la empatía, ese sentimiento que hemos de contemplar bajo un prisma
naturalista. Evolutivamente, la empatía tiene sentido en tanto que liga con la
supervivencia del grupo. No se trata de evocar argumentos esencialistas para
comprender por qué, en una con conciencia biológica y corporal como la humana,
se nos remueve algo cuando imaginamos un daño en el otro. Criticar la violencia
parece apelar a un instinto de solidaridad común y natural, aunque a veces haya
sido tentativamente colonizado por ideologías, religiones o culturas concretas.
Quizá lo complicado esté, de hecho, en justificar la violencia. En el «mejor de
los universos políticos posibles» (Sancho de Pedro, 2022) y ante una trágica
historia de violencia que recorre el trazo totalitario del sXX, nuestras
alarmas tejidas democráticamente saltan cuando parece que alguien se dispone a
ejecutar una apología maquiavélica. En este sentido, realizar una serie de
distinciones categóricas sobre qué tipos de violencia pueden
reconocerse, nos puede dejar un tramo de campo fértil dónde cultivar una
apología de cierto tipo de violencia, mientras que otros modos
pueden seguir desterrándose al desierto de la amoralidad.
He de ser
honesta y reconocer que esta diferenciación entre tipos de violencias tiene
truco. Sin embargo, hasta que no se introduzcan ciertas cuestiones, la trampa
no será comprendida en toda su complejidad. Una ha de comenzar por explicar qué
tipo de violencia es la que merece ser criticada, despreciada y repatriada.
Esta refiere a aquel uso de los medios que ocasiona o amenaza con un daño
corporal considerable, entendiendo cuerpo aquí en gran
amplitud, como algo que es capaz de recoger las experiencias de dolor psíquico,
cognitivo, mental o emocional. Es aquella a la que Max Weber adjudicaba al
Estado en tanto que monopolio (Weber, 2007). Por esta identificación y desde
una mirada feminista, no es descabellado señalar que se trata de una violencia
patriarcal, en tanto que identificamos este adjetivo como el abrigo del que se
viste el Estado. Se trata de una violencia que es inherentemente física,
corporal y brutal: toda forma de violentar que participe de estos rasgos,
aunque no sea ejercida directamente por el Estado, es capaz de compararse e
incluso tomarse como una reproducción de menor grado de esta modalidad. De esta
manera, la violencia machista podría ser una expresión, pero también puede
servir como ejemplo el considerar como solución solvente resolver disputas “a
puñetazo limpio”.
¿Acaso existe
otra forma de concebir a lo violento? En la otra punta categórica, quedaría
aquella modalidad que precisamente enfrenta contra el primer tipo.
Paradójicamente, es aquella que ha sido denominada como no violencia.
Esta modalidad no participa de ninguna de las características anteriormente
señaladas, pero sí es recibida por parte del Estado y de los medios como tal,
como desestabilizadora con cariz violento (Kelly, 1992: p. 170). Desde las
raíces del ecofeminismo y del pacifismo antifascista, la fundadora del Partido
alemán de Los Verdes, Petra Kelly, la definía de esta forma:
La no
violencia, como principio y técnica, es un conjunto de ideas acerca de cómo
debería vivirse la vida, así como una estrategia para la consecución de un
cambio social. El respeto a la vida es una de sus características esenciales y
al mismo tiempo un deseo de liberación (p.300).
La no
violencia como forma de vida y de resistencia imaginativa está intrínsecamente
relacionada con las técnicas de la desobediencia civil (la huelga, las
manifestaciones y las sentadas, entre otras) cuando la democracia falla para
alcanzar los objetivos. Es una separación voluntaria y consciente de los medios
monopolizados por el Estado que atentan contra la dignidad de las personas. No
escinde radicalmente entre moral y política, sino que las unifica y las
contempla como único camino para alcanzar la paz social y la liberación
definitiva. Es coherente y fiel con la idea de Lev Kopelew que enuncia cómo «cualquier fin en principio bueno quedaría anulado si se aplican malos medios
para conseguirlo» (Citado en Kelly, 1992: p. 291). Esta línea de acción no debe
ser subestimada. La no violencia es efectivamente violenta porque atenta
directamente contra las formas de actuación típicas del Estado moderno.
Precisamente, por esta constitución antagónica, alterna, abyecta y frontal que
la caracteriza es por lo que debe ser tomada como el medio propio de la
resistencia izquierdista. La estocada final se dará cuando la contrahegemonía
monopolice la no violencia y la enfrente sin tapujos contra la otra violencia,
característica de lo hegemónico.
María Sancho
de Pedro
La violencia
de la no violencia
Bibliografía
- KELLY, P.
(1992). Pensar con el corazón. Textos para una política sincera. Círculo
de lectores.
- REAL ACADEMIA
ESPAÑOLA: Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., [versión
23.6 en línea]. https://dle.rae.es. [Entrada: violento, ta]
- SANCHO DE
PEDRO, MARÍA. (2022). Un totalitario a pie de calle. Numinis Revista
de Filosofía, Época I Año 1, (CL1). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. http://www.numinisrevista.com/2022/08/un-totalitario-pie-de-calle-maria.html
- WEBER, M.
(2007). La política como profesión. Biblioteca Nueva, págs.
55-65.
Cómo citar
este artículo: SANCHO DE PEDRO, MARÍA. (2023). La violencia de
la no violencia. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 2, (CL29).
ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2023/04/la-violencia-de-la-no-violencia-maria.html
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Convendría reflexionar acerca de si un enfoque no violento realmente es útil para el propósito tan enorme como es el de alcanzar la paz
ResponderEliminarDesestabilizar conceptos arraigados en la hegemonía para desde ellos construir herramientas contra ella, un ejercicio interesantísimo y constructivo. Magnífica columna María, siempre un placer leerte :)
ResponderEliminarGracias!
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