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«Vegetariano, ¿y las plantas qué?»

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Rodeos antiespecistas en torno al reino vegetal

Una pregunta a la que ocasionalmente nos enfrentamos las personas vegetarianas o veganas es: «¿por qué no comes animales, pero sí plantas, cuando ellas también son seres vivos y sufren?» La mayoría de las veces se trata de una pregunta cínica cuyo único objetivo es descalificar nuestra dieta y las motivaciones que le subyacen. No hay en quien la enuncia una preocupación real por las plantas y sus vidas, menos si cabe cuando todas las personas que me han planteado esta cuestión alguna vez no solo comían animales ¡sino también plantas! Si su argumentación fuese sincera tendrían que admitir que, aun sabiendo que sufren, se valen de ellas sin ningún remordimiento para alimentarse, lo cual es una actitud un tanto inmoral en alguien que se está presentando como fiscal de la moralidad vegetariana.

En todo caso, es una objeción y por deshonesta que sea hay que darle respuesta. La que solemos ofrecer desde el vegetarianismo/veganismo es que debido a su desarrollo evolutivo como organismos autótrofos (que elaboran su propia materia orgánica para nutrirse) y sésiles (que no pueden desplazarse de un lugar a otro) las plantas no han necesitado un sistema nervioso y sin este resulta imposible hablar de sintiencia o dolor. Una entrada de vegetarianismo.net (2017) sobre este asunto es diáfana al respecto:

«La capacidad para sentir dolor es una característica seleccionada por la evolución para que los animales podamos huir de posibles peligros […]. A las plantas, ancladas como están en la tierra, este mecanismo de alarma les sería, no sólo innecesario, sino incluso muy perjudicial (imaginaos sentir dolor sin poder huir). Su estrategia de supervivencia es completamente distinta y no requiere de capacidad para sufrir.»

La consecuencia de esto es que las plantas carecen de una «percepción mental de su vida» (ibid.), al contrario que los animales. Nosotros «experimentamos nuestra vida, sufriendo si nos dañan y disfrutando de nuestra existencia. Huimos de las sensaciones desagradables y evitamos la muerte» (ibid.)Acciones todas que no cruzan la frontera del reino animal al vegetal.

Pero ¿acaso las plantas no reaccionan ante lo que les afecta? Sin duda, por eso el antiespecista y vegano Luis Tovar nos insta a no confundir sensorialidad (capacidad para percibir estímulos y responder ante ellos) y sensibilidad (experiencia subjetiva). Bien es cierto que las plantas disponen de lo primero, pero ello no debería llevarnos a inferir lo segundo. En palabras del propio Tovar (2012):

«Hay máquinas eléctricas que poseen sensorialidad, como es el caso de los termostatos que perciben la temperatura del ambiente, pero aunque los termostatos perciben la temperatura no sienten ni calor ni frío porque no pueden sentir; lo mismo sucede con las plantas.»

Tovar da la puntilla al citar al botánico Javier Fuertes: «No hay que olvidar que las plantas carecen de cerebro y por tanto de conciencia, no deciden activamente realizar una acción u otra, simplemente reaccionan a ciertos estímulos cuando poseen los receptores apropiados» (ibid.).

Una respuesta similar a esta es la que yo siempre he ofrecido ante la dichosa «cuestión vegetal» y hace un año la habría suscrito íntegramente. Sin embargo, la investigación de las últimas décadas en campos como la cognición, la ecología o la neurobiología vegetales arrojan dudas sobre esta visión mecanicista de las plantas, que podrían distar mucho de ser «termostatos orgánicos».

