Quien mucho abarca, poco aprieta
Cuando uno empieza a ocupar cada vez más y más espacios frecuentados por filósofos, se empieza a percatar de ciertos hábitos que les caracterizan como grupo. Por supuesto, esta tendencia, al menos en mi caso, se puede explicar por la presencia de un sesgo cognitivo de generalización excesiva, o lo que se conoce más comúnmente como formular “estereotipos”. Aunque los prejuicios sobre grupos nunca son justos, en determinados casos, algunos responden a cierta explicación. Quizá la forma de salvaguardarnos de cometer una pecaminosa generalización sea abstenernos de afirmar que la tendencia que queremos señalar se encuentra en todos los filósofos, sino que su presencia ha sido encontrada por el observador —en este caso, mi persona—, al menos, más de una vez y en más de una persona.
Una
de las costumbres que antes insinuaba me parece singularmente apreciable por la
cantidad de veces que la he escuchado, aparte de haberme sorprendido a mí
también utilizándola. Se trata de una salida argumental de lo más curiosa que
funciona como respuesta disconforme cuando alguien hace alguna generalización
sobre el ser humano. Por ejemplo, nos encontramos en una acalorada discusión
con un monista, que súbitamente afirma: “El ser humano es cuerpo, puramente
material”; y nosotros, desavenidos, nos incorporamos y le respondemos: “Eso es
reduccionista”.
Efectivamente,
en algunos círculos filosóficos las acusaciones de reduccionismo se lanzan como
cuchillas por el aire. Las razones que suelen apoyar la tesis suelen ser
siempre las mismas, casi podrían parecer evidentes. Hay ciertas
generalizaciones que son reductivas puesto que no hacen justicia a la gran
complejidad que presenta nuestra especie. En el caso de un monismo material,
afirmar que el ser humano es un cuerpo, quizá deja en el tintero otras
cuestiones interesantes referentes a la cultura, a la estética o a los
contenidos intencionales que se puedan predicar de nuestras
proposiciones.
Sin
embargo, tampoco se cuestiona por qué el concretar la existencia humana es algo
que se considera perverso. Para empezar, podríamos alegar que las razones
presentadas para justificar la conclusión de que algo es reduccionista nos
llevan a una problemática que no es fácilmente resoluble. Realmente, ninguna
generalización va a poder acaparar la totalidad de lo que somos. Si aplicamos
las consecuencias de la argumentación que se suele conceder cuando algo se
califica de reduccionismo, se nos borra la posibilidad de realizar casi
cualquier afirmación sobre nuestra especie que salte a un plano un poco más
abstracto o general.
Por
todo esto, quizá estemos abusando de acusar de reduccionismos acá y acullá sin
motivos procedentes. De hecho, puede que sea conveniente que ciertas
generalizaciones reduzcan al ser humano al contenido que predican. Quizá en lo
que estábamos fallando es en atender a una sola de estas, en vez de escuchar
atentamente lo que delimita cada uno de estos intentos de aproximarnos a
nuestra identidad en forma de oración copulativa. Es más, esta iniciativa
consciente nos puede mostrar mucho más acerca de la inconmensurabilidad del ser
humano. Igual si apretamos, conseguimos por fin profundizar un poco más en
nosotros, en vez de continuar a la deriva por un océano que sabemos
que nunca podremos llegar a navegar.
María Sancho de Pedro
Quien mucho abarca, poco aprieta
Cómo citar este artículo: SANCHO DE PEDRO, MARÍA. (2022). Quien mucho abarca, poco aprieta. Numinis Revista de Filosofía, Año 1, 2022, (CL6). http://www.numinisrevista.com/2022/10/quien-mucho-abarca-poco-aprieta-maria.html
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