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Las comunidades digitales conspirativas y el pensamiento cristiano o cuando el demonio sobrevivió a Dios (Parte 1/4)

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Las comunidades digitales conspirativas y el pensamiento cristiano o cuando el demonio sobrevivió a Dios 

Parte 1/4

La primera consecuencia del desencantamiento del mundo es el abandono de quienes no fueron enseñados para habitar la contradicción. La consideración de un mundo abandonado por cualquier deidad nos aleja de aquel mundo fabricado a nuestra medida y con ello, de aquellas explicaciones triviales de lo real. Las formas que han surgido ante el fin de los grandes relatos, que intentaban dar cuenta de la totalidad de aquello que existe, son todo un mosaico de piezas desgastadas. En una vida marcada por el microrrelato, por la limitación de caracteres, la contradicción se soluciona habitualmente obviándola, todo es tan banal que resulta irrelevante defender al tiempo una cosa y la contraria. Sin embargo, existen pequeños grupos que se niegan a abandonar la idea de totalidad, entre ellos, las religiones y algunas comunidades conspirativas. Centrémonos, por ahora, en estas últimas. Las teorías conspirativas apuestan por negar la complejidad de las relaciones, a menudo contradictorias, entre aquello que observamos y aquello que decimos apelando en todo caso a un grupo que los orquesta desde las sombras. Ante el silencio irracional del mundo, esta imagen de un grupo encargado de controlar la totalidad de los fenómenos permite dar cuenta de que el espacio que habitamos tiene cierta razón de ser, una razón humana, demasiado humana. Entre todas las corrientes conspirativas, me centraré en una corriente emergente durante los últimos meses contra la Agenda 2030, que la considera a grandes rasgos, un programa satánico orientado al establecimiento de un nuevo orden mundial.

Estas comunidades conspirativas las conforman personas (des)encantadas en un mundo (des)encantado. El desencantamiento del mundo relega a los márgenes la magia y la religión como aquello que, al estar alejado de las limitaciones de la materialidad, podían posarse sobre toda acción del mundo, dándole sentido a aquello que escapaba de nuestro marco de explicación. Ambas formas, la magia y la religión, se basan sobre la idea de ‘diseño inteligente’, es decir, que alguien modela un plan previamente a que se desarrolle en la realidad. La religión cristiana es especialmente interesante porque involucra una estructura del mundo marcadamente jerárquica-vertical donde finalmente hay un Dios que funciona al tiempo como demiurgo y como vigilante: “sobre uno alto vigila otro más alto, y uno más alto está sobre ellos” (Eclesiastés 5:8). Recuperando esta lógica del diseño por parte de un agente situado “arriba”, como suelen afirmar, quisiera traer la idea de las comunidades conspirativas como una forma religiosa en un mundo desencantado. Veamos, las lógicas del desencanto arraigan en este tipo de grupos al no considerar que la vida esté gobernada por poderes epistemológicamente inaccesibles, como si de un Dios se tratase: quienes orquestan aquello que sucede serían un grupo de personas que se encuentran en este mismo mundo y que construirían un arché deliberado y meticulosamente implantado, un nuevo orden, el orden mundial. Sin embargo, precisamente por ser un grupo perteneciente a este mundo sería un grupo contingente y, de hecho, dependiente de las personas que controla.

 

 

Sin embargo, como defenderé a lo largo de las columnas acerca de esta cuestión, el desencantamiento es parcial puesto que se producen muchas formas de (re)encantamiento, como la consideración de la tecnología como el medio que usan aquellos ocultos dueños para el control social. Si antes la única forma de obtener cierto control sobre la totalidad de la realidad era a través de ciertos poderes sobrenaturales asociados a una deidad, ahora esa capacidad se relaciona con el avance ‘imparable’ de la tecnología. La cuestión de la tecnología es fundamental para comprender este tipo de grupos ya que se produce una sobrevaloración de las capacidades tecnológicas a la hora de dominarlo todo mediante el cálculo y la previsión. Este prejuicio constituye el pináculo de la tradición moderna puesto que no se trata de considerar la realidad como algo desencantado que puede ser dominado mediante la técnica, sino que efectivamente está dominada actualmente por su forma tecnológica. Esta idea se aleja de la situación actual en el desarrollo de las tecnologías, que se presentan públicamente en un modo más primitivo y, desde luego, con menor alcance; por traer algunos ejemplos, en estas plataformas se difunde contenido sobre la geoingeniería, tecnologías 5G o el control biométrico a través de las vacunas.

 


En todo caso hay una consideración de que el avance tecnológico, desarrollado en secreto por este tipo de grupos, tiene un alcance muy amplio hasta el punto en el que pocas cosas, incluido el propio flujo de pensamiento de las personas, escapan de su control. Sin embargo, no se produce una crítica de la tecnología, sino que se defiende la tesis no-ideológica de la tecnología y se sitúa toda fuente de mal en el grupo que hay tras cada fenómeno de este mundo en una suerte de dogmatismo maniqueo.


 


Esto es relevante comprenderlo, todo mal que hay en el mundo es fuente de este plan meticulosamente orquestado y dado que tienen un control, o al menos influencia, sobre todo, diremos que todo está mal. Si para ciertas corrientes del cristianismo vivimos en el mejor de los mundos posibles, dado que hay un poder benevolente que opera tras cada uno de los fenómenos que ocurren, para esta corriente conspirativa viviríamos en el peor de los mundos posibles porque todo lo que ocurre es resultado de una mano satánica que se esconde tras algunas personalidades y organizaciones de toda índole. El mundo en el que vivimos no se les presenta del todo (des)encantado, ha muerto toda deidad, pero no todo demonio. La realidad cobra sentido así de la forma más trágica, dando cuenta que el mundo que vivimos está diseñado para nosotras, pero concretamente para nuestro control y sufrimiento y los grupos conspirativos se organizan a la espera de poder decir, orgullosos, ‘el demonio ha muerto, el demonio sigue muerto y nosotros lo hemos matado’. 

 

Esta es la primera columna de una serie de cuatro columnas que publicaré todos los martes del mes de agosto, relacionadas con las semejanzas entre las comunidades digitales conspirativas contra la Agenda 2030 y el pensamiento cristiano. Próxima columna: Epistemología de lo oculto.


Manuel García Domínguez

Las comunidades digitales conspirativas y el pensamiento cristiano


Cómo citar este artículo: GARCÍA DOMÍNGUEZ, MANUEL. (2023). Las comunidades digitales conspirativas y el pensamiento cristiano o cuando el demonio sobrevivió a Dios (Parte 1/4). Numinis Revista de FilosofíaÉpoca I, Año 2, (CM35). ISSN ed. electrónica: 2952-4105.

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2 comentarios:

  1. No sé si estoy del todo conforme con el retrato que haces del cristianismo y sobre todo de la religión en general, pero la columna está muy bien lograda. ¡Enhorabuena!

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    1. Hola! Sin duda es una crítica totalmente acertada, hablo del cristianismo como si de algo uniforme se tratase; peco de, si queremos llamarlo así, cristianismismo! Intento obtener algunas pautas más o menos generales, como la unicidad de un dios bueno, creador y omnipotente, pero sin duda hago algunas generalizaciones que hacen humilde mi dimensión antropológica. Respecto a la religión en general, he intentado limitarme al cristianismo -y concretamente, al catolicismo- en mis reflexiones, dado que desconozco más allá de lo básico el resto de religiones, para las próximas columnas intentaré especificarlo para evitar confusiones! Un millón de gracias, gato <3

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