Estudios de los últimos 20 años plantean con seriedad al menos tres hipótesis, interrelacionadas pero en principio independientes (salvo quizá la tercera, necesitada de la segunda), que paso a enumerar en orden ascendente según su grado de controversia:

1) Hipótesis de la inteligencia vegetal: si tomamos una definición de inteligencia amplia como la de David Stenhouse, a saber, «conducta adaptativa variable en la vida de un individuo» (citado en Trewavas, 2003: p. 1), podemos encontrar numerosas evidencias en favor de la inteligencia vegetal. Lejos de ser robots preprogramados, deben conocer bien su nicho ecológico y saber reaccionar ante las muchas variables que allí se producen. Un ejemplo claro son las raíces, que exploran el suelo en busca de nutrientes y crecen en aquellas direcciones donde más abundantes son (Op. cit.). Asimismo, las plantas trepadoras como el guisante tienen que buscar un asidero que les permita escalar. Para ello extienden sus zarcillos (pequeños tallos muy flexibles) tratando de percibir los objetos de su entorno hasta que encuentran uno adecuado y centran todos sus esfuerzos en crecer en esa dirección. Una vez lo alcanzan, los zarcillos se agarran a él rodeándolo y la planta lo utiliza como soporte para su crecimiento. Esta conducta se ha comparado con la capacidad de escalar de algunos animales, cuya inteligencia no suele estar en duda (Guerra et al., 2019). Un último ejemplo de inteligencia vegetal proviene de la Mimosa púdica, especie famosa por plegar sus hojas cuando la tocan como una manera de enfrentarse a sus depredadores herbívoros. Sin embargo, los ejemplares de jardines públicos como el de Kew (Londres) han aprendido que ser tocadas por los transeúntes no supone una amenaza, por lo que cuando esto ocurre ya no pliegan sus hojas. Esto demuestra que las plantas son capaces de aprender por habituación y además de memorizar, pues retienen esta información en el tiempo (Gagliano y Marder, 2019).

2)  Hipótesis de la neurobiología vegetal: tras la publicación en 2006 de lo que se podría considerar el manifiesto de la neurobiología vegetal («Plant neurobiology: an integrated view of plant signaling») ha habido dentro de la botánica un intenso debate sobre la posibilidad de que las plantas tengan sistema nervioso. Tal planteamiento puede parecer descabellado, ya que estas carecen de neuronas y cerebro. No obstante, los datos parecen indicar que las plantas son capaces de transmitir información de una parte a otra de su cuerpo usando señales eléctricas, como en los sistemas nerviosos animales, y también químicas e hidráulicas (Mancuso y Viola, 2013: p. 75). A su vez, en los organismos vegetales es posible encontrar químicos que en los animales desempeñan un papel neurotransmisor, como la dopamina, la serotonina, el glutamato o el GABA (Calvo y Lawrence, 2022). Todo esto ha llevado a neurólogos como Miguel Tomé y Rodolfo Llinás (2021) a sostener que sería conveniente ampliar la definición de sistema nervioso para poder incluir a las plantas. La clave al caracterizar un sistema nervioso no debería ser el reino del árbol de la vida al que se pertenece, sino la función que se realiza (transmitir información de una parte a otra del organismo), que está presente tanto en animales como en plantas, aunque con un embalaje material distinto.

3)   Hipótesis de la conciencia vegetal: este es sin duda el planteamiento más polémico y conjetural. Ahora bien, la evidencia a favor de las dos hipótesis anteriores ha llevado a algunas personas a plantear la razonable posibilidad de que las plantas tengan una experiencia subjetiva análoga a la de los animales. Si bien aún falta información al respecto, hay estudios que afirman que las plantas disponen de propiocepción (capacidad para saber dónde está cada parte del cuerpo en todo momento) (Hamant, 2016), lo que suele ser indicativo de conciencia. Otros investigadores, más explícitos si cabe, defienden que la conciencia facilita la conducta vegetal (Trewavas et al., 2020).

