Música ucraniana para tiempos de guerra
La actual guerra en Ucrania, y la clara intención del Estado Ruso de someter el país a costa de decenas de miles de muertos entre civiles y soldados, muestra una voluntad de reescribir la historia y la cultura de una nación soberana. Por ello creo conveniente y necesario escribir este artículo, para difundir parte de la cultura musical ucraniana y contrarrestar las falsas narrativas del Kremlin, que pretenden pintar Ucrania como una mera región sin cultura ni historia propias.
La música (y el arte ucraniano en general) ha mantenido una compleja relación entre Occidente y Rusia. Los artistas más vanguardistas y cosmopolitas fueron influenciados por Europa en su búsqueda de nuevos medios y estilos, mientras que los más conservadores replicaban el modelo del realismo socialista soviético [1]. Por otra parte, la cultura ucraniana representada a través de su literatura, música, historia y rico folclore, han inspirado a artistas tanto eslavos como extranjeros a lo largo de los siglos.
Cuando
se observa un mapa de la densidad demográfica de España se observa una
regla clara; la gente tiende agruparse en las ciudades; Madrid,
Barcelona, Valencia y Sevilla entre otras, mientras que grandes
extensiones de terreno, como la serranía celtibérica o la cordillera
cantábrica, cuentan con algunas de las densidades de población más bajas
de toda Europa. España, junto a los países nórdicos, destaca en esta
disparidad demográfica.
En este artículo, quiero presentar tres piezas de tres compositores a partir de los cuales explorar diversos aspectos de la música ucraniana. Los tres siendo tres generaciones distintas que recogían el legado musical de la anterior.
Reinhold Glière (1875 - 1956)
Glière fue un compositor plenamente romántico, influenciado por Tchaikvosky y el grupo nacionalista de Los Cinco [2]. A lo largo de su dilatada vida, Glière tuvo un papel decisivo en la educación musical de muchos compositores, varios de ellos ucranianos. Fue de los pocos artistas que no sufrió de la represión estatal, ya que su tradicional estilo romántico se adhería plenamente al realismo socialista exigido por el estado.
«Las Sirenas» Poema Sinfónico en Fa menor (1908)
«Las Sirenas» es un poema sinfónico escrito en 1908, el cual se refiere a las leyendas de origen griego de las sirenas: criaturas con cuerpo de ave y cabeza de mujer que, a través de su cautivador canto, atraían a los marineros a las rocosas costa, haciéndolos naufragar. En la Edad Media, las sirenas se transformaron en criaturas marinas con cuerpo de pez y gran atractivo, pero que de igual forma causaban la perdición de los marineros. Musicalmente, se trata de una obra armónicamente avanzada, muy expresiva y voluptuosa. El clímax producido poco antes del naufragio es uno de los más intensos que he escuchado jamás.
Sinfonía No.3 en Si menor «Ilyá Múromets» (1908-11)
La tercera sinfonía se trata de la obra maestra de Glière, una extensa obra que, al igual que la anterior, es de naturaleza programática. La sinfonía narra musicalmente la leyenda del caballero Ilyá Múromets, un mítico bogatyr [3] cuyas aventuras forman parte del folclore tanto ucraniano como ruso. Es una obra extensa de casi hora y media, en la que cada uno de sus cuatro movimientos representa una aventura del gran caballero. Con esta sinfonía, se alcanza la culminación de un estilo que une el romanticismo ruso al cromático lenguaje wagneriano, aderezado con toques del impresionismo francés. En definitiva, una obra maestra del romanticismo ruso tardío.
Concierto para soprano de coloratura en Fa menor (1942-3)
Se trata, en esencia, de un concierto para soprano y orquesta, una obra de gran originalidad. Escrito en medio de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, sus dos movimientos la acercan más a la forma de rapsodia que del concierto tradicional. La voz de soprano de coloratura se trata de una variante operística, más ágil y virtuosa de la voz de soprano estándar. La obra no utiliza ningún texto sino que la soprano vocaliza constantemente, ejecutando técnicas de gran virtuosismo. A pesar de la época, el estilo es mucho más cercano a Tchaikovsky y al romanticismo que a contemporáneos como Shostakovich o Prokofiev.
