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Filosofía y Literatura: Sobre materia y forma

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Filosofía y Literatura:

Sobre materia y forma

 

Ayoze González Padilla

Instituto de Filosofía-CSIC


Actualmente, a mis cincuentaidós años recién cumplidos, considero que la literatura es el mejor modo de hacer filosofía. He leído mucho ensayo en mi vida y me encanta hacerlo, pero he llegado a la conclusión de que la literatura (la narración, el cuento, la novela) me permite explicar mejor aquello de filosófico que puedan tener mis ideas. Todo está relacionado con otra conclusión a la que llegué hace cuatro o cinco años: «Una historia verídica no es posible sino en la más estricta ficción» (Michael Thallium, 2024a, p. 129).

 

La relación entre filosofía y literatura es de algún modo intrínseca al pensamiento filosófico y a la literatura misma. Hacer filosofía requiere una observación de la realidad que solo es posible si tras la mirada pensante aquello que termina convirtiéndose en texto se articula mediante una narración, que, por esencia, es ficcional. Así, la literatura surge desde un pensamiento que no solo es filosófico, sino que también puede ser psicológico, antropológico, estético…, y la filosofía, si bien es la expresión misma del amor por la sabiduría, el conocimiento que desprende lo moldea a través de un lenguaje que se expresa en forma de prosa, poesía y narración, entre otras tantas manifestaciones filosófico-literarias existentes.

La complejidad de hacer filosofía y literatura no radica únicamente en el uso del lenguaje, sino en la verosimilitud que se es posible articular. La ficción no es una forma irreal de pensar el presente, sino una concreción de una realidad particular que una vez escrita, termina siendo compartida. En esa red de manos que se teje cuando un texto ficcional es compartido, emerge una incertidumbre aún mayor, que no es más que el ser conscientes de que quizás esa irrealidad no era más que la plasmación de lo realmente verídico. Es ahí cuando las fronteras construidas entre lo filosófico y lo literario se derriban, haciéndonos conscientes de que, a fin de cuentas, lo que queda plasmado en forma de obra no es más que un reflejo de lo que es el mundo: una extensión físico-temporal que posibilitan el surgimiento del ser. Y el ser es, en esencia, una convergencia entre lo narrativo y lo posible. El ser es proceso y realidad.

Pensar filosóficamente implica una manera de dirigir la mirada que está atravesada por categorías, ideas, autores, precomprensiones del mundo… los cuales orbitan por la mente en forma de susurro que guían y dirigen al pensamiento, de tal modo que lo orienta hacia algún lugar, aunque a veces las ideas simplemente aparecen, y sin darnos cuenta, dejan de estar. Así, solo aquellas ideas que persisten son las que terminan afianzándose en nuestra mente, convirtiéndose en parte integrante de lo que somos. Pensar filosóficamente es pensar a través de, resistir la mirada y solo al final dejar emerger el concepto, una concreción racional de eso que ha pasado por un proceso que va desde el inconsciente hasta la presencia compartida.

Pensar literariamente es dirigir la mirada hacia una realidad que también está atravesada, en este caso por texto, por narraciones, por conceptos… por ideas que ya han sido expresadas o que quieren serlo, y que al sumergirnos en ellas lo hacemos con categorías que se dirigen hacia la comprensión de un mundo textualizado, lingüístico. De este modo, quizás la diferencia entre un pensamiento filosófico y otro literario radique en que, con el primero aprehendemos el concepto y con el segundo, lo desprendemos. Luego, la filosofía y la literatura son dos maneras de concebir el mundo más allá de la evidencia y la resignación. Además, tal y como señala José María Valverde:

…el pensar no existe sin el lenguaje, en unas palabras y una gramática que alguien usa en un momento dado. Darse cuenta de ello, para el escritor, y peor aún para el filósofo, es perder la inocencia, la ingenuidad, para quedar desde entonces obseso a la vez humillado y divertido por el mecanismo y la gracia del hablar. Es un peligro patológico, en cuyo extremo Roland Barthes llega a decir: «Escribir es un verbo intransitivo» (1990, p. IX).

