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El fenómeno de la inclusión «forzada» — María Sancho de Pedro

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El fenómeno de la inclusión «forzada»

El auge de las plataformas de streaming es una consecuencia directa del Big Bang de Internet. La World Wide Web y su entramado permiten que el usuario tenga a su alcance una cantidad cuasi infinita de información y productos. En la mayoría de las ocasiones, es al internauta al que le toca la tarea de filtrar, superar el estado inducido de ansiedad por disponer de tantas opciones, elegir y, finalmente, consumir. Es innegable que los sucedáneos de Netflix actualmente tienen el dominio de la producción cultural en el formato audiovisual. El poder que tienen como medios de comunicación de masas es indiscutible. Además, han colaborado en transformar la experiencia estética con respecto a la imagen en movimiento. Dicho de otra forma: la serie ha ocupado el lugar que antes encabezaba el cine, y ahora las historias de la gran pantalla se pueden disfrutar cómodamente desde su salón.

En el espacio de opinión que se crea a raíz de estas plataformas resuena últimamente un eco aquejado de una supuesta inclusión forzada que respondería al mandato de una siniestra dictadura progre, término creado por los inocentes detractores de la misma. El murmullo disconforme procede de cierto espectador que se remueve en su asiento al ver como crece la representación en pantalla de personas no blancas o no heteronormativas, y frunce el ceño ante el aumento de personajes femeninos en papeles protagonistas. A veces, incluso llegan a relacionar directamente la caída de suscripciones en Netflix con la evidente apuesta por la inclusión que reflejan sus más recientes producciones. De esta manera, se descartan otras potenciales causas quizá incluso más probables, como la disminución de calidad en sus lozanos estrenos o la tendencia creciente de contratar y compartir una única cuenta que hace más rentable el proceso de consumo para el usuario.

Se debe aclarar que efectivamente puede admitirse que en los últimos años se ha vivido una clara deriva ideológica hacia el campo de la izquierda. Las luchas sociales que este sector abandera se han extendido y amplificado, mientras que las demandas de los colectivos marginados han ganado masa y terreno. Cada uno de estos grupos tiene muy clara su protesta concreta, pero recientemente la interseccionalidad fomenta la solidaridad para con otras luchas y sujetos vulnerables. Esto hace que la izquierda se plantee por parte del opositor como un cosmos general susceptible a una crítica global, incluso en los casos más concretos, por ejemplo, como sucede cuando se presencia el menor síntoma de una representación forzosa de personas habitualmente invisibilizadas. Es decir, cuando el espectador se topa con un protagonista queer mal construido, en vez de culpar al creador de dicho personaje, acusa a la izquierda y a los sujetos del colectivo LGTB de ser los autores intelectuales del crimen.

La fibra sensible de los escandalizados se enerva ya del todo cuando se trata de las infames adaptaciones. Por aquel fenómeno que señalábamos al principio de la proliferación de demasiadas opciones al alcance del usuario, parece ser que no hay filme que consiga emocionarnos como en otros tiempos. Al parecer, apelar a la ineludible nostalgia de los clásicos que ya han conseguido conmovernos es una buena estrategia de ventas. Los libros también se llevan a la pantalla para cumplir con este objetivo. Por ello, nos encontramos con que las principales franquicias del cine estrenan sus nuevas versiones desde una presunta mirada feminista, mientras que obras como El Señor de los Anillos se vuelven a retomar, pero rompiendo con el molde tradicionalmente sesgado en cuanto a la fisionomía de sus personajes.

El espectador quejica —que normalmente no tiene problemas para encontrarse reflejado en una cinta—, no desea reflexionar acerca de las virtudes de ampliar el espectro de representación en los medios culturales. Por el contrario, prefiere alegar que este fenómeno no es algo necesario, o que se debe anteponer la voluntad original del autor a la transgresión de un dañino canon. No obstante, como sociedad, debemos preguntarnos por qué nos molestan ciertos cambios en la adaptación de unos personajes y tomar conciencia sobre cómo incluso el terreno de nuestra imaginación parece estar colonizado por un sesgo de privilegio.

Este sesgo tiene su propio método de reproducción particular: tanto el autor de la obra como el receptor de la misma suelen pertenecer a nuestro sistema. Este, entre otras facetas, se caracteriza por favorecer una tiranía de la mayoría, como argumenta Jonh Stuart Mill en su obra Sobre la libertad. Quizá nos molesta el auge de representación de los colectivos invisibilizados precisamente porque las saca del armario y hace evidente su presencia. Este acto de transparencia se contrapone a la propia tendencia sistémica de apartar a las minorías. Nosotros, al formar parte de ese sistema y, por tanto, de ese sesgo, lo ratificamos y reforzamos cuando denunciamos, por ejemplo, que a nuestro personaje favorito le han oscurecido la piel.

En el denso humo del debate social parece desecharse una valiosa reflexión con respecto a este fenómeno. La introducción de la diversidad en los medios es un ejercicio necesario para una sociedad cada vez más globalizada, por tanto, también variada. Evidentemente, las grandes empresas al mando del volante de la inclusión, no están llevando a cabo esta revolución con la intención de visibilizar minorías históricamente apartadas. Ante las demandas cada vez más crecientes de los colectivos que han logrado alzar la voz, se han visto obligadas a considerar que cada marginado equivale a un consumidor, por tanto, implica también para ellos una oportunidad de ampliar su mercado objetivo. 

Es precisamente por ello por lo que la discusión sobre la inclusión “forzada” habría de tomar como objeto de denuncia a las propias empresas que tienen el poder sobre cuando comenzar y detener su visibilización; no es justo dirigir la ofensiva a los colectivos vulnerados simplemente porque soliciten representación. La cultura tiene la enorme ventaja de ser un campo flexible en el que cabe la reinterpretación. Quizá habríamos de sacarle provecho y reflexionar acerca de qué es más importante: el atesoramiento de una obra estática que replica sesgos dañinos para la sociedad o su capacidad de cambio y su posible transformación en una obra dinámica y heterogénea.

 

María Sancho de Pedro

El fenómeno de la inclusión «forzada»

 

Cómo citar este artículo: SANCHO DE PEDRO, MARÍA. (2022). El fenómeno de la inclusión «forzada»Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 1, (CL2). ISSN ed. electrónica: 2952 4105http://www.numinisrevista.com/2022/09/el-fenomeno-de-la-inclusion-forzada.html

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