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Concretamente, en primera persona — María Sancho de Pedro

   


Concretamente, en primera persona

Debo confesar algo. Una columna no es fácil de escribir. El formato no está tan fijado como podría parecer y, por ello, genera un espacio que permite tanto divagar como recogerse. Una columna de apellido filosófica ya es harina de otro costal. Ciertamente, en algo debe tratar de diferenciarse lo que aquí se lee con las columnas de opinión habituales que se pueden encontrar en alguno de los conocidos periódicos nacionales. Históricamente, la columna de comentario o de opinión nació como un intento de generar un espacio de conexión entre escritor y espectador un poco más cercano, en el que se trataban temas de actualidad desde una perspectiva menos disfrazada de objetividad.

 

Personalmente, cuando me enfrenté a la realización de mi primera columna, me vi ante multitud de pequeñas decisiones que tuve que ejecutar para poder labrarme un estilo. Hubo una de estas cuestiones formales que casi no tuvo oposición en mi jurado mental. El uso de la primera o tercera persona ya se había deliberado. La herramienta de escritura en primera persona puede generar en el lector una sensación de informalidad no buscada, además de que se crea una aproximación muy nítida entre texto y autor. Me pareció que la apuesta por un riesgo literario tan grande era suficiente argumento en contra como para desecharla en mi propia escritura.

 

He de confesar que me pasa exactamente lo mismo cuando leo de personas ajenas. Me adentro en la lectura de colegas o autores que usan el formato de la egocéntrica persona y me revuelvo en mi asiento, porque me es más fácil cuestionar lo que cuentan. Mi fachada de lector se adorna de un escepticismo pirrónico más disruptivo que eficaz, al hallarme frente a frente con la subjetividad marcada de otra persona que no soy yo. Precisamente, como el arte de preguntar no se termina ni con uno mismo, la última vez que me vi en una situación tal, el interrogante surcó mi mente y no desapareció. ¿Por qué no me gusta la primera persona del singular?

 

Puede que tenga que ver con el miedo. Como hemos mencionado, la tercera persona permite que te alejes de tu texto. Generas un estado de falsa objetividad en el lector, en la que parece que las propias ideas cobran autonomía y la autoría de ellas queda sembrada en el olvido a la hora de procesarlas. Se podría argumentar que la tercera persona permite un mejor ejercicio de abstracción de dichas ideas, y, por tanto, facilitaría la comprensión de reflexiones más complejas.

 

Por otra parte, dicho ejercicio de abstracción borra de la lectura el espectro de lo concreto. A veces me parece entrever como en la gran trayectoria que dibuja la flecha de la tradición filosófica, se ha tratado de priorizar lo abstracto a lo particular, a lo encarnado, a lo material. Sin embargo, lo concreto ofrece un plano de estudio tremendamente interesante. Las múltiples concreciones constituyen el mundo. A lo concreto se le teme porque parece que no ofrece terreno contemplativo suficiente. Ni siquiera sabría decir si existe algo así como un punto de transición entre lo concreto y lo abstracto, o incluso si esta avanzadilla se ha de dar necesariamente. 

 

Tampoco sabría decidir si el hecho de reflexionar sobre una categoría como es la de “lo concreto” no constituye una especie de sacrilegio conceptual. Parece contradictorio. Lo que sí está claro es que la primera persona efectivamente atrae a lo concreto, y lo trae para aquí, para donde yo como escritora me lanzo a reflexionar sobre unas teclas y para donde tú como lector te atreves a tratar de comprenderme. Ciertamente, me recuerda mucho a la epistemología de los conocimientos situados de Donna Haraway. El proceso del conocimiento siempre es encarnado porque nos lanzamos a la tarea del conocer, del escribir y del leer desde nuestros cuerpos. Unos cuerpos que, evidentemente, son concretos. 

 

Por todo esto, quizá haya llegado la hora para mí —y quizá también para ti— de familiarizarnos con esa primera persona, de asumir los riesgos y de acomodarnos en el ámbito de lo concreto, renunciando al prejuicio que se hace en nombre de lo abstracto. Quizá deba asumir que puede ser que, mientras escriba, mi columna soy yo. Y que, cabe la posibilidad, de que esta columna también puedas ser tú, en la medida en que dialogas con ella: concretamente, yo desde mi primera persona, y tú, desde la tuya.


 

María Sancho de Pedro

Concretamente, en primera persona



Cómo citar este artículo: SANCHO DE PEDRO, MARÍA. (2022). Concretamente, en primera persona, Numinis Revista de Filosofía, Año 1, 2022, (CL5).



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