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Un Aliado Incómodo
«Las naciones no tienen amigos ni enemigos permanentes, sólo intereses». Esta frase tan sucinta y seca es tan punzante como verdadera. La pronunció el político Lord Palmerston, justo en la cumbre del imperio británico. Pocas sentencias podrían resumir mejor las relaciones diplomáticas entre países en la era contemporánea, a pesar de tener ya casi dos siglos de antigüedad.
En la agitada política internacional de ahora, en la cual la lucha por la disponibilidad de recursos se ha vuelto un tema urgente, cada país busca asegurar sus suministros a un precio mucho mayor para mantener el statu quo. Por supuesto, España y Europa en general no suponen una excepción a esta regla. Los países más ricos en recursos son los que más tienen por ganar, lo cual nos lleva al tema de hoy: Estados Unidos como un incómodo aliado para Europa.
Si examinamos la historia cuidadosamente, podemos observar que el titán americano ha llevado un siglo de poderío casi hegemónico, considerando su rol decisivo en la primera guerra mundial. La guerra fría vino a poner ese músculo en cuestión, pero el hundimiento de la unión soviética desde dentro señalaba como el país era incapaz de seguirle el ritmo. Desde el final de la guerra fría a principios de los noventa hasta hoy, hemos tenido treinta años para observar cómo el país americano acrecentaba su influencia gracias a su poderío económico, militar, industrial y cultural.
Europa y Estados Unidos han sido aliados naturales no solo por pura geopolítica, sino también porque comparten fuertes lazos culturales, históricos, lingüísticos y un largo etc. No en vano, la esfera occidental recoge tanto las américas como el continente europeo. Sin embargo, también es cierto que Estados Unidos ha aprovechado su poderío en contra de los intereses europeos. Ejemplos cercanos los tenemos, sin necesidad de remontarnos en la historia: el dólar se erige como moneda cada vez más dominante frente al euro, su riqueza de recursos ha permitido abastecer a Europa a un precio mayor, su cultura e industria cinematográfica se expande en detrimento de la cultura autóctona europea, etc. En España, Estados Unidos ha pasado a ser nuestro mayor proveedor de petróleo desde que el gobierno cambió de posición con respecto al Sahara occidental, vendiéndonos el crudo a un precio sustancialmente mayor que Argelia.
La complacencia de los políticos de varias naciones europeas llegó a tal punto que se redujeron masivamente los gastos en defensa, bajo la lógica de que si alguna nación atacaría Europa, Estados Unidos aplastará la amenaza con su inmenso ejército. No ha sido recientemente que se ha aumentado el gasto en defensa debido a la obvia amenaza que tenemos en frente. Quizá el mayor fracaso en el plano económico de Europa ha sido la indecisión y tardanza con la que se ha afrontado la inflación, así como el mal vicio de muchos gobiernos de gastar más de lo que pueden permitirse, el español entre ellos.
Así pues, Estados Unidos es un aliado incómodo para Europa. Indudablemente es mejor estar del lado de la potencia americana que del de Rusia o China, pero junto a las varias indudables ventajas, también impone varios aspectos negativos que, aunque no tan obvios, no son menos importantes. La única posibilidad real de cambiar esta situación sería si los estados de la unión europea se unieran en una nación de naciones (irónicamente, como Estados Unidos), pero esto es algo que, sí ha de suceder, tardaría aún varias generaciones en realizarse.
Tiene toda la pinta de que la vieja dicotomía de la guerra fría ha vuelto para quedarse de nuevo, y ello no hace más que reforzar al titán americano y a continuar el papel servil de Europa. Por ello, debemos de establecer fórmulas definitivas que aseguren nuestra propia subsistencia sin depender tanto de agentes externos.
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