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La alegría de ser esclavo

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La alegría de ser esclavo

Me he dado cuenta tarde, pero más vale tarde que nunca, o quizá valiera más pronto que tarde, no lo sé. Pero la alegría de la vida está en ser esclavo, esclavo de una libertad, una libertad que no es la mía, de la cual ya he sido siervo. Y aunque la paradoja sea inquietante, el yo ha sido desde un principio esclavo de sí mismo; de sus apetencias, gustos, deseos, placeres, anhelos e inquietudes… De nada más y nada menos que de sí mismo.

Porque es costumbre en el hombre, desde que sale de los bracitos de su madre, ser todo para sí. En efecto, la gran tarea -que lo es y no poca cosa-, consiste en ser más que para sí, para otro. O dicho de otra forma, ser esclavo más que amo, servir antes que ser servido. Muchos otros antes que yo descubrieron aquí el famoso quid de la existencia, ese al que todos aspiramos. Sin embargo, otros muchos después de estos hallaron allí una dialéctica, la del amo y el amante, o la del esclavo y el amo. Y, a mi parecer, todos los que en esta función vivieron no alcanzaron jamás el amor, más que uno roto y degradado.

 

El amor, que no consiste en otra cosa que no sea darse, radica más en amar que en ser amado. Se trata sobre todo de gastarse, regalarse; antes bien de buscarse y amarse, que me amen para amar. Este es, por supuesto, nuestro gran problema, el de la sociedad en general. Que antes de amar, prefieren ser amados, y antes de servir, que les sirvan. Y aún cuando los aman y sirven no encuentran sino desdicha, pues el placer de la pasividad dura solo un rato, mientras que el gozo de la actividad dura para siempre.

El hombre, que ha salido por otros derroteros, no ha llegado jamás a olvidarse de sí mismo, más al contrario el mundo le apunta a él; el ombliguismo de cuanto existe. He aquí la tristeza, nuevamente, de quién buscándose a sí mismo sigue sin encontrarse, pues no ha entendido todavía que no se trata de esto, sino de aquello. En efecto, comprender esta maniobra no es tarea sencilla, y acometerla tampoco, pero lo nuevo -que brilla más por no estar desgastado- ha confundido al hombre terriblemente.

Es por ello por lo que con toda paz escuchamos decir: "date un tiempo para tí mismo" o, de otro modo, "no me dan ni la mitad de lo que yo doy". Y sigo sin entender en qué momento, querido lector, amamos para que nos amen, y nos damos un tiempecito para mirarnos; como si no te hubieras visto ya muchas veces al espejo. ¿Acaso será esto el amor? ¿A nada más aspiramos? ¿Tanto tiempo necesitamos para mirarnos? ¿Será que ya nos hemos visto demasiado? ¿Tanto que ni vemos ni nos vemos?

 

La reflexión que yo ahora te dejo es simple, y estoy seguro de que la habrás escuchado mil y una veces. Se trata de cuestionarnos, una vez más, ese quid de la existencia. Ese amar y ser amados.


Tomás Bravo Gutiérrez

La alegría de ser esclavo


Cómo citar este artículo: BRAVO GUTIÉRREZ, TOMÁS. (2023). La alegría de ser esclavoNuminis Revista de Filosofía, Año 1, 2023, (CM16).

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