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Sin miedo, sin esperanza, sin envidia

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Sin miedo, sin esperanza, sin envidia

Llevaba once años recluido en la clínica de las Monjas Azules de Roma, en una habitación pequeña, muy sencilla, con una camita individual. Había elegido la soledad. Las hermanas cuidaron de él hasta que la vela de su espíritu se extinguió un viernes 26 de septiembre de 1952. Tres meses más tarde hubiera cumplido 89 años. Murió de cáncer, aunque cuentan que una caída en los últimos escalones del Consulado español en Roma, el 4 de junio de ese mismo año, aceleró su muerte. Acababa de renovar su pasaporte español. No quiso que lo enterrasen en camposanto, así que los del consulado buscaron un lugar donde inhumarlo honradamente; si no, su destino hubiera sido un cementerio para delincuentes y criminales, único lugar no consagrado por aquel entonces. Finalmente, lo enterraron en el Panteón Español de la Obra Pia, en el cementerio Campo Verano. Muy pocos asistieron al entierro. Fue un martes gris y con viento. Daniel Cory su amigo, secretario y albacealeyó un poema antes de entregar el féretro a la tierra. Lo leyó en inglés, porque Jorge Santayana, ese inmenso filósofo y literato, a pesar de ser español hasta su muerte, había escrito toda su obra en inglés:

 

Un año más tarde, ese poema se publicó en un libro titulado The Poets Testament: Poema and Two Plays, aunque se había conocido antes en español, porque Emilio Garrigues, a la sazón primer vicesecretario de la Embajada de España ante la Santa Sede y quien también estuvo presente en el entierro de Santayana, lo había traducido e incluido en un artículo que escribió para la revista Ínsula en noviembre de 1952. De la muerte de Santayana también se había hecho eco en octubre de ese año la filósofa María Zambrano, entonces exiliada en La Habana.

Para Santayana había un mundo natural que podía describirse parcialmente por medio de la observación científica, pero también había otro mundo, el mosaico de la imaginación, en el cual él se sentía más cómodo, aunque, en una conversación mantenida con Daniel Cory poco antes de morir, Santayana prevenía: «Lo que es importante recordar, sin embargo, es no ahogarse en ninguno de los dos mundos. Ambos son esenciales para una filosofía digna de su nombre».

Permítanle a uno no escribir la cita más famosa de Santayana que muchas personas repiten como loros ignorando quién fue su autor. Quienes no hayan leído a Santayana, se asombrarán cuando lean alguna de las cosas que escribió. Su obra es inmensa y de él dijo el pensador Antonio García-Trevijano, distinguiendo entre democracia formal regida por la libertady democracia material regida por la igualdad, que era el mejor filósofo español de todos los tiempos. Una democracia regida por la libertad puede acercarse a la igualdad entre ciudadanos; una democracia regida por la igualdad imposibilita la libertad.

Uno supo de Jorge Santayana hace algunos años al leer Invitación a filosofar según espíritu y letra de Antonio Machado, un libro de otro filósofo hoy también preterido, Juan David García Bacca. Uno no puede más que recomendar la lectura del filósofo y literato que fue portada algo anecdótico, sí, pero relevantede la revista Times allá por febrero de 1936. Léanlo en inglés; si no, háganlo en español. Lo importante es leerlo. Comiencen por El último puritano o por Personas y lugares. Leer la obra de Jorge Santayana y conocer su paradójica vida de cosmopolita y cenobita es un muy buen modo de darse cuenta de que «el nacionalismo es la indignidad de tener el alma controlada por la geografía». Y a quienes ya lo hayan leído, que nunca olviden el deber de recordarlo ante quienes lo han preterido: todo tiempo, nuestro presente, todo espacio, nuestro lugar, sin miedo, sin esperanza, sin envidia.

 

Michael Thallium

Sin miedo, sin esperanza, sin envidia


Cómo citar este artículo: THALLIUM, MICHAEL. (2023). Sin miedo, sin esperanza, sin envidiaNuminis Revista de Filosofía, Época II, Año 2, (CV4). https://www.numinisrevista.com/2023/03/Sin-miedo-sin-esperanza-sin-envidia.html

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