

La
irrupción acelerada de la Inteligencia Artificial (IA) en pleno siglo XXI no
solo está revolucionando la economía y la ciencia, sino que también esta confrontando
a la filosofía con una crisis de legitimidad existencial.
Desde
sus orígenes, la filosofía ha operado bajo el supuesto axiomático de la
singularidad del logos humano como fuente primordial de verdad y moral. Hoy,
sistemas algorítmicos capaces de generar conocimiento, simular creatividad y
tomar decisiones complejas desafían el monopolio de la razón humana y nos
remite a plantearnos la pregunta ineludible: ¿es la IA el heraldo del fin de la
filosofía tradicional? Este debate podemos hoy articularlo en torno a dos
pilares fundamentales: la obsolescencia epistemológica y la redefinición ética.
En
el plano de la teoría del conocimiento, la IA generativa y los modelos de
lenguaje a gran escala han erosionado la distinción cartesiana entre la mente y
la máquina. Si el acto de razonar, de establecer conexiones lógicas e incluso
de crear narrativas coherentes puede ser replicado, e incluso superado en
velocidad y escala, por un artefacto, entonces el estatus privilegiado de la
conciencia humana como objeto de estudio se diluye. Tal como lo ha señalado
Floridi (2020), la IA no es solo una herramienta, sino una fuerza ambiental que
"ontológicamente contamina" la esfera humana, obligando a reevaluar
qué significa ser un agente epistémico.
La
filosofía, históricamente dedicada a la búsqueda de la verdad a través del
análisis conceptual, se encuentra ante una realidad donde la verdad operativa
es cada vez más una función de la eficiencia computacional que de la deducción
trascendental.
En
la esfera práctica, la amenaza se torna en transformación radical del dominio
ético. La IA asume roles en la sanidad, la justicia penal y la gobernanza
(Innerarity, 2021), llevando la deliberación moral más allá de la intención
humana. La ética filosófica, centrada en la autonomía y la responsabilidad
individual, se ve interpelada por la necesidad de una "ética
algorítmica" que se ocupa no solo de las decisiones humanas, sino del
diseño y la gobernanza de sistemas autónomos. Preguntas sobre el sesgo de los
datos, la rendición de cuentas de los sistemas opacos y la alineación de
valores (Bostrom, 2014) son intrínsecamente filosóficas, pero requieren
herramientas y marcos conceptuales que trascienden los límites de la ética
normativa clásica. El valor de la filosofía, por lo tanto, no reside en
competir con la capacidad predictiva o productiva de la IA, sino en dirigir el
marco axiológico de su desarrollo. Si bien el fin de la filosofía como disciplina
hegemónica es plausible, su metamorfosis como metadisciplina, encargada de
auditar, conceptualizar y guiar el devenir de la tecnología, se vuelve vital.
La filosofía no muere, sino que se recalibra para afrontar su último y quizás
más importante desafío: asegurar que la inteligencia que hemos creado
permanezca al servicio de los fines humanos.
Numar González Alvarado
¿El Crepúsculo del Racionalismo? ¿Qué le Toca Hacer a
la Filosofía ante el Desafío de la Inteligencia Artificial?
Referencias
BOSTROM,
NICK. (2014). Superinteligencia:
Caminos, Peligros, Estrategias. Oxford University Press.
FLORIDI, LUCIANO. (2020). The
ethics of artificial intelligence: An introduction. Oxford
University Press.
INNERARITY,
DANIEL. (2021). La Sociedad del Desconocimiento. Galaxia Gutenberg.
Como
citar este artículo: GONZÁLEZ ALVARADO, NUMAR.
(2025). ¿El Crepúsculo del Racionalismo? ¿Qué le Toca Hacer a la Filosofía ante el Desafío de la Inteligencia
Artificial?, Época I, Año 3, (CJ18). ISSN ed. electrónica: 2952-4105.




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