

Seco de ideas
Lo abro y leo: «Sean cuales sean las herramientas que uses para crear, el verdadero instrumento eres tú. Y a través de ti el universo que nos envuelve se va definiendo». El libro es de Rick Rubin. Me lo regaló hace tiempo Ángela Luq. Y ahí ha estado todo este tiempo, en la estantería. Lo he ojeado alguna vez y empecé a leerlo, pero hacía muchos meses que permanecía cerrado —tengo la manía insana de no leer traducciones— con la cinta de registro marcando la página 41. Se titula El acto de crear. Una manera de ser. Hoy volví a abrirlo como último recurso. Avanzo mínimamente en la lectura: «Lo que creamos nos permite compartir atisbos de un paisaje interno que supera la comprensión. El arte es nuestro portal al mundo de lo invisible». Llevo demasiado tiempo estancado, con el seso y el sexo secos. Metafóricamente, claro, que si hay algo que caracteriza al cerebro y al sexo es la humedad. Son húmedos; si no, estás muerto.
Hace un par de días conversé también con Ayoze G. Padilla —un filósofo hiperactivo— sobre un proyecto literario que nos traemos entre manos. Le confesé que había avanzado muy poco, por no decir nada. También le pregunté si tenía alguna sugerencia que hacerme para la columna en Numinis de este viernes —hoy—, algún tema del que tratar. Filosofía y linguística, propuso. Lo ponderé, pero lo descarté, porque mi ánimo se deslizaba por el abanico que se abre desde el hastío hasta el enojo —¡putos políticos putos!—… y con la sensación de estar seco de ideas, buscando cualquier pretexto para no sentarme a escribir: caminar hasta el Café Mansilla con la excusa de ver gente o conversar con desconocidos, visitar TuuuLibrería en busca de un libro que realmente no busco, para hablar con la librera… Andulear por andulear, para conectar con a saber quién o qué.
Entonces me acuerdo de la compositora Ángela Luq y del libro que me regaló. A ella, supongo, también le deben de dar crisis creativas —por alguna razón me regalaría el libro, digo yo— y, luego, cuando se pone en modo compositora desaparece del mapa y deja de ver la luz del día durante días o semanas, quizás meses. Me la imagino ahí, metida en el estudio —si fuera hombre, seguro que con barba de varios días, en pijama, sin ducharse, con el pelo graso y estropajoso, en olor de humanidad solitaria, sobaco puro, olvidándose de comer, sin responder al teléfono—, compone que te compone, asomando la cabeza quizás por algún ventanuco para que la luz del día le deslumbre los ojos como al topo que asoma la cabeza por la madriguera. Topo con gafas, por cierto. Sigo leyendo: «No es inusual que la ciencia alcance al arte, con el tiempo. Tampoco es inusual que el arte alcance a lo espiritual». Dice Rick Rubin que el material que necesitamos para nuestro trabajo se encuentra en todos lados: en las conversaciones, en la naturaleza, en los encuentros casuales, en las obras de arte: «Una parte importante del trabajo de un artista consiste en descifrar esas señales».
Me siento a escribir en busca de lo que percibo y nadie más ve. Una sonrisa amable con la que uno quisiera mezclarse, fundirse, el sabor de una infusión en algún café con el sonido de un piano de fondo, la melodía que te emociona mientras conduces solo por la carretera, lágrimas que resbalan solitarias sin sentido ni tristeza. Voy escribiendo letra a letra, palabra a palabra, un renglón tras otro. Surge un párrafo y después otro… Y al final nace este texto. Que nadie se lleve a engaño. No he conseguido descifrar señal alguna. Soy yo mismo, sí, y aquí sigo seco de ideas.
Michael Thallium
Seco de ideas
Cómo citar este artículo: THALLIUM, MICHAEL. (2025). Seco de ideas. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 3, (CV131). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2025/09/seco-de-ideas.html




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