

La literatura es fuego
La
literatura es una forma de rebelarse al Status Quo, pero también es una manera
de expresar a través de las palabras aquellas que se encuentran caladas en la
profundidad de nuestro ser y que muchas veces, por distintas razones, no lo
podemos decir. Ahí, la literatura aparece como un aliciente que permite a los
escritores imaginar mundos y escenarios, traerlos a la realidad, incluso la
posibilidad de vivir en ellos, también se pueden crear y recrear personas que
existieron u otras que solo existen en el pensamiento del escritor o el poeta.
Muchos escritores han manifestado mediante la literatura esa forma de
expresarse a través de la escritura, que tal vez no lo pueden hacer mediante la
oralidad, como también hay escritores que se expresan desde las dos formas,
tanto oral como escrita.
El
papel de la poesía
En
el caso de la poesía, siempre ha sido una de las mejores formas de poder
expresar en pocas palabras aquella belleza guardada en el corazón del poeta,
esa misma belleza se refleja en la musa que inspira aquellas letras que, en la
antesala de la vida se encuentran sumergidas en un sinfín de emociones a veces
inexplicables. El poeta, lejos de amilanarse frente a la inspiración de su
musa, se lanza al encuentro de ella, declarando su amor sin medida, dejando al
descubierto esa pasión guardada y a veces incomprendida por quienes no tienen
esa pizca de humanidad que sí tiene el poeta. En otras oportunidades, ni la
musa misma está enterada que es la fuente de inspiración del poeta. En esos
casos, hace falta que el poeta declare sus versos en el mismo sendero de su
musa inspiradora, hasta incluso cuando ella no se dé cuenta.
En
la historia de la literatura podemos encontrar a Dante y Beatriz, Petrarca y
Laura, Lope de Vega y Amarilis, Miguel Hernández y Josefina, donde muchos de
estos poetas no solo se inspiraron, sino que también declararon su amor a pesar
del tiempo, la edad, la fortuna, la fama o la lejanía de las almas. Porque no
importaba el espacio y el tiempo, siempre había una forma en que el poeta
encontraba a aquella que le recomenzara a inspirar, no solo los poemas, sino
que la vida misma tenía mayor sentido que antes, y que, a pesar de las
imposibilidades, se adentraba junto a ella en ese mismo sendero de flores en
que ambos caminaban. En casi todas ellas, el poeta contraía nupcias con su musa
inspiradora, pero en otros, la espera era una forma oportuna para sellar aquel
cariño absoluto que el mundo jamás entendería, así como no se logra entender
hasta nuestros días el corazón del poeta.
Nuestra
sociedad necesita reivindicar el papel del poeta, porque a través de sus
palabras podemos encontrar no solo la inspiración a nuevos poemas, sino que el
poeta es la vivencia misma de quien sufre por el amor no correspondido, el amor
no encontrado o el amor encontrado en la lejanía del destino, incluso cuando ya
ha encontrado el amor, pero sin aquella inspiración divina; el poeta sigue
buscándolo sin cesar, porque no se conforma solo con el amor, sino que su musa
sea la que traspase el espacio y el tiempo, y puedan al fin encontrarse, y sea
ella el amor mismo, encarnado en su mismo ser. Asimismo, el poeta escribe desde
el dolor y si no hay dolor, se inventa uno, con la finalidad de seguir en la
búsqueda de aquella belleza encarnada en la mujer que lo inspira, pero este
dolor no necesariamente es causarse daño, sino que es causa de aquella
felicidad de haber encontrado en poco tiempo lo que no había alcanzado en
mucho.
La
musa del poeta no necesariamente se encuentra a su lado, sino que puede estar
tan lejana como el mar o como el soplo del viento que vira hacia el norte
cuando el poeta está en el sur. Pero, la distancia de las ciudades no es
impedimento para aquellas visitas inesperadas o miradas que se puedan
entrelazar desde una ventana, como fue el caso de Lope de Vega y Amarilis, que
a pesar de cualquier imposibilidad ambos se amaron en la profundidad de su
poesía, ella correspondió a ese amor y entre los dos se lanzaron contra el
mundo mismo, sin importar que luego una tragedia lleve a una profunda tristeza
al poeta, pero esa misma musa que lo inspiró, él mismo la cuidó hasta el lecho
de su muerte; no hubo forma de que el poeta virara hacia otro lugar, como
habría declarado: fue el amor de su vida. No importó el precio. Si no que la
poesía se hizo viva, se translució en la vida misma del poeta.
