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¿Solo un dios puede salvarnos?

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Reflexiones teológicas aplicadas a la crisis ecosocial

Soy agnóstico y vivo mi vida como si Dios no existiera por la simple razón de que a falta de pruebas consistentes de su existencia me basta con el más acá para seguir adelante. Pese a ello, Dios continúa pareciéndome un concepto relevante, aunque solo sea por su poder evocador y potencial filosófico. Otro agnóstico más ilustre que yo pensaba algo similar, hasta el punto de pronunciar, con más talante poético que con fe religiosa, unas palabras que han calado hondo en el imaginario filosófico: «Solo un dios puede salvarnos» («Nur ein Gott kann uns retten» en el original alemán). Se trata, por supuesto, de las famosas declaraciones de Martin Heidegger en su entrevista para Der Spiegel.

En este caso el dios no tiene por qué interpretarse como una divinidad real, sino como una figura que representa el advenimiento de un tiempo nuevo en el que se pueda superar la era de la técnica planetaria que atraviesa nuestro presente, caracterizado por el deseo de dominio técnico sobre las cosas. El dios funciona aquí como un símbolo de cambio y reconciliación que logra su objetivo de estimular el pensamiento. Sin embargo, es también una metáfora que nos aboca a la pasividad, a la espera, a la impotencia. Parece que no hubiese nada que pudiéramos hacer para combatir los estragos de nuestra época más que sentarnos a aguardar la llegada de ese dios, como quien espera una lluvia que limpie por fin el cielo. Esta sensación de indefensión es aún más evidente si se lee el conjunto del extracto de la entrevista donde aparece la célebre sentencia:


Spiegel: De acuerdo. Ahora la pregunta emerge con naturalidad: ¿El individuo puede influir aún en esta maraña que es el momento presente? ¿Puede influir la filosofía? ¿O pueden ambas influir en ella, toda vez que la filosofía puede guiar al individuo (o a un conjunto de ellos) a la acción?

Heidegger: Si puedo responder rápida y tal vez bruscamente, aunque tras una larga reflexión: la filosofía no podrá provocar ningún cambio inmediato en la situación actual del mundo. Esto es válido no solo para la filosofía, sino también para cualquier idea o empeño humano. Solo un dios puede salvarnos. La única posibilidad que nos resta es dejarlo todo dispuesto por medio del pensar y el poetizar para la aparición de ese dios o para su ausencia en nuestro derrumbe, pues, en vista del dios ausente, estamos en decadencia.

Spiegel: ¿Hay alguna correlación entre su pensamiento y la aparición de ese dios? ¿Hay, en su opinión, una relación causal? ¿Cree que podemos traer al dios?

Heidegger: No podemos traerlo por medio del pensamiento. Lo máximo a lo que podemos aspirar es a preparar la tierra y esperar a que de ella brote el dios.


Frente a la pasividad resignada a la que nos aboca Heidegger podemos apelar a alternativas más esperanzadoras. Una de ellas proviene de la teología de la segunda mitad del siglo XX en su intento por entender cómo pudo Dios permitir la barbarie totalitaria y más en concreto el Holocausto. De entre las muchas respuestas que se ofrecieron a este interrogante destaca por su ingenio la que ofrece el filósofo judío Hans Jonas en «El concepto de Dios después de Auschwitz». A su juicio, Dios: 


No intervino no porque no quiso, sino porque no pudo. Por razones inspiradas determinantemente en experiencias contemporáneas, propongo la idea de un Dios, que durante un tiempo –el tiempo del proceso universal en progreso– renunció a todo su poder de inmiscuirse en el curso de las cosas del mundo (p. 7). 


Es decir, al crear el universo en un acto de omnipotencia Dios se autolimitó y renunció a hacer uso de su propio poder ilimitado para intervenir en el curso de los acontecimientos universales (entre ellos, el Holocausto). Por lo tanto, todas las atrocidades que sucedieron durante el nazismo, así como todos los pequeños milagros de resistencia frente al mal, fueron obra y responsabilidad de los seres humanos, sin que Dios pudiese hacer nada por evitarlo.