Como sucede casi siempre en el mundo científico, ninguna de estas tres hipótesis se ha probado de una vez y para siempre. De hecho, tanto la inteligencia (Adams, 2018) como la neurobiología (Taiz, 2019 et al.) y la conciencia (Mallat et al.; 2021) vegetales han sido rechazadas explícitamente por otros investigadores. No obstante, el debate está abierto y la evidencia a favor no es desdeñable. En este sentido la filósofa Florianne Koechlin (2009) sostiene que:

«No sabemos si las plantas son capaces de sensación subjetiva. No hay pruebas científicas de que sientan dolor. Pero también está claro que no podemos descartarlo sin más. Hay evidencia circunstancial a favor, aunque no una cadena completa de evidencia. Sin embargo, las pretensiones de que las plantas carecen de sensaciones subjetivas son tan especulativas como su opuesto. Simplemente no lo sabemos. No podemos afirmar con certeza que las plantas adolezcan de la capacidad para percibir activamente. Hasta ahora la capacidad vegetal para percibir su entorno ha sido profundamente infravalorada» (p. 79).

Precisamente por esto, y ante un posible escenario en que las mencionadas hipótesis (sobre todo las dos últimas) fuesen ganando aún más fuerza, el antiespecismo debería aplicar el principio de precaución y reflexionar sobre cuáles podrían ser las consecuencias de la sintiencia vegetal, que es lo que está en el fondo del debate. Recalquemos las investigaciones sobre las capacidades de las plantas no pretenden desmerecer las de los animales, a los que debemos seguir profesando todo nuestro respeto y responsabilidad con independencia de qué suceda en el reino vegetal. No estamos ante una conspiración «anti-antiespecista» orquestada por omnívoros diletantes. Lo que está en juego aquí no es el antiespecismo como conjunto de ideas y prácticas, sino los límites de su consideración moral. Dicho esto, volvamos a la pregunta con la abríamos este artículo. ¿Tienen sentido las dietas vegetariana y vegana a la luz de la presente discusión? Por supuesto que sí. En la segunda parte de esta columna veremos por qué.

 

Pavlo Verde Ortega

Vegetariano, ¿y las plantas qué?

 

Bibliografía

ADAMS, FRED. (2018). «Cognition wars». Studies in History and Philosophy of Science, (68), 20-30

ANÓNIMO. (2 de mayo de 2017). «Las plantas y los vegetarianos: ¿también sufren las plantas?». Vegetarianismo.nethttp://www.vegetarianismo.net/servegeta/plantas.html 

CALVO, PACO y LAWRENCE, NATALIE. (2022). Planta sapiens. The Bridge Street Press: Londres (Reino Unido)

GAGLIANO, MONICA y MARDER, MICHAEL. (13 de agosto de 2019). «What a plant learns. The curious case of Mimosa pudica». Botany onehttps://botany.one/2019/08/what-a-plant-learns-the-curious-case-of-mimosa-pudica/

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TAIZ, LINCOLN; ALKON, DANIEL; DRAGUHN, ANDREAS; MURPHY, ANGUS; BLATT, MICHAEL; HAWES, CHRIS; THIEL, GERHARD y ROBINSON, DAVID G. (2019). «Plants neither possess nor requiere consciousness». Trends in Plant Science, (8), 677-687

TOVAR, LUIS. (30 de junio de 2012). «¿Y qué pasa con las plantas?». Filosofía veganahttp://filosofiavegana.blogspot.com/2012/06/y-que-pasa-con-las-plantas.html

TREWAVAS, ANTHONY. (2003). «Aspects of plant intelligence». Annals of botany, (92), 1-20

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TOMÉ, SERGIO y LLINÁS, RODOLFO. (2021). «Broadening the definition of a nervous system to better understand the evolution of plants and animals». Plant Signaling and Behavior, (16, 10), 32-50

HAMANT, OLIVIER y MOUILIA, BRUNO. (2016). «How do plants read their own shapes?». New Phytologist, (212), 333-337

 

Cómo citar este artículo: ORTEGA VERDE, PAVLO. (2023). «Vegetariano, ¿y las plantas qué?»Numinis Revista de Filosofía, Año 2, 2023, (CM19). https://www.numinisrevista.com/2023/01/Vegetariano y las plantas qu.html

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