El poeta se debe a su amada musa, cuya inspiración tiene la misma forma del amor, pero no es cualquier amor, es la forma más sublime de esta: ἀγάπη (ágape), que es el amor desinteresado, que no busca su propio bien, sino de aquella que es la inspiración, es el amor incondicional, a tal punto de ir contra el mismo mundo o mover cielo y tierra para estar junto a su musa o incluso ir a su encuentro. Contra todo pronóstico, el poeta rompe con lo convencional y se adentra hacia las profundidades del amor, lugar a veces solitario, pero sabe muy bien que su amada allí lo espera, para que ambos caminen por ese mismo sendero de flores aromáticas que son la expresión del amor profesado a pesar de cualquier cosa. El poeta no es nada sin la mujer que lo inspira, pero si ella le da la espalda, el poeta no dejará de ser poeta, sino que hasta la indiferencia de su musa será causa de más poesía, aunque esté sangrando en el alma, el poeta seguirá escribiendo y manifestando a través de las palabras aquella belleza que solo ha visto en la mujer que le ha inspirado. Ese arrebato de inspiración es la causa de que el poeta haga viva su propia poesía, sin reparos de la misma soledad que ella podría significar.
La
narrativa en acción
En
el caso del escritor no hay diferencia, porque la mayoría de los escritores
comenzaron escribiendo poesía y luego pasaron a la narrativa o terminaron
escribiendo algún texto narrativo, como es el caso de César Vallejo, Pablo
Neruda o Mario Vargas Llosa. En el caso de los dos primeros son poetas, pero
también escribieron narrativa y en el caso de Mario Vargas Llosa escribía
poesía erótica a pedido de sus amigos en el colegio militar. Para cada uno
ellos, la literatura ha sido una forma de escape de la realidad, pero también
una forma de expresión de su propio dolor, así como de aquellas angustias que
han penetrado hasta el cuerpo más fiero. Los escritores no solo se han
inventado mundos inexistentes, sino que han logrado crear personajes que tal
vez lleguen a existir de verdad. La literatura es una forma de escape, pero
también es una manera de ir contra el mundo preestablecido, es una forma de
gritar desde las palabras escritas, pero también de reclamar todas aquellas
injusticias a las que están sometidos gracias a una sociedad que mantiene viva
toda posibilidad de no tener profetas en su propia tierra.
La
literatura es una forma de escapar de la realidad, pero también de recrear
nuevas realidades en medio de una sociedad cada vez más tecnologizada. La figura
del escritor ha sido vapuleada a lo largo de los años, desde que no se apoya la
escritura o que solo se vire hacia un solo sector, entonces se quita importancia
al proceso intelectual y literario de los escritores. Porque el escritor, al
igual que el poeta, narra sucesos, pero de una forma más larga, se detiene en
los detalles y es como el pintor, se toma el tiempo para poder terminar el cuadro,
que no es cualquiera, sino que debe ser el mejor de todos. El escritor también tiene
su inspiración, en muchas ocasiones son las experiencias, pero en otras es la
mujer detrás de su hombro, aquella que le alienta a continuar en la marcha, para
que siga haciendo lo que más le gusta: escribir. Sin importar lo que los demás
piensen.
De esa manera se han forjado muchos escritores, que con todo pronóstico han sabido sortear los peligros de dejar de escribir, porque ningún escritor se hace de una fortuna escribiendo, así como tampoco se hace famoso de la noche a la mañana. El proceso creativo del escritor está íntimamente ligado a esa inspiración que surge de su contacto con el otro. Pero, esa otra persona no necesariamente es alguien que solo está a su lado, sino que muchas veces esa inspiración está en otra parte, en otro espacio o en otro tiempo. La inspiración no siempre obedece a una situación concreta, sino a quien esté dispuesta a ser parte de esa experiencia inspiradora del escritor, su musa como en la poesía, pero que va más allá de toda temporalidad, asumiendo el reto de no solo inspirar, sino de ser la columna vertebral de sus escritos, así la inspiración toma la forma de la mujer amada, quizá inalcanzable al inicio o en el proceso; pero, ¿acaso deben estar juntos en el proceso creador?, es tal vez el destino que juega a los dados y ella está en otro lugar, otro tiempo, otro espacio, donde solo la profunda mirada del escritor logra escrutar el corazón lejano y lo hace cercano a él.
Su corazón viaja a esa velocidad de la imaginación, sin importar cualquier barrera, todo es posible en el terreno de la creación literaria, todo se puede en medio de los arrebatos de la inspiración. Lo que hace el poeta en un verso o un poema, en el escritor, es a nivel exponencial, de forma que tiene más tiempo para concretar a su musa narrativa, aquella que le quita el sueño y que se convierte en parte de ese sueño que solo el escritor descifra a través de sus propios códigos creativos. La creatividad literaria es una narrativa en acción, porque no está sujeta a un programa, sino que es conducida de forma natural que ni el escritor ni su musa se enteran de ello. Por eso, el poeta y el escritor son la flecha de un mismo arco en manos de Odiseo, porque apuntan a un mismo destino.
Vladimir Sosa
Sánchez
La literatura es fuego




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