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Breve disertación sobre la pregunta — María Sancho de Pedro

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Breve disertación sobre la pregunta

¿Qué es una pregunta? ¿Por qué la película de Origen de Christopher Nolan la cagó usando para su tesis el formato de idea en vez de apelar directamente a la pregunta? ¿Por qué no es posible alcanzar una certeza o un conocimiento seguro hasta haberlo hecho pasar por el filtro del interrogante? Estas preguntas y muchas más no serán contestadas en la siguiente columna. O al menos, no puedo asegurarlo. Pero sí podemos dedicar, escritora y lector, un momento en el que reflexionemos acerca de un formato epistemológico tan interesante como es el de la interrogación y lo que cabe dentro de sus límites, marcados por unos signos tan simpáticos como «¿» y «?».

La tesis fundamental que me apetece explorar se resume en el poder de extrañamiento que desprende la interrogación: la pregunta extraña el contenido. Tiene la capacidad de revolver algo conocido, algo que se tiene incluso por cierto, y transportarlo a un páramo de duda, en el que habita lo desconocido o en el que descasan las cuestiones abiertas. El acto de preguntar consiste en abrir esa puerta que comunica con la sala de espera donde encontramos una cantidad de cuestiones que aguardan a ser atendidas y respondidas adecuadamente. 

Se trata de una herramienta peligrosa en cuanto a que acerca al sujeto del conocimiento a un estado de delirio, en el que no existe certeza alguna sobre la veracidad o falibilidad de algo. Desde este eje de visión, la locura no es más que la extensión del horizonte de posibilidades, pero hacia el infinito. Evidentemente, la incomodidad que puede provocar esto ya ha sido considerada, por ejemplo, por parte de los escépticos pirrónicos, que la resolvían aplicando la acción de suspender el juicio (epojé), para así poder alcanzar la ataraxia (algo así como un estado de tranquilidad para el alma). 

La pregunta no tiene porque formularse verbalmente ni en alto. En la literatura española tenemos el mejor ejemplo sobre lo que puede resultar de llevar esta tediosa y constante disposición interrogante a la práctica. El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha ejemplifica el curioso caso de una vida en la que la única certeza es la pregunta infinita, con la inevitable consecuencia de un delirio tan potente que es capaz de convertirse en la motivación y la constitución última de un personaje. 

Si alguna huella queda en los alumnos de las enseñanzas de la filosofía en el Bachillerato español, quizá sea precisamente la asociación que se hace entre la pregunta filosófica —si es que acaso ello existe—, y la capacidad de asombro, a la que Platón se refiere como la disposición natural del filósofo, una que precede y permite el conocimiento. En base a lo comentado anteriormente, esto se puede traducir de la siguiente manera: el tornar un contenido en extraño es vital para poder recuperarlo o reconocerlo como cierto o certero. 


Si se quiere resolver un problema, hay que considerarlo primero como ya resuelto y poner nombres a todas las líneas que parecen necesarias para construirlo, tanto a las conocidas como a las desconocidas. Luego, sin hacer ninguna diferencia entre las conocidas y las desconocidas, se recorrerá la dificultad según el orden que muestre, con más naturalidad, la dependencia mutua de unas y otras.


La cita anterior pertenece a la Geometría cartesiana. Descartes, el famoso patrocinador del escepticismo metodológico, dedicó el tema central de su filosofía a la hermana abstracta y extrema de la pregunta, la duda radical. Ella pertenece a lo abstracto y a lo extremo porque se puede experimentar sin un contenido per sé. Es por esto que hablábamos en el primer párrafo de la pregunta como formato. Si se procede con honestidad, cualquier cuestión, problema o tema puede ser introducido dentro del campo delimitado por los signos de interrogación. De esta manera, el objeto de duda se presta —a veces oponiendo resistencia— a ser analizado y a ser reflexionado, desplegando como resultado una serie de consecuencias fácticas, valorativas o prácticas. 

Sin embargo, ha de considerarse que, en ocasiones, el extrañamiento puede ser deshonesto. A veces se emprenden estrategias que usan el formato interrogatorio de manera desleal. Es el caso de las preguntas retóricas, que se usan en el contexto de una argumentación para apoyar una tesis que ya se tiene por cierta. Esta táctica de carácter retórico puede estar apelando precisamente al carácter de fundamento epistémico o de precedente necesario para el conocimiento que se ha estado explorando a lo largo de esta reflexión.

Definitivamente, la pregunta es un formato epistemológico que entraña verdaderos peligros para el sujeto del conocimiento en cuanto a que le aproxima a un desfiladero en el que predomina lo inhóspito y lo desconocido. Por otro lado, quizá sea todavía más peligroso para este mismo sujeto el sostener un conocimiento como fundado pero que jamás se ha sometido a cuestionamiento. En este último caso, estamos delegando la tarea de proporcionar un conocimiento seguro en otros. Es decir, por no preguntar, estamos siendo presas fáciles ante la manipulación que otros puedan ejercer sobre nosotros.

 

María Sancho de Pedro

Breve disertación sobre la pregunta

 

Bibliografía:

-   DESCARTES, R. (1978). Discurso del método: Meditaciones Metafísicas. Espasa-Calpe. 

-   SEXTO EMPÍRICO. (1993). Esbozos Pirrónicos. Gredos. 

-   UGALDE QUINTANA, J. (2017). El asombro, la afección originaria de la filosofía. Areté29 (1), 167-181. https://revistas.pucp.edu.pe/index.php/arete/article/view/18967/19193

 

Cómo citar este artículo: SANCHO DE PEDRO, MARÍA. (2023). Breve disertación sobre la pregunta, Año 1, 2023, Revista de Filosofía Numinis (CL22). https://www.numinisrevista.com/2023/02/breve-disertacion-sobre-la-pregunta.html

ISSN ed. electrónica: 2952-4105

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3 comentarios:

  1. "la pregunta extraña el contenido2. ¡Casi nada!

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  2. Eso de contemplar la pregunta como formato epistemológico sin duda alguna da para más

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