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La domesticación del hombre


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La domesticación del hombre

A lo largo de los milenios que recorren la historia del ser humano, desde los homínidos más primitivos como el Homo australopithecus o el Homo habilis hasta el ser humano moderno (Homo sapiens), la humanidad ha ido evolucionando hasta convertirse en la criatura más sofisticada sobre la faz de la tierra. Una criatura que ha pasado de padecer a dominar los elementos de la naturaleza, de ser presa de las fieras salvajes a formar parte del tope de la cadena alimenticia. De estar encadenado por los ciclos y los instintos naturales a crear su propio e inabarcable cosmos en forma de cultura, ciencia y demás productos del intelecto humano.

Sin embargo, este proceso evolutivo ha sido sumamente largo y complejo, que empezó de forma lenta y que se fue acelerando cada vez más rápido hasta nuestros días. Y es que es más tiempo el que separa el uso de las primeras herramientas de piedra y el dominio del fuego (un millón de años de diferencia), que el que separa la invención de la escritura y la creación de las inteligencias artificiales en nuestros días (unos seis mil años). Indudablemente, uno de los pasos decisivos en el desarrollo del ser humano fue la domesticación de las plantas y los animales. De no haberse dado este proceso, la humanidad se hubiera mantenido como una serie de tribus nómadas dispersas e incivilizadas más allá del conocimiento más rudimentario y práctico.

La domesticación, por ser muy somero, se trata de un proceso en el cual un animal o planta salvaje va siendo controlado por el ser humano en una relación de beneficio mutuo. Con el fin de obtener un bien (leche, carne y lana en el caso de una oveja, o el fruto del maíz por ejemplo) se inicia un proceso de selección que comporta cambios morfológicos, fisiológicos o de comportamiento, aplicables y heredables a lo largo de sucesivas generaciones. El perro, el primer animal en ser domesticado, ha sido genéticamente modificado para adquirir un comportamiento más manso y controlable, viniendo aparejados cambios morfológicos como las orejas caídas, un cerebro más pequeño o un hocico más corto, entre otros.

Pero por otro lado, y sobre lo que no se suele reflexionar demasiado, es que el ser humano es igualmente un ser domesticado en un proceso que antecede a la domesticación del perro por varios centenares de miles de años. A medida que las relaciones sociales se volvían más complejas, y la supervivencia a través de la cooperación se volvía más acuciante, los seres humanos (inconscientemente) empezaron a seleccionar rasgos que favorecieran dicha cooperación. De este modo, rasgos como la agresividad y otros comportamientos antisociales se redujeron notablemente. A pesar de la concepción nostálgica que tenemos en general de que «cualquier tiempo pasado fue mejor», heredada de las coplas de Manrique, cuando uno revisa la historia observa cuán violento y brutal era el pasado en general.

Este proceso de autodomesticación sólo se aceleró cuando el sedentarismo desplazó a las dinámicas nómadas de las tribus primitivas. Cada hito en la línea del progreso; la invención de la escritura, el reloj, la imprenta y el ordenador, no ha hecho más que intensificar este fenómeno de autodomesticacion social. Es un proceso que aún se puede observar a día de hoy, pues es fácil observar cómo quienes tienen una mayor inteligencia emocional y social son los que más lejos llegan en la vida, mientras que quienes tienen estas áreas menos desarrolladas, por lo general, lo tienen más difícil para ascender socialmente.

 Del mismo modo que la domesticación de los animales trajo consigo una conducta más dócil y varios cambios morfológicos, dicho proceso también se observa en la morfología humana. Físicamente somos más esbeltos, lampiños y de rasgos más suaves e infantiles que nuestros milenarios ancestros, y del mismo modo estas tendencias parece que se mantendrán o incluso se intensificarán. Desde ámbitos científicos se plantean futuros posibles que presentan al ser humano del futuro como ser casi alienígena: carencia completa de pelo, muy escaso dimorfismo sexual, cabezas desproporcionadamente grandes, etc.

 Si echamos una mirada especulativa hacia el futuro, uno no puede evitar plantearse escenarios dignos de la más mordaz ciencia-ficción; ¿Pasará el hombre de la autodomesticación a una domesticación dominada por la máquina o la inteligencia artificial? ¿Podría volverse dicho proceso en algo tan sofisticado que esencialmente cabría la posibilidad de abandonar por completo los rasgos que aún nos unen con el mundo de la naturaleza? El instinto, las necesidades biológicas, o incluso nuestro propio cuerpo físico compuesto de materia orgánica.

 La mitología universal suele reincidir en la idea del conocimiento otorgado a la humanidad desde un plano divino, especialmente en forma de fuego; el titán Prometeo de la mitología griega, el dios sumerio Enki, el dios indio Matariswan (Agni), así como muchas otras deidades similares, aunque menos sofisticadas, en las mitologías oceánicas, indoamericanas o africanas. Sin embargo, y a vista de la evidencia recibida, creo que sería más apropiada la metáfora de la iluminación, de la elevación del propio ser humano a sí mismo en un proceso imposible de percibir por un solo individuo, una generación o incluso una sola era.

 Fuentes:
«La domesticación del humano» por Robert G. Bednarik (ICRAD, 2023)
“Los primeros humanos se domesticaron a sí mismos, sugiere nueva evidencia genética” por Michael Price (Revista Science, 2019)

Sergio Cánovas

La domesticación del hombre


Cómo citar este artículo: CÁNOVAS, SERGIO. (2024). La domesticación del hombre. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 2, (CM39). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2024/01/la-domesticacion-del-hombre.html

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