Fenomenología de lo erótico
El amor no siempre comienza, así nos lo revela la realidad, con un movimiento intencional que parte del sujeto en tanto que amante y que apunta a su objeto en tanto que amado. El término del amor (aquello que tiene por objeto el amante) nos conmueve e impulsa hacia sí como si de alguna extraña vinculación anterior se tratase. La maravilla del amor consiste justamente en esta especie de sino, en esa unión más auténtica y originaria que el movimiento de búsqueda y encuentro con lo amado. Esta aventura del amor, que es la aventura por excelencia, la define Levinas como una especie de "elección de lo que no se había elegido".
He aquí donde reside la media
verdad de la media naranja. Puesto que este nexo entre los amantes, que es
escogido y no al mismo tiempo, puede ser descrito como una re-unión con
quien fue hecho y pensado para mí; con quien paradójicamente, como las piezas de
un puzzle, encajo a la perfección. Pero estar predestinados el uno para el otro
no significa estar condenados, la aparente desdicha del destino puede declinar
en gracia del encuentro, perfecta coincidencia y alineación; vuelta al lugar
del que provenimos y nos separaron. Mas lugar sin espacio, pues no es ni un
aquí ni un allí, sino de otro modo, un alguien, Otro.
Y, aunque el hombre puede en la
medida de sus posibilidades amarlo todo, tanto a una persona como a un
pensamiento, idea o cosa la diferencia estriba en que el amor que se dirige a
Otro, por ser este la trascendencia, nos lanza y rechaza más acá de la
inmanencia misma. Más acá y más allá o, de otro modo, necesidad y disfrute de
la amada y deseo sin satisfacción que aguarda la trascendencia.
El amor consiste, mis queridos
lectores, en esta ambigüedad; en esa necesidad y deseo de lo absolutamente Otro
(como bien mostró Platón tiempo atrás). La relación que por amor se
establece con Otro se transforma también en anhelo y búsqueda de lo connatural,
del alma hermana. Sin embargo, esta necesidad de Otro no anula su alteridad,
que sigue manteniéndose en la relación absoluta y absuelta. Además, es
justamente su exterioridad quien nos revela esta ambigüedad, a la vez palpable
y no, todavía una caricia que toca y apresa y, por otro lado, búsqueda de lo
intangible e invisible.
Se trata pues de atravesar la
evidencia de lo visible para de este modo encontrarnos con lo invisible,
traspasar esta carne hacia otra que, aun no siendo, ya se anuncia. El Otro que
volviéndose objeto de mi necesidad se vuelve también objeto de mi disfrute
puede conducirnos al egoísmo del Yo; pero no solo me busco a mí en el disfrute
del Otro, sino que busco además el disfrute de aquel. Su disfrute me hace
disfrutar. Lo ambivalente del deseo y la necesidad, esto es, del disfrute
de la trascendencia, funda la originalidad de lo erótico, lo equívoco por
excelencia.
La gracia de este equívoco reside
en la ambigüedad, a la vez necesidad y solicitación de esta honda
inmanencia; lanzamiento que sin dejarme atrás me catapulta hacia la
trascendencia, hacia lo invisible. Así es como verdaderamente se describe el
erotismo de lo erótico, en el hecho por el cual lo que se da no se entrega
absolutamente. Lo erótico constituye el equívoco mismo, posibilidad para
el amante de dirigirse hacia la amada sin que pierda por ello un ápice de su
identidad o singularidad, de su ser-la-trascendencia. La amada permanece por
tanto siendo trascendente a mí, inalcanzable e intocable; conserva su
virginidad siempre virgen. Es por ello lo que la amada busca esconder y,
el amante, trata de encontrar y traer a sí.
Tomás Bravo
Gutiérrez
Fenomenología
de lo erótico
Cómo citar este artículo: BRAVO GUTIÉRREZ, TOMÁS,
Fenomenología de lo erótico (2023) Numinis Revista de filosofía, Año 1, 2023, (CM17).
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