

Vivimos
en una constante aceleración, donde todo lo que queremos ya está deteriorado
por el tiempo que no perdona, vivimos atolondrados por mostrar más allá de lo
que las redes sociales nos imponen como único modelo a seguir. Se está convirtiendo
en un hábito el hecho de vivir para otros y no de vivir para nosotros mismos,
donde alimentamos el ego de quienes nos exigen perfección cuando realmente
somos seres humanos, que nos equivocamos y todos los días podemos levantarnos,
pero esa exigencia muchas veces nubla nuestro juicio, de ahí que es importante detenernos
a pensar sobre nuestra fragilidad humana, pero a la vez de nuestras condiciones
para sobrellevar este bombardeo de la inmediatez, que no solo está enquistado
en las bajas esferas de lo cotidiano, sino que involucra países en incluso ha
invadido a la educación. En pocas palabras, estamos viviendo en una época donde
la razón humana está siendo desplazada por la IA.
De
ahí, la importancia de la reflexión en todos los ámbitos de la vida común, pero
no solo de quienes estudian o ejercen dentro de la filosofía, sino en todos los
agentes que están de alguna manera involucrados en esos menesteres. No obstante,
pensar en tiempos de la IA resulta revolucionario, porque caminas contra la
corriente, haces caso omiso a las insinuaciones emocionales de las redes, no le
prestas la debida atención para no caer en el chantajismo emocional que hoy impera
en nuestra sociedad, donde cada vez el compromiso a largo plazo se ve como una
fatalidad. Ahora bien, frente a esas manifestaciones es necesario tener el
control de la situación, detenernos a pensar y reflexionar, aunque resulte
peligroso, para los demás, pero no para quienes estamos convencidos de que la reflexión
es una forma de repensar nuestra cotidianeidad.
Pensar implica un acto de valentía, de decirle
al sistema que no queremos que nos manipulen con sus mensajes subliminales, que
lo único que hacen es generar adicción a las pantallas. Los actores educativos
están llamados a contrarrestar este efecto en los niños y jóvenes quienes día a
día están sometidos irremediablemente a este tipo de sistema de manipulación subliminal,
que acorta la posibilidad de pensar con criterios claros, en otras palabras, no
despierta el pensamiento crítico, porque pensar de esa manera iría en contra de
lo que el sistema imperante predica, donde las personas tengan una obediencia
ciega, sin crítica y mucho menos sin conciencia. Cabe resaltar que, al estar
constantemente bombardeados por la IA en todos sus elementos que la conforman,
cada vez aparecemos más desarmados y manipulados por quienes están detrás de la
construcción de esos elementos del lenguaje.
Precisamente
esos mismos modelos entrenados del lenguaje artificial se intensifica a medida
que vamos dejando huella virtual en las redes, huellas que difícilmente se
podrían borrar de los servidores dado que están entrenados para captar nuestros
datos y usarlos a conveniencia en contra nuestra, mostrando muchas veces
nuestras preferencias como si no tuviéramos más salida que escoger lo que se
nos presenta en la gran ventana virtual, donde somos mostrados como objetos de
venta ante un público que únicamente se alimenta de su ego y por ende nosotros
solo somos conejillos de indias que sirven a su propósito que no es otra cosa que
el robo sistemático de nuestra libertad.
Vladimir Sosa Sánchez




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