El Pulso Oriente-Occidente
Para muchos, la Guerra Fría ha sido un periodo con un principio y un fin, desde finales de la Segunda Guerra Mundial hasta la disolución de la Unión Soviética en 1991. Sin embargo, y como cada vez resulta más evidente, sólo ha habido una larga etapa de distensión. La siguiente caracterización que voy a realizar, la de dos bloques enfrentados, es por supuesto bastante superficial y carente de matices, pero introducirme en los detalles alargaría mucho una columna que deseo que sea relativamente concisa.
A diferencia de la Guerra Fría, este pulso no trata directamente de sistemas políticos o económicos, sino de la búsqueda de la hegemonía cultural y del control de los recursos. La reorientación hacia la realpolitik [1] se ha impuesto globalmente por sobre consideraciones ideológicas. Por poner un ejemplo cercano: la búsqueda de un sistema energético puramente ecológico, (considerando que el ecologismo forma parte de muchas ideologías occidentales) será inútil si éste se muestra incapaz de abastecer plenamente las necesidades de la población.
China, tras las intensas reformas económicas de los setenta, ha mantenido un crecimiento económico y demográfico que la ha llevado a presentarse como candidato a potencia mundial. Estas aspiraciones han colisionado con el ya establecido liderazgo americano, llegando a mantenerse un conflicto de dos niveles: el público y el privado; el público en la forma de la diplomacia y la economía, esta última habiendo dejado exhaustas ambos países. Entre bambalinas, se ha producido una guerra oculta en la forma de espionaje industrial, continuos ciberataques y filtraciones de información sensible. Sin lugar a dudas, China no se conformará con ser una potencia de segundo orden como en el pasado.
Rusia, guiada por nociones trasnochadas de su historia, busca restablecer su vieja posición como potencia global, en una suerte de recreación del viejo imperio ruso. Sin embargo, y al igual que el imperio ruso, el país adolece de una pobre economía mayormente controlada por oligarcas, una corrupción generalizada y un ejército que, aunque grande y amenazante, se demuestra como ineficaz. Sus intentos de volver a escalar la cima están siendo extraordinariamente caros, mostrando en el proceso pocas dudas al violar el derecho internacional e invadir países soberanos. Eso sí, no se debe ignorar la increíble capacidad de sacrificio del pueblo ruso, el cual pagará lo más duro de las consecuencias de la ineptitud de sus líderes. Para muestra, un botón: en la Segunda Guerra Mundial, el 90% de hombres rusos de entre 18 y 21 años murieron en combate.
Tras observar las dos grandes potencias orientales, miremos occidente brevemente. Después de su indudable victoria en la Guerra Fría, los Estados Unidos ha emprendido una política bastante agresiva de policía global, actuando allí donde los intereses occidentales estaban en juego. La guerra frente al terrorismo islámico ha sido su principal preocupación desde el gran atentado terrorista de 2001 del World Trade Center. La amargamente fallida guerra de Afganistán nos muestra cómo los integristas islámicos están firmemente asentados, y cuentan con un sólido apoyo en Oriente Medio, incluyendo Arabia Saudita, tradicional aliada de Estados Unidos desde finales de la Segunda Guerra Mundial. Con una población cada vez más dividida y radicalizada y con una larga lista de problemas domésticos pendientes, Estados Unidos peligra su posición como potencia hegemónica.
Las torres del WTC poco después del atentado de 2001
Las democracias europeas, por otro lado, se han mostrado excepcionalmente indolentes y pasivas frente a oriente, especialmente Rusia. En occidente ya debían de haber saltado todas las alarmas cuando dicho país invadió Georgia en 2008, que acabó siendo mutilado, más aún debieron de haber saltado con la anexión de la península ucraniana de Crimea en 2014, más poco se hizo y se han de lamentar hoy las consecuencias de lo que ayer se pudo haber previsto. Demasiadas veces los líderes europeos se han dejado dominar por la ideología y la retórica vacía en lugar de los intereses reales de sus ciudadanos, como se puede observar en temas como la política energética, el manejo de la inflación, la inmigración irregular, etc.
Queda un tercer gran grupo por tratar compuesto por países no alineados, los cuales se verán justo en medio del fuego cruzado. Varios países africanos, por ejemplo, amenazan con sufrir grandes hambrunas por la escasez del grano ucraniano y ruso. Sudamérica amenaza con caer en grupo en el populismo radical de izquierdas, de los que Perú y Chile son ejemplo y que recientemente ha alcanzado el poder en Colombia. Quisiera hablar de la India y el sudeste asiático en general, pero desconozco la situación actual como para incluirlos, aunque sin duda son relevantes.
Como conclusión, vuelvo a incidir en la necesidad de adoptar políticas más pragmáticas, buscar unidades y no fomentar divisiones no solo entre partidos, sino en todos los sistemas de gobierno occidentales. Me gustaría recordar al lector una famosa sentencia de Bismarck: "Los grandes problemas de nuestro tiempo no se resolverán con discursos y decisiones tomadas por la mayoría, sino con el hierro y la sangre." Hasta el día de hoy, el mundo ha vivido el que probablemente ha sido el periodo más fecundo y pacífico de la historia de la humanidad, pero los vientos amenazan con cambiar de dirección.
Bismark, el más brillante ejemplo del pragmatismo alemán
1 - Por "Realpolitik" se entiende una actitud política basada en el pragmatismo, es decir, no motivada o atada a razones ideológicas o morales, sino por las circunstanciones e intereses de la nación.
Cómo citar este artículo: CÁNOVAS, SERGIO. (2022). El pulso Oriente-Occidente. Numinis Revista de Filosofía, Año 1, 2022, (CD1). http://www.numinisrevista.com/2022/07/el-pulso-oriente-occidente.html
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Maravillosa aproximación a la reciente configuración política internacional
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