Boris Lyatoshinsky (1895 - 1968)
Lyatoshinsky, discípulo de Glière, fue un compositor muy diferente a su maestro de composición. Ya de joven se dedicó resueltamente a la experimentación armónica, influenciado por el lenguaje de Scriabin y la vanguardia rusa nacida del fragor revolucionario. Su estilo mucho más dramático, disonante y, en ocasiones decadente, le generaron grandes problemas con las autoridades soviéticas, que lo tacharon de deprimente y formalista [4]. A día de hoy es considerado como uno de los compositores ucranianos más célebres. Con el tiempo, Lyatoshinsky se volvió más conservador y obsesionado con la idea del paneslavismo [5], encarnado en una serie de obras subtituladas “Eslavas” [6].
Quinteto «Ucraniano» en Sol menor (1942-5)
El quinteto es una extensa y ambiciosa obra de cámara. Su estilo superficialmente folclórico esconde un profundo rango de expresión y sofisticación armónica. En la obra late un constante estado de tensión, el cual representa el perenne conflicto entre lo decadente y lo vitalista, entre un compositor exhausto y deprimido frente a un contexto social que demandaba obras brillantes y patrióticas para avivar el espíritu combativo. Aún con todo, este es un conflicto que puede albergar cualquier ser humano de cualquier época y nación, trascendiendo el límite del contexto en el que la obra fue escrita. Es una pieza tan actual hoy en día como lo fue en 1945.
Sinfonía No.3 en Si menor «La Paz Derrotará la Guerra» (1951)
La tercera sinfonía, al igual que con Glière, se trata de la obra maestra de Lyatoshinsky. Una obra conmemorativa que representa el dolor, los horrores, la violencia y la victoria final del pueblo eslavo por sobre los agresores nazis en la Segunda Guerra Mundial. A pesar de su inmenso éxito en su estreno, las autoridades de la Unión Soviética obligaron al compositor a reescribir el último movimiento y a eliminar el subtítulo original de la obra. Aunque el compositor se vio obligado a revisar la obra, desde la disolución de la Unión Soviética, la versión original se ha visto favorecida por sobre la forzada revisión.
«Grazyna» Balada Sinfónica (1955)
Esta pieza es un poema sinfónico basado en una balada del escritor polaco Adam Mickiewicz. El poema describe las hazañas de la mítica heroína lituana Grażyna, la cual combatió y derrotó a los caballeros teutónicos que se expandían hacia el este de Europa, para cristianizar las tierras paganas de los actuales estados bálticos. De tono más épico y heroico, la pieza se acerca más al estilo tradicional del ya mencionado realismo socialista, aunque manteniendo el característico lenguaje moderno y disonante de Lyatoshinsky.
Valentin Silvestrov (1937)
Silvestrov fue alumno de composición de Lyatoshinsky, al igual que aquel lo fue de Glière. Vemos pues tres generaciones directas de compositores ucranianos unidas, si no por la sangre, sí por la música. Silvestrov se trata del compositor ucraniano vivo más célebre, el cual se vio obligado a emigrar a Berlín por la reciente invasión rusa, a pesar de sus ochenta y cinco años. Estilísticamente se trata de un compositor postmoderno, el cual combina la tradición con lo contemporáneo en un complejo tapiz de ricas texturas sonoras. Él mismo define su estilo con la siguiente frase: «Yo no escribo nueva música. Mi música es la respuesta y un eco de lo que ya existe».
«Spectra» para Orquesta de Cámara (1965)
Esta pieza muestra los inicios modernistas del compositor, justo al final de la era Jrushchov en la que se ensayaron ambiciosas reformas económicas, sociales y culturales. La música se benefició de una libertad de experimentación como no había conocido desde la década de los años veinte. La era Brézhnev pondría fin a éste breve paréntesis y volvería a imponer el realismo socialista. La obra en sí muestra la adopción de los estilos y técnicas modernistas occidentales, aunque en vez de someterse a la predominante hegemonía del serialismo, Silvestrov apostó por una atonalidad más aleatoria y vanguardista, más libre e indomable. Cuesta creer que las autoridades permitieran la interpretación de una obra tan avanzada y atrevida.
La quinta sinfonía de Silvestrov es una obra curiosa que no sigue los patrones tradicionales del género. Escrita en un único movimiento, la obra es totalmente lenta y contemplativa, con muy poco material temático y sin apenas procesos de desarrollo. Frente a la más turbulenta cuarta sinfonía, la quinta ofrece un floreciente lirismo del cual carecen muchas obras contemporáneas. Con respecto a la obra se me ocurren dos metáforas: la primera es la de contemplar una vasta planicie desde una montaña a lo largo de un día. La segunda es la de meditar frente a un gran lago, en el que cada toque en la superficie, el agua produce ondas que se expanden, chocan entre sí, se unen y disuelven. Sufrimiento, melancolía, belleza, místico anhelo y redención encarnados en un inusual viaje musical.
Dedicado a la memoria de su mujer Larissa, que murió en 1996, la obra es más sombría aunque igualmente contemplativa. En ella, Silvestrov utiliza temas musicales de piezas anteriores que tenían un valor sentimental para la pareja. La obra es más moderna pero igualmente accesible a un público general, utilizando, por ejemplo, técnicas serialistas sin ser limitado por sus estrictas reglas. Los coros son de gran sobriedad, lo que no impide que la música tenga momentos de intensa ternura y lirismo. En sus últimos minutos, el réquiem parece elevarse etéreamente a las alturas, como un último signo de esperanza y confianza en la existencia de una vida en el más allá.
Sergio Cánovas
Música Ucraniana para tiempos de guerra
[1] Realismo socialista es un término general que sirve para distinguir un arte dirigido a las masas, de naturaleza idealizada, patriótica y fácilmente comprensible por el pueblo. A través de este estilo, se buscaba una positiva representación de los valores comunales del proletariado. Sin embargo, el término es tan general y ambiguo que su interpretación ha variado a lo largo de la historia de la Unión Soviética, muchas veces usado con intereses políticos más que artísticos.
[2] Grupo nacionalista que impulsó la creación de música genuinamente rusa, conformado por los compositores Mili Balákirev, Alexander Borodín, Nikolaí Rimski-Kórsakov, Modest Mussorgski y César Cuí.
[3] Los bogatýrs se trataban de caballeros legendarios cuyas aventuras eran narradas en los bylinas, poemas épicos similares a la épica medieval europea pero con elementos fantásticos. Los bogatýrs más importantes tenían su propio carácter distintivo, por ejemplo, Ilyá Múromets destacaba por su fuerza física, su espiritualidad y por la protección de los desamparados.
[4] Por formalismo se entendía un excesivo interés en la forma musical en detrimento del contenido, pero al igual que el término «realismo socialista», era lo suficientemente ambiguo como para manipular su significado acorde al contexto y compositor. El formalismo, a ojos del estado soviético, era el principal pecado de la música clásica occidental.
[5] El paneslavismo, de forma general, busca integrar a todos los pueblos eslavos de varias formas; ya sea dentro de un estado o conjunto de estados, un único idioma eslavo, etc.
[6] Sinfonía No. 5 en do mayor «Eslava», el concierto para piano «Eslavo», la obertura «Eslava» y la suite «Eslava»
Cómo citar este artículo: CÁNOVAS, SERGIO. (2023). Música Ucraniana para tiempos de guerra. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 2, (CD32). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. http://www.numinisrevista.com/2022/07/musica-ucraniana-para-tiempos-de-guerra.html
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