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Replanteando la migración climática

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Replanteando la migración climática

El tropismo se define según la RAE como el «movimiento de orientación de un organismo sésil como respuesta a un estímulo». Este fenómeno, direccionado externamente y nativo de seres arraigados al suelo, puede ayudarnos a replantearnos la migración climática actual y, con la intención de reflexionar sucintamente sobre esto, nace la columna de hoy. Antes de ello, cabe advertir que aunque existe el taxismo (entendido como el “movimiento reflejo de un organismo motil ante un estímulo”), la naturaleza estacionaria de la dinámica tropista nos permitirá profundizar mejor en las causas del exilio climático.

Así, entender la migración humana como un tropismo es reconocer que, aunque móviles, los humanos estamos radicados en unas condiciones ecosistémicas, socioculturales y político-económicas que no sólo crean coordenadas de origen sino también de destino. O sea, la situación que vivimos gesta la direccionalidad de la migración y, por tanto, es fundamental para dar forma a nuestros deseos. En la raíz de estos, está el impulso de vida que a todes nos acucia, pero también el sistema de muerte que nos amenaza: el capitalismo petrosexorracial. Este, como sagazmente evalúa Preciado, se basa en la «destrucción del ecosistema, violencia sexual y racial, consumo de energías fósiles y carnivorismo industrial (Preciado, 2022, p. 43)», características propias de un régimen patriarco-colonial que derivan en una crisis climática imposible de ignorar como fuente de exilio.

Este régimen y sus consecuencias fraguan un capitalotropismo positivo (en tanto que se sucumbe a la fuente del estímulo), que hunde a todes en un realismo capitalista, entendido como que «es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo (Fisher, 2009, p. 21)», e induce al Sur global en la creencia de que existe una meritocracia en el Norte global. Además, a esta creencia se le suma la citada crisis climática, cuyo origen se sitúa entonces en el extractivismo consumista, neoliberal y neocolonial del Norte global y cuya consecuencia radica en la saturación de condiciones tóxicas del Sur global y, por tanto, la incubación de necroespacios que no dejan más remedio a sus habitantes que migrar para (intentar) sobrevivir. Así, los tropismos del Sur global abandonan por completo el ecosistema, privándole de correctos cuidados nacidos de una interpretación epistémica alternativa. El capitalotropismo, cuya mecánica es direccionar la producción de riqueza hacia el Norte a costa de los ecosistemas biosociales del Sur, degenera en un climatotropismo negativo (en tanto que se huye de la fuente del estímulo), devastador para la salud simbiótica de la Tierra. 

Para entender esto último debemos concebir la era actual no tanto como Antropoceno o Capitaloceno, ambas centradas en la actividad humana, sino como Chthuluceno (Haraway, 2019). Este concepto, acuñado con el objetivo de transicionar desde una concepción moderna y antropocéntrica del sujeto político hacia un entendimiento de este como agente simbiótico, nos permite comprender la existencia y migración humanas como una red de cooperación y resistencia entre organismos de toda especie que difumina la frontera entre seres y ecosistema. Ya no es posible entonces trazar un evidente límite entre ambos, pues juegan en un complejo flujo de impactos que conecta profundamente los deseos del migrante con sus condiciones ecosistémicas. Con esto, aunque podamos formular prácticas climatotrópicas positivas que direccionen nuestros esfuerzos hacia el estudio y paliación de la ecopatología mediante la creación de dinámicas más sostenibles de existencia, es necesario asumir la colectiva naturaleza de la identidad y episteme humanas para poder ponerlas en práctica.

Cabe señalar entonces que, al introducir al ecosistema e individuo en una misma y compleja dinámica, se puede justificar el pragmatismo interpretativo del tropismo en tanto que el movimiento está enmarcado y nada puede salirse de él, alejándonos de la visión estatista que acota el fenómeno migratorio al cruce de fronteras y lo hace paralelo al cruce de ecosistemas. Es más, al entender que el germen del desplazamiento migratorio está arraigado en la mecánica capitalista petrosexorracial y patriarco-colonial, se complejiza el estudio del hecho migratorio pero, sobre todo, se visibiliza la causa última de la crisis climática, que propicia la migración climática. Concluyo pues diciendo que la aplicación de este fenómeno biológico a la antropología de la migración nos permite reflexionar sobre el carácter enraizado y direccionado del deseo migratorio, así como nos auxilia en la revalorización de la actual migración climática, pues más allá de un reflejo movimiento hacia un estímulo, es un síntoma del dolor de aquellos despatriados cuyos ecosistemas están siendo masacrados en nombre del statu quo. 

 

Ceres López García

Replanteando la migración climática 

 

Bibliografía

-      PRECIADO, P. (2022). Dysphoria mundi. Anagrama.

-      FISHER, M. (2017). Realismo capitalista: ¿No hay alternativa? Caja Negra.

-      HARAWAY, D. (2019). Seguir con el problema. Generar parentesco en el Chthuluceno. Consonni.

 

Cómo citar este artículo: LÓPEZ GARCÍA, CERES (2023). Replanteando la migración climática. Numinis Revista de FilosofíaÉpoca IAño 2, (CL2). ISSN ed. electrónica: 2952-4105.

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3 comentarios:

  1. Me interesa tu análisis, pero para lectores más neófitos tu preciso vocabulario creo que está fuera de una comprensión exacta de dicho análisis.
    En cualquier caso enhorabuena..

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  2. María Sancho de Pedro17 de abril de 2023, 18:50

    Me parece super necesario en el analisis de la crisis climática hablar desde un eje de interseccionalidad! Muy interesante, Ceres!

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  3. Es importante entender las migraciones climáticas desde el arraigo ecológico y sociocultural, o más bien como la negación de este. ¡Buen artículo!

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