Así pues, ninguna divinidad puede salvarnos ni tan siquiera ayudarnos. Jonas evoca entonces a Etty Hillesum, una joven judía asesinada en Auschwitz que en los meses previos a su captura había escrito un diario donde el relato cotidiano se mezclaba con agudas reflexiones filosóficas y teológicas. Allí Hillesum sostiene: «Solo una cosa me queda clara: que Tú no puedes ayudarnos, sino que nosotros debemos ayudarte a Ti y, de esta manera, finalmente, nos ayudamos a nosotros mismos. Es lo único que importa: salvar en nosotros mismos un trozo de Ti, Dios» (12 de julio de 1942, Plegaria matutina dominical). Ya que no podemos esperar que baje Dios a rescatarnos, no nos queda otra que elevarnos nosotros, aunque sea un palmo del suelo, y esforzarnos por hacer real el bien por el que Él no puede velar.

Independientemente de cuáles sean nuestras creencias personales, las reflexiones de Jonas y Hillesum conservan vigencia, ya no con relación al Holocausto, sino al respecto de la crisis ecosocial que atravesamos hoy y que guarda más de un parecido de familia con la era de la técnica planetaria que Heidegger describía con acento crítico. Al igual que el filósofo de la Selva Negra hace cinco décadas, hoy muchos creen que solo un dios puede salvarnos de las consecuencias nefastas de esta crisis. En este caso la divinidad en cuestión sería o bien un colapso que nos obligase a cambiar drásticamente nuestro modo de vida (aun a costa de innumerables pérdidas humanas), o bien un conjunto de tecnologías milagrosas que nos permitan solucionar por arte de birlibirloque los múltiples problemas que afrontamos en esta encrucijada. La primera creencia cuenta con partidarios dentro del ecologismo, mientras que la segunda recibe un apoyo popular y mediático preocupantemente alto en nuestras sociedades, como demuestra el triunfalismo con que fue recibida la noticia de la primera ganancia neta de energía por medio de la fusión nuclear.

No voy a detenerme en criticar estos dos credos por falta de espacio y porque otros lo han hecho ya mejor de lo que yo podría (recomiendo leer «Los frutos podridos de la economía política. Notas para un posmarxismo ecológicamente fundamentado» de Emilio Santiago para una crítica del colapsismo y «La fusión nuclear, Ícaro y el pensamiento mágico» de Antonio Turiel y Juan Bordera para rebajar el optimismo tecnólatra por la fusión nuclear). Simplemente quisiera reformular las enseñanzas de Jonas y Hillesum y aplicarlas a nuestro presente. Debemos dejar de esperar la salvación o la ayuda de ningún dios, sea este trascendente o producto de la acción humana, y aspirar más bien a tomar la iniciativa. Ayudemos nosotros a la divinidad como una manera de ayudarnos a nosotros y nosotras mismas, es decir, a la tierra entera y los seres vivos que la pueblan.


Pavlo Verde Ortega

¿Solo un dios puede salvarnos?


Bibliografía

HEIDEGGER, MARTIN. (1976). «Nur ein Gott kann uns retten» en Der Spiegel, nº 23. Versión en inglés aquí

HILLESUM, ETTY. (1996). An interrupted life and Letters from Westerbork. Henry Colt and Company: Nueva York (EEUU)

JONAS, HANS. (2012). «Pensar sobre Dios después de Auschwitz. Una voz judía» en Pensar sobre Dios y otros ensayos. Herder: Barcelona (España)

Para más información léase «Auschwitz y el silencio de Dios» de Rafael Narbona. 

 

Cómo citar este artículo: ORTEGA VERDE, PAVLO. (2022). ¿Solo un dios puede salvarnos? Numinis Revista de Filosofía, Año 1, 2022, (CM17). https://www.numinisrevista.com/2022/12/solo-un-dios-puede-salvarnos.html

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