Sin embargo, desde el ámbito de la poesía, en donde el sentimiento precede al pensamiento, nos encontramos ante una dimensión algo diferente en el sentido de que, es precisamente el lenguaje, lo que dificulta plasmar aquello que está más allá de él. Es por ello que, como bien señala Sartre: «El poeta está fuera del lenguaje, ve las palabras al revés, como si no perteneciera a la condición humana y, viniendo hacia los hombres encontrará en primer lugar la palabra como una barrera» (1957, p. 48).

Un pequeño poema de la poeta canaria Josefina de la Torre (1989, p. 53) dice lo siguiente:

Mis dolores se escondían

en el fondo de mi alma.

Eran tantos, tan pequeños,

que casi no me molestaban.

 

Los guardaba con amor

en el fondo de mi alma.

¿De qué manera podemos acercarnos al citado poema tratando de diferenciar una lectura filosófica de otra literaria? Tal vez podamos realizar una primera aproximación en la que, desde una perspectiva filosófica, nos preguntemos si, por ejemplo, cuando la autora dice: Mis dolores se escondían | en el fondo de mi alma, se trata de una concepción del mundo —como podría ser una visión nihilista—, o si, por el contrario, alude a una existencia resignada, más cercana al pesimismo. La primera sugeriría una desgana existencial, lo cual no parece reflejarse en el poema. La segunda, en cambio, podría estar sostenida en anhelos y secretos acumulados a lo largo del tiempo, de los cuales no quiere desprenderse. En realidad, parece hablarnos de su yo interior, de esa zona inaccesible a los demás, donde el silencio se convierte en custodia y, por eso mismo, decide guardar con amor esos pequeños dolores del alma, como si resultara más valioso preservarlos que dejarlos escapar y dejar de sentir. Nos encontramos, por tanto, con un pensamiento maduro, donde se refleja una resignación, pero también una esperanza de seguir viviendo con amor. Así, la pregunta filosófica que se encuentra detrás del poema podría ser: ¿quién soy yo?

Desde una perspectiva literaria, lo primero que debemos tener en cuenta es la construcción del poema sobre versos de arte menor, predominantemente octosílabos, enraizados en la lírica popular. Esto nos permite comprender no solo la forma, sino también el trasfondo histórico y cultural, sin olvidar que se trata de un poema escrito por una mujer en el siglo XX. La repetición del verso en el fondo de mi alma no solo aporta musicalidad, sino que enmarca el texto en una estructura circular que refuerza el tema del recogimiento interior, esa mezcla de esperanza y dolor. Asimismo, la expresión tantos, tan pequeños introduce un contraste que intensifica la sensación de una pena múltiple pero contenida, mientras que la paradoja de guardarlos con amor convierte el dolor en algo íntimamente asumido, inseparable de la propia identidad. Sin embargo, como ya hemos señalado, hay también una mirada hacia el futuro, hacia la posibilidad de seguir adelante. Tanto es así que el poema evoca un tiempo pasado, teñido de nostalgia, que contribuye a reforzar la ambigüedad entre el dolor y la superación de la pena.

De este modo, podemos ver cómo, desde la filosofía, nos dirigimos hacia los conceptos, o al menos podemos acercarnos al poema a través de ellos, mientras que, desde la literatura, nos orientamos hacia la forma, la cual nos permite escudriñar los aspectos más relevantes del conjunto del poema y, al mismo tiempo, reconocer que ambas dimensiones pueden revelarse como intercambiables. Así, materia y forma son dos aspectos consustanciales tanto a la filosofía como a la literatura, siendo la intención del autor al concebir un texto, y su posterior interpretación, lo que marca las diferencias.

Es por ello que una filosofía de la literatura consiste en aplicar los presupuestos filosóficos desde los que se parte al analizar un texto, ya sea filosófico o literario, mientras que un pensamiento literario tiene que ver con la aproximación a los textos desde una perspectiva estética y simbólica, atenta al modo en que la forma configura el sentido. Ambas —filosofía y literatura— constituyen dimensiones de una misma realidad: la articulación de una idea que, a partir de un concepto, da forma a una obra; es decir, dota de sentido y propósito a esa idea. No obstante, «una obra de arte literaria no es un objeto simple, sino más bien una organización sumamente compleja, compuesta de estratos y dotada de múltiples sentidos y relaciones» (Wellek & Warren, 1969, p. 33). De ahí que cualquier concepción dualista no sea más que un punto de partida, una primera aproximación que debe completarse con otros aspectos más complejos de la obra, como su modo de ser, sus múltiples ramificaciones y todo el entramado que, por sí mismo, hace de una obra algo que está más allá del propio autor.

