Una
reflexión acerca de la famosa cita de Camus sobre el suicidio
Introducción
Hace ya unos años que Albert Camus dejó tal al mundo: «No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio, y ese es el suicidio. Juzgar si la vida vale o no la pena de ser vivida equivale a responder a la cuestión fundamental de la filosofía» (Camus 1981, 10).
De
la cita del escritor han de resaltarse tres. En primer lugar, el suicidio es un
problema primariamente filosófico, aunque se haya tematizado como objeto de
estudio propio en otras ciencias: la psicología, la psiquiatría, incluso la
biología. En segundo lugar, al sí o al no al
acto del suicidio le precede una pregunta: ¿merece la vida ser o no vivida?;
finalmente, tal pregunta se constituye como la cuestión fundamental de la
filosofía. En el presente artículo se pretenden tratar estas tres de forma más
detallada.
¿Es
realmente el suicidio un objeto propio de la filosofía?
Intuitivamente parecería que no: el suicidio es por definición un acto humano, y la ciencia que estudia el obrar humano es la psicología, más en concreto el conductismo. Sin embargo, el conductismo puro, el de primera generación de Watson, peca de no poder diferenciar entre qué es y qué no es un suicidio.
Imaginemos
la situación en que una persona tras consumir un tipo de droga alucinógena en
un brote psicótico se lanza al tren pensando que puede atravesarlo y entrar en
el vagón. Bajo la definición de Durkheim: «se llama suicidio todo caso de
muerte que resulta directa o indirectamente de un acto, positivo o negativo,
realizado por la víctima, sabiendo ella que debería producir ese resultado»
(2008, 7), este caso no sería un suicidio, pues aquel que se tira al tren no
tiene consciencia del resultado; sin embargo, la analítica de la conducta
pura no dice más: se tiró al tren. Se revela de tal manera que el conductismo
no puede tratar el acto del suicidio.
La
psicología cognitivo-conductual parecería entonces poder tratar el acto del
suicidio, y en efecto, puede tematizarlo como objeto propio. Sin embargo,
estudia el acto, y no el suicidio-en-sí que es por el que se pregunta
Camus. La única que puede por doquier tematizar el suicidio tal que objeto
propio es la filosofía, y más en concreto, la filosofía de la existencia,
puesto que solo esta comprende el suicidio desde su mapa conceptual más íntimo:
sufrimiento, vida, muerte, existencia, etc.
Al
acto del suicidio le precede la pregunta: ¿merece la vida ser o no vivida?
La pregunta precedente puede tener varias respuestas; Schopenhauer, por ejemplo, lo tiene claro: «el suicidio es un fenómeno de la más fuerte afirmación de la voluntad... El suicida quiere la vida y sólo se halla descontento de las condiciones bajo las cuales se halla. Por eso, al destruir el fenómeno individual, no renuncia en modo alguno a la voluntad de vivir, sino tan solo a la vida» (2018, 680).
Para
el autor, la voluntad, que es ante todo libre, desea siempre vivir (con la
connotación positiva del término vida) y por lo tanto, el suicidio es la mayor afirmación de la voluntad de
querer vivir: es entendido como un acto de redención cuando el sujeto no tiene
tal vida. Mientras que para Schopenhauer la vida merece ser vivida, puesto que la voluntad siempre desea vivir, bajo mi
criterio, a la cuestión solo puede responderse a través de una: ¿Qué es la vida
humana? Sólo la analítica de qué es eso que llamamos «vida humana», y una vez
puesto al descubierto su esencia, se nos
revelará con claridad si la vida tiene en sí misma algo por lo que merezca ser
vivida.
¿Es la
cuestión de si la vida merece o no ser vivida, la cuestión fundamental
de la filosofía?
Bajo mi criterio tal cuestión no puede ser nunca la pregunta fundamental de la filosofía, aunque esta tenga un nivel de profundidad altísimo, pues requiere de saber contestar a qué es la vida humana, por ende, qué son el hombre y la mujer. Las razones que tengo para negar tal se exponen a continuación.
En
primer lugar, la cuestión fundamental de la filosofía debe ser también la
primera: aquella pregunta que una vez revelada, ilumine
con claridad la respuesta a todas las demás. Sólo existe una pregunta de tal
calibre: la pregunta por el ser y el tiempo. Estamos hablando, respecto al ser,
no al ser-del-ente sino a lo que Hegel denominó tal que ser-puro,
que más tarde recibiría el nombre del ser heideggeriano. En
segundo lugar, la cuestión fundamental de la filosofía no puede dirigirse hacia
un ente en concreto, en este caso, la vida humana. Si tal pregunta existe, ha
de abordar el conjunto de todo lo que es, y poder dar respuesta en el momento
en que este está-siendo.
En
tercer y último lugar: a la cuestión fundamental de la filosofía no puede
precederla ninguna otra pregunta. Hemos visto que la cuestión de Camus queda
precedida por la analítica de la vida humana y que sólo tal revelará luz a su
pregunta. La cuestión de si la vida merece o no, también está precedida por una
concepción de la verdad y del existente, por lo que no puede ser, en
definitiva, la cuestión fundamental de la filosofía.
Conclusión
Hemos visto que el suicidio es objeto propio de la filosofía, y más en concreto de la filosofía de la existencia; también que a la cuestión de Camus precede la analítica de la vida-en-sí; y finalmente, la negativa a que esta sea la cuestión fundamental de la filosofía. Si bien es cierto, la pregunta por el suicidio es una cuestión de una profundidad infinita, puesto que se pone en juego la vida humana y los conceptos de sufrimiento, vida y muerte. Sin lugar a dudas, estamos aún muy lejos de poder dar una respuesta satisfactoria a la cuestión de Camus, puesto que la filosofía no tiene aún una respuesta clara a qué y cómo es la vida humana.
Emilio del Corral Jimenez
Una reflexión acerca de la famosa cita de Camus sobre el suicidio
Bibliografía
-
CAMUS, A. (1981). El
mito de Sísifo. Alianza Editorial
- DURKHEIM, E. (2008). El suicidio. Akal.
- SCHOPENHAUER, A. (2015): El
mundo como voluntad y representación. Alianza Editorial.
Cómo citar este artículo: DEL CORRAL JIMÉNEZ, EMILIO. (2023). Una reflexión acerca de la famosa cita de Camus sobre el suicidio. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 2, (CM1). ISSN ed. electrónica: 2952-4105.
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Tu análisis es muy bueno, pero yo creo que hay que entender el comienzo de El mito de Sísifo como una exageración consciente, una boutade, y no como un enunciado contrastable. Lo que importa es su fuerza y las ideas que suscita, no tanto si es verdadero o falso.
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