

Cuando
nos referimos a la filosofía, por lo general pensamos que es una actividad
cerrada e intransigente y es verdad, muchas veces la filosofía se convierte en
un acto meramente sellado frente a otras posibilidades, que no acepta más
verdad que aquella que es planteada por ella misma y se queda solo en la
teoría, dejando a un lado el aspecto práctico de la misma, y es que la
filosofía fue concebida para desarrollarse en la cotidianeidad, ahí donde las
personas de a pie puedan disfrutar del conocimiento, teniendo la posibilidad de
pensar junto a quienes tienen los mismos intereses en el acto del filosofar
desde la reflexión. En tal sentido, el filósofo no necesariamente debe ser una
persona hermética, por el contrario, se debe caracterizar por ser una persona
empática frente al desconsuelo del conocimiento de sus semejantes, llevando el
conocimiento a su máxima expresión de transmisión, pero no de forma
verticalista, sino horizontal, donde también pueda tener la apertura de
aprender de quien piensa que no le podrá enseñar.
Al
igual que la filosofía, la literatura cumple una función elemental dentro del
conocimiento, pero no con la rigidez con que trata la filosofía, sino con
aquella libertad de la que está hecha la literatura. Y es que la literatura es
la manifestación de la sensibilidad humana, que se muestra a través de sus
diversos géneros literarios. Hacer literatura implica no solo tener
sensibilidad, sino también estar dotado de esa fascinación por arriesgarse a
escribir frente a una sociedad que cada vez lee menos. Sin embargo, las
verdaderas lecturas son aquellas que encontramos en nuestro quehacer cotidiano.
Ahora bien, dentro de la literatura podemos encontrar diversas formas de
manifestar esa misma belleza, pero la más sublime de todas es la poesía, porque
a través de ella no solo se pueden expresar las distintas formas de emociones,
sino que el amor mismo se puede dibujar a través de la escritura.
Sin
embargo, entre la filosofía y la literatura siempre ha habido un inevitable
coqueteo, entre la razón y la emoción. Ahora bien, si lo llevamos al plano personal,
se puede decir que, a veces puede llegar una persona que te desdibuja todo tu
sendero, reescribe a través de sus palabras todo aquello que considerabas como
un hecho absoluto, esta persona se convierte en parte de ti, frente a todo aquello
que se considera único, porque ella es única, no hay nadie como ella, es pura
poesía, pero no es una idea, es la literatura hecha mujer, con un corazón que también
ama, es sensible, llevando en su ser aquella impronta que te hace salir de ti
mismo. Podemos materializar a la literatura en una persona que tiene la
capacidad de mover todo nuestro ser y hