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Excusas para no contestar al WhatsApp — María Sancho de Pedro

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Excusas para no contestar al WhatsApp

Antes de comenzar, me veo en la posición de aclarar el curso de acción que va a tomar esta columna. Aunque me veo tentada a simplemente lanzar un listado con motivos variados para justificar la ausencia de una respuesta, este tipo de contenido ya se puede encontrar fácilmente en Internet. Sin embargo, nunca es mal momento para que examinemos con detenimiento cuál es la siniestra razón que late detrás de los problemas para contestar a un mensaje de WhatsApp —menciono esta aplicación, pero cualquier otra forma de mensajería instantánea podría valer en su lugar—.

 

Todo aquel que vivió la transición de los SMS a este  tipo de comunicación, gratuita y aparentemente sin limitaciones, lo recuerda como una gran bendición, un hito más en la nueva era de la comunicación. Actualmente, en 2022, ya existen generaciones que han nacido inmersas en este milagro telemático. Sin embargo, los que ya llevamos un tiempo navegando por el nuevo panorama de la información instantánea, cada vez tenemos una sensación mayor de haber sido obsequiados con un caballo de Troya, al que sí que deberíamos mirarle el diente.

 

El ser humano lleva siglos desarrollándose socialmente entre los de su círculo. A lo largo de nuestra historia, la mayoría de las relaciones que un homínido podía desarrollar se limitaban geográficamente al número de habitantes de su comunidad. Por supuesto, la aparición de las ciudades supuso un aumento de los potenciales lazos que labrar, pero más que la metrópolis en sí, la existencia de una red de transporte eficiente y extendida, es lo que realmente permite el verdadero cuidado de una verdadera relación a distancia. Por tanto, mientras que primero aquel cambio se pudo comprender fácilmente porque literalmente se deformó el espacio natural mediante el metal y el carbón, ahora nuestro yo es capaz de ligarse con el otro sin la estricta necesidad de acortar el espacio físico entre ambos.

 

Puesto que se nos vende esta idea de que el ser humano se ve encaminado en una especie de progreso lineal que solo crece, a veces nuestra subjetividad se ve expuesta a importantes cambios que se pasan por alto o al que se les quita hierro. Parece como si no tuviera que sorprendernos el hecho de que efectivamente ahora podamos establecer contacto con otra persona que habite en la otra punta del globo. Nadie le quita las ventajas a todo este novedoso entramado tecnológico, pero también existen una serie de consecuencias paralelas que ya no son tan deseables. 

 

Para las personas cuyos rasgos nos podrían permitir decir de ellas que son controladoras, manipuladoras, ansiosas o dependientes, este tipo de aplicaciones constituyen un verdadero cielo o infierno, respectivamente. Quizá sea una responsabilidad un poco más grande de lo que pensamos el hecho de que podamos aparecer en la bandeja de notificaciones de alguien al segundo. No todas las personas se contentan con los mimos niveles de socialización y, mientras para unos, extravertidos, la comunicación inmediata se comporta como todo un sueño hecho realidad, para otros más introvertidos, la imposibilidad de un momento de pausa puede resultar agotador psíquicamente. 

 

A las dificultades de contestar, de tener que seguir forzando la maquinaria social, que ya se ve sobreestimulada por otros factores que acontecen en nuestra vida —como las redes sociales— se le tiene que sumar una severa amonestación pública cuando alguien decide o evita participar temporal o permanentemente en este engranaje de mensaje-respuesta instantáneos. La mayoría de nosotros ya damos por hecho que es normal el estar insertos en una demanda de inmediatez, pero realmente esta transfiguración ha sido un suceso increíblemente reciente, por lo que no podemos culpar a los que todavía no se han acostumbrado. 

 

Con todo, quedaría insistir en que sigamos reflexionando acerca de la bondad o maldad del acontecimiento que ahora mayor poder de cambio tiene sobre el sujeto: el superávit de información, proveniente del mundo y del otro, y la inmediatez de esta. Si resulta que nos decidimos porque existe un mayor número de razones para pensar que sus consecuencias son negativas, podremos hallar la clave y la excusa definitiva para justificarnos por no contestar al WhatsApp.



 

María Sancho de Pedro

Excusas para no contestar al WhatsApp



Cómo citar este artículo: SANCHO DE PEDRO, MARÍA. (2022). Excusas para no contestar al WhatsApp, Numinis Revista de Filosofía, Año 1, 2022, (CL8).

 

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1 comentario:

  1. Muy aguda reflexión. Aun así creo que no contestar al guasap tiene un componente de irresponsabilidad social, porque al otro lado hay una persona de carne y hueso que aguarda una respuesta. No hace falta que esta sea inmediata (a menos que el tema sea urgente), pero de la misma manera que no ignoraríamos a una persona con la que estamos conversando cara a cara, ignorar a alguien por guasap me parece injusto. No es que me guste la mensajería instantánea, pero me gusta menos la ausencia de comunicación

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