Por otro lado, es importante tener en cuenta que:

Como cualquier otra forma de arte, la poesía no es una narración de anécdotas, sino una expresión de experiencias, casi siempre, las más íntimas. Un ejercicio que necesita tanto de alguien que se determine a escribir como de alguien que necesite leer, porque solo cuando das algo a la poesía, ella devuelve. Se hace muy evidente entonces que la poesía es irremediablemente íntima, a pesar de que en ella haya un aspecto colectivo, el poeta se expone y revela lo que está oculto; el poeta es aquel que necesita la poesía. De la misma forma, el lector no lee con ojos inocentes, sino que encuentra sus propias vivencias expresadas al hacer los versos suyos, encontrándose en la lectura (Rodríguez, 2024, p. 20).

Así, en esa intersección entre la determinación del que escribe y la necesidad del que lee podemos establecer quizás el vínculo bidireccional entre la filosofía y la literatura, ya que ambas son forma de expresión, y al mismo tiempo, materia de reconocimiento.

Como ya adelantábamos, otro aspecto importante a tener en cuenta en la relación entre filosofía y literatura es el lugar desde el que se parte. Es decir, si bien aludíamos hace un momento a las diferencias entre una interpretación filosófica y otra literaria de un texto, también es importante reparar en que no es lo mismo escribir un poema desde la filosofía que desde la literatura. Quizás ambas cosas sean casi lo mismo, pero existen ciertas diferencias que pueden ejemplificarse a continuación.

Veamos el siguiente poema de Héctor Montón:

Tiempo vacío,

previo a toda existencia.

Tiempo sin luz

ni sombra;

sin conocimiento

ni fenómeno. […]

Tiempo vacío,

sin palabra, ni pensamiento,

sin arte, ni cultura,

ni este poema.

Este poema, que aparece recogido en la antología Que nuestras flores no mueran, coordinada por Águeda Rodríguez (2024, pp. 55-57), podría considerarse como un poema filosófico, ya que, el lugar desde el que parte, es decir, la inquietud del autor al escribir el poema es una reflexión sobre el tiempo, o más bien, sobre la posibilidad de su ausencia: sobre la intemporalidad. No se trata por tanto de una expresión lingüística de un sentimiento o de una manifestación personal sobre el propio tiempo del autor, sino de una indagación del pensamiento, de una reflexión sobre una realidad otra. Es un poema que ahonda en el concepto, en lo racional.

En comparación, el siguiente poema de la misma antología citada, escrito por Michael Thallium (p. 58), si bien versa también sobre el tiempo, lo hace de un modo algo distinto:

Mientras recorro el recuerdo de tu rostro

juntando tus ojos, tu nariz y tus labios,

una eternidad transcurre y se me acaba el tiempo.

Tus labios, tu nariz, tus ojos y ese rostro tuyo

se deslíen en el cronómetro del olvido.

En este otro poema se puede observar como la inquietud del autor no radica en una reflexión respecto a la concepción del tiempo, sino en una expresión de su tiempo, de su imposibilidad corpórea para culminar un deseo de amor. Es un anhelo y al mismo tiempo un atisbo de resignación en el que el autor, siendo consciente de una imposibilidad; sin embargo, no renuncia a ella, mas no deja de concebirla en sus pensamientos. Por tanto, es un poema que ahonda en el sentimiento.

Así, la diferencia entre un poema y otro no solo radica en que uno aborda lo general y el otro lo particular, sino en el sentido y propósito desde el que se expresa. El primero tiende hacia el concepto y el segundo hacia la forma, quizás su forma de habitar el tiempo aunque ambas categorías también se hallan en ambos poemas, además de que coinciden en abordar el tiempo desde la imposibilidad. No se trata por tanto de una mera construcción categorial, sino de una manera de concebir una aproximación filosófica a la literatura, de otra que se hace desde la literatura misma. Sobre ello, señala Amado Alonso que:

El poeta no tiene en sí una visión del mundo ordenada en saber racional con su sistema de conocimientos, como los filósofos; ni siquiera necesita una visión totalista del mundo y de la vida, por difusa que sea, sino una visión personal de las cosas adecuadas a este único momento (1969, p. 11).

Por consiguiente, esta dificultad para separar lo conceptual de lo formal, y la necesidad de pensar ambos en el marco del tiempo, abre un cauce hacia otra reflexión que Ingeborg Bachmann expresa del siguiente modo:

Ciertamente, sólo las imágenes están libres del tiempo. El pensar, que se adhiere al tiempo, sucumbe también otra vez al tiempo. Pero porque sucumbe, precisamente por eso, debe ser nuevo nuestro pensamiento si quiere ser auténtico y obrar algo (1990, p. 15).

Aquí la autora refiere a que el pensamiento está condicionado por el tiempo en que se piensa, no siendo la misma realidad el momento presente que la de siglos atrás. El propio tiempo sucumbe a sí mismo, siendo el devenir de cada época el rearme de nuevas formas de pensar. Por ello, es necesario pensar el presente desde el presente, ya que los problemas que nos acucian son distintos a los tiempos ya pasados, aunque hay otros que siempre permanecen. Solo así —es decir, solo teniendo en cuenta el pasado pero sin reducirnos a él— podemos pensar y, con ello, obrar algo que antes no se había obrado: podemos ser auténticos.

Esta distinción tiene que ver con que las relaciones que podamos plantear respecto a la filosofía y a la literatura son concepciones de un momento presente que responden a una mirada, que, si bien tiene en cuenta el pasado, al mismo tiempo trata de dialogar con el ahora. Una manera de comprender las relaciones donde las diferencias no son taxativas ni tampoco tratamos de reducir todo a una misma cosa, sino que, estableciendo ciertas diferencias, al mismo tiempo podamos ser conscientes de que una diferencia no implica una exclusión. A fin de cuentas, las categorías son meras herramientas de comprensión, y del mismo modo que pueden resultar útiles, más útil resulta desprendernos de ellas cuando nos dificultan el juicio.

 

Este texto está incluido en la introducción de Lulaya The Journal: Revista de Filosofía y LiteraturaN. º 1, 2023 (reedición ampliada 2025).



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Puedes consultar el índice de textos aquí: https://www.numinisrevista.com/p/lulaya-journal-1-reedicion-2025.html


Bibliografía

-ALONSO, AMADO. (1969). Materia y forma en poesía. Editorial Gredos.

-DE LA TORRE, JOSEFINA. (1989). Poemas de la isla. Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias.

-INGEBORG BACHMANN. (1990). Problemas de la literatura contemporánea: Conferencias de Francfort. Tecnos.

-RODRÍGUEZ, ÁGUEDA. (2024). Que nuestras flores no mueran: Poemario Digital I. Lulaya Ediciones.

-SARTRE, JEAN-PAUL. (1957). ¿Qué es la literatura? Losada.

-THALLIUM, MICHAEL. (2024a). «El libro sobre la mesa, le abro las alas y vuelo»: Entrevista a Michael Thallium sobre filosofía y literatura. En GONZÁLEZ PADILLA, AYOZE. (Ed.), Filosofía contemporánea: Las formas de la multitud (pp. 125-144). Lulaya Ediciones.

-THALLIUM, MICHAEL. (2024b). Dos años de Numinis con Michael Thallium: En la brega de la vida y la literatura. Lulaya Ediciones.

-VALVERDE, JOSÉ MARÍA. (1990). Introducción. En INGEBORG BACHMANN, Problemas de la literatura contemporánea: Conferencias de Francfort. Tecnos.

-WELLEK, RENÉ & WARREN AUSTIN. (1969). Teoría literaria. Editorial Gredos.

-WHITEHEAD, A. N. (2021). Proceso y realidad. Atalanta. 


Cómo citar este artículo: GONZÁLEZ PADILLA, AYOZE. (2025). Filosofía y Literatura: Sobre materia y forma. Revista Numinis de Filosofía, Época I, Año 3, (AON12). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2025/09/filosofia-y-literatura-sobre-materia-y.html

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