Mi querida simbiosis envenenada
La hiedra común (Hedera helix en la jerga taxonómica) es uno de los protagonistas indiscutibles de la flora europea y muy señaladamente de la española. Se trata una planta de hoja perenne que no requiere de un riego intenso y es capaz de aguantar temperaturas de hasta cero grados. Estas características hacen que su resiliencia en los ecosistemas europeos esté garantizada, lo que la vuelve una de las especies preferidas por los humanos que habitan estas regiones. Verdor decorativo y refrescante durante todo el año además de un mantenimiento barato. No es una mala oferta.
La hiedra es una planta trepadora, es
decir, pertenece al conjunto de especies vegetales que no han adoptado un modo
de vida arbóreo, herbáceo o arbustivo y por lo tanto no pueden sostener sus
tallos por sí mismas. Para compensarlo han desarrollado diversas
modalidades de crecimiento que les permiten adherirse a superficies y trepar
por ellas (de ahí su nombre) como forma de sujeción. Nuestra protagonista en
concreto se vale de raíces aéreas que se fijan a cualquier cosa que le
sirva de soporte (un árbol, un poste, una pared…).
Escribo todo esto porque la hiedra es una
de mis plantas favoritas. Ya antes de empezar a interesarme activamente por el
reino vegetal me llamaba la atención y de hecho
era una de las pocas especies que podía reconocer y nombrar. Hoy sigue
cautivándome con su paciente crecimiento, que impregna todo lo que toca con el
verde intenso de sus hojas, y el olor a tarde con sabor umami de sus flores.
Sin embargo, nunca hasta ahora me había parado a interrogarme por este amor a
la hiedra, quizás porque carece de sentido preguntarnos por qué nos gustan las
cosas que nos gustan. No obstante, en lo que sí se puede convenir es en que
para que nazca el gusto o el rechazo, es necesario que aquello que nos lo produce esté presente en nuestra
vida. Lo ausente solo se puede ignorar o sernos indiferente.
Y sin duda la hiedra ha hecho acto de
presencia en mi vida. Ello es así porque me he criado en un entorno idóneo para
que estas plantas prosperaran: lo que Jorge Dioni López ha bautizado como “la
España de las piscinas”. Se trata de un calco castizo del modelo de dispersión
urbana estadounidense, caracterizado por la construcción de grandes
urbanizaciones de viviendas unifamiliares, en su mayoría chalés, donde la
densidad de población y servicios es baja. Otro rasgo distintivo de este modelo
de desarrollo urbanístico es la homogeneidad de sus habitantes, que pertenecen
en su práctica totalidad a un mismo estrato social y económico y en
consecuencia tienen un estilo de vida similar que Dioni López (2021)
define como sigue: «casa unifamiliar en propiedad con hipoteca a 20/30
años, colegio concertado, seguro médico, alarma, coche, gimnasio, ocio en el
centro comercial, consumo online, actividades extraescolares, etc.».
Hasta ahora hemos
hablado de la dispersión urbana de modo genérico (si bien la enumeración
anterior de Dioni López es muy propia de nuestro país), pero son dos los
elementos que dan idiosincrasia a las nuevas urbanizaciones españolas frente a
los suburbios de otras partes del mundo. Uno de ellos lo hemos anticipado ya:
la obsesión con las piscinas privadas. No obstante, aunque hay una innegable
mitología en torno a la piscina y disponer de una esté entre los pináculos del
prestigio social patrio, para que esto sea así tiene que haber un número
limitado de ellas, como muestra este mapa acuático. La España de las piscinas es más bien la
España hacia las
piscinas, pues estas cumplen ante todo el papel de aspiración o sueño, incluso
para la mayoría de propietarios de una vivienda unifamiliar.
No se puede decir lo
mismo del segundo elemento, que es un universal de la dispersión urbana
española: la segmentación en distintas parcelas cuya
separación jurídica se marca físicamente con vallas metálicas o muros que
envuelven toda la vivienda. También en los suburbios estadounidenses hay
jardines vallados, pero estos ocupan solo una pequeña fracción de la parcela;
la mayor parte de la casa permanece descubierta (por lo general). En España,
por el contrario, los adosados disponen de muros o vallas tanto por delante
como por detrás y los chalés están completamente rodeados por estas. Por eso
considero que este modelo urbanístico encarna por encima de todo la España de
los muros y las vallas. Es entonces cuando entran en juego las hiedras: las
separaciones de las parcelas, cualesquiera que sean, son un espacio
privilegiado para la proliferación de setos y plantas trepadoras. Y entre ellas
la hiedra descuella por su fácil mantenimiento.
Son dos las funciones que cumple. La
primera es estética. Resulta más agradable que la barrera física que te separa
de todo esté cubierta de bonitos tonos verdes a que imperen el gris metálico de
las vallas o la piedra de los muros. La segunda consiste en tupir dicha barrera
para aumentar la sensación de privacidad y así calmar «la obsesión securitaria» (Pato, 2021) que según Dioni López caracteriza estas
urbanizaciones.
Llegados a este punto me vienen a la
cabeza unas palabras de Michael Pollan (Red-ED, 2013) en su charla TED: «[Me
di cuenta de que] hay otras especies que están trabajando sobre nosotros. La
agricultura apareció de repente ante mí no como una invención ni como una
tecnología humana, sino como un desarrollo coevolutivo». El caso de la hiedra es análogo: no se trata simplemente de un
uso abusivo de otra especie por parte del ser humano, sino de un proceso de
coevolución que involucra a la planta Hedera helix y a los
sectores más privilegiados del Homo sapiens en la península
Ibérica. Ella ha salido claramente beneficiada de esta coyuntura que es tan
natural como social y tiene tanto interés como las inmobiliarias o las familias
de clase media-alta en que se erijan cercas en los contornos de las parcelas.
La España de las piscinas, de los muros y las vallas, es también, y en un
sentido posesivo muy literal, la España de la hiedra (y demás plantas
trepadoras y setos, habría que añadir en justicia).
Este proceso bien podría calificarse de
simbiosis, pues no deja de ser una estrecha colaboración entre dos especies
disímiles. Definirlo como tal resulta irónico, ya que los fenómenos simbióticos
suelen asociarse con el apoyo mutuo y han servido para reforzar el argumentario
anticapitalista frente a los intentos conservadores de destilar una cosmología
individualista y competitiva de los postulados del darwinismo clásico y su idea
de la supervivencia del más apto. Ahí está el ejemplo del ecólogo social y
pensador libertario Murray Bookchin (2022), que dedica varias páginas de su obra
magna, La ecología de la libertad, a cuestionar la síntesis
neodarwiniana y defender aquellas alternativas dentro de la teoría de la
evolución que resaltan su naturaleza simbiótica y mutualista (pp. 564-576). Y
sin embargo se nos olvida que la simbiosis también puede revestir formas menos
evocadoras socialmente hablando. El caso que nos ha ocupado en esta columna,
lejos de ofrecer un argumento teórico en contra del sistema capitalista, sirve
de acicate al mismo.
Yo seguiré amando las hiedras porque a
estas alturas no sé ni puedo hacer otra cosa. Ahora bien, debo ser consciente
de que este amor tiene mucho de síndrome de Estocolmo, de aprecio por unos
barrotes dorados que preservan el régimen de propiedad privada sobre la tierra
y un ensueño urbanístico social y ecológicamente insostenibles.
Pavlo Verde Ortega
La hiedra, la propiedad
privada y el amor
Bibliografía
BOOKCHIN, MURRAY. (2022). Ecología
de la libertad. Capitán Swing.
DIONI LÓPEZ, JORGE. (2021). «[Adelanto editorial] La España de las piscinas». La Marea. https://www.lamarea.com/2021/05/18/adelanto-editorial-la-espana-de-las-piscinas/
PATO, IGNACIO. (2021). «Jorge Dioni López: "La competición es el formato de nuestras vidas"». La Marea https://www.lamarea.com/2021/08/04/jorge-dioni-lopez-la-competicion-es-el-formato-de-nuestras-vidas/
TED-ED. (2013). A plant's-eye view - Michael Pollan. YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=p54VVLSS6Qk&t=490s
Cómo citar este artículo: ORTEGA VERDE, PAVLO. (2022). La hiedra, la propiedad privada y el amor. Numinis Revista de Filosofía, Año 1, 2022, (CM16). http://www.numinisrevista.com/2022/12/la-hiedra-la-propiedad-privada-y-el-amor.html
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"Olor a tarde con sabor umami". Me ha encantado esto.
ResponderEliminar¡Gracias!
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