Enredos lingüísticos más allá de
la especie y los prejuicios
A menudo
planteo la necesidad de un diálogo multiespecies. Es decir, de tender puentes
comunicativos con el resto de seres vivos para mejorar nuestra convivencia con
ellos. Una de las respuestas que más habitualmente recibo es que se trata de
una idea loable, pero impracticable. ¿Cómo sería ni siquiera concebible
comunicarnos con otros animales (no hablemos ya con las plantas o con las
bacterias) cuando la distancia entre ellos y nosotros es tan insalvable?
A esto suelo
replicar con otra pregunta: si a una persona del norte global la llevasen a
vivir de un día para otro sin ayuda de ningún tipo de intérprete o diccionario
con los waris, un pueblo indígena de la Amazonía cuya lengua es famosa por su
fonética imposible, ¿lograría comunicarse con ellos? A pesar de la forma tan
capciosa en que está formulada la pregunta, probablemente la respuesta sea
afirmativa. Ya desde el primer momento una cierta comunicación a base de gestos
y señas sería posible. Pasado el tiempo podría llegar a entender el contenido
básico de lo que dijesen e incluso, con gran empeño, tal vez llegase a
articular algunas frases en su idioma. Por supuesto, sin la posibilidad de una
traducción perfecta siempre restaría un margen más o menos amplio de
indeterminación, pero no lo suficiente como impedir que pudiéramos hacer cosas
con palabras, función esencial del lenguaje según John L. Austin.
Evidentemente,
por grandes que puedan ser las barreras lingüísticas y socioculturales entre
los waris y las personas del norte global, pertenecemos a la misma especie y
nuestras disposiciones cognitivas son similares. Esto supone una gran
ayuda en el empeño de entenderse en situaciones límite como
el experimento mental del párrafo anterior. Sin embargo, lo que hace posible la
comunicación en dicha escena no es tanto el hecho de pertenecer a la misma
especie y compartir capacidades intelectuales, sino el haberse familiarizado
con la comunidad wari y las situaciones significativas en las que aflora su
comunicación. Y debido a las distancias sociales y culturales este proceso de
aprendizaje puede resultar largo y complicado.
Contrariamente,
las diferencias de especie no tienen por qué suponer una barrera cuando existe
una convivencia estable entre las partes. Esta hace posible la emergencia de un
mundo vivido común en el que la comunicación, a pesar de las distancias evolutivas,
se da cotidianamente. De manera análoga, cuando Wittgenstein menciona en
las Investigaciones filosóficas que si un león hablase no lo
entenderíamos no se refiere específicamente a que sea imposible comprender
a estos felinos, sino a que: «[…]
nos cuesta trabajo entender a los otros cuando pertenecen a una cultura del
todo distinta y con la que no estamos familiarizados» (Meijer, 2022: p. 149). Esto es válido tanto
para seres humanos como para otros animales (y quizá también para especies
vegetales, fúngicas, bacterianas… Pero empecemos por aquellos que tenemos más
cerca en el árbol de la vida).
Para
justificar esto último hemos de volver a Wittgenstein. La gran lección de este
pensador vienés es que el lenguaje no es un fenómeno aislado de la vida. En
primer lugar, y como bien recoge la filósofa y adiestradora canina Vicky
Hearne, el lenguaje es un hecho corporal. No hablamos con símbolos inmateriales
que un supuesto hardware fisiológico procesa y exterioriza,
sino que los medios expresivos del cuerpo son constitutivos del lenguaje. Esto
tiene repercusiones claras traspasado al ámbito del diálogo entre especies:
Hearne
señala en sus informes sobre la comunicación con los perros y los caballos que
los gestos, la postura corporal, el contacto visual, el tacto y otras formas de
interacción física son más importantes en la comunicación con otros animales
que el uso de palabras humanas (Ibíd.: pg. 40).
Además,
tanto el lenguaje corporal como las propias palabras están enraizados en
nuestras prácticas sociales, en nuestra cultura, en la acción concreta que
estemos emprendiendo… en definitiva, en un contexto vital que involucra muchas
otras cosas. Solo a través de este adquiere significado lo que decimos. Puesto
que hay animales con los que compartimos nuestro contexto vital, debemos
secundar a Eva Meijer (ibíd.) cuando sostiene que:
[…] la
especie a la que pertenece un animal no determina la calidad de la comunicación
ni la intimidad de una relación. […] Hay humanos de conectan entre sí de muchas
maneras, pero otros tienen poco en común, mientras que hay animales y personas
que comparten muchas cosas (p. 124).
Para hacer
posible un diálogo entre especies no necesitamos decodificar todos y cada uno
de los símbolos que el resto de animales utilizan para expresarse ni
precisamos que ellos entiendan todas las palabras que proferimos o escribimos.
Lo que necesitamos es apreciar la comunicación que ya entablamos a diario con
aquellos que nos son más próximos (mascotas o animales de granja) y esforzarnos
por incluir en la medida de lo posible dentro de nuestros contextos
significativos y comunicativos a aquellos con los que mantengamos relaciones
menos directas. Esta última no es una tarea fácil y quizá sería exagerado
pensar que puede lograrse con absolutamente todos los animales sobre la Tierra.
No obstante, el margen de mejora es amplio y tratar de entender a nuestros
compañeros de reino sería una buena manera de forjar mejores relaciones con
ellos. En la próxima columna expondré algunos casos en los que la búsqueda de
comunicación y la apuesta por una cohabitación satisfactoria para animales
humanos y no humanos no son una utopía.
Pavlo Verde
Ortega
¿Es posible
la comunicación con animales?
Bibliografía
-
MEIJER, EVA. (2022). Animales habladores.
Taurus.
Cómo citar este artículo: ORTEGA VERDE, PAVLO. (2022). ¿Es posible la comunicación con animales? Numinis Revista de Filosofía, Año 1, 2022, (CM13). https://www.numinisrevista.com/2022/11/es-posible-la-comunicacion-con-animales.html
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Muy buen artículo, Pavlo. Muy necesario resaltar que la expresividad corporal es constitutiva del lenguaje para favorecer la comunicación entre especies.
ResponderEliminarGracias, Matías! Son cosas que hay que recordar de vez en cuando
EliminarPablo, tus artículos siempre nos hacen reflexionar. Muy interesante y muy necesario.
ResponderEliminarMe alegro de oírlo. ¡Muchas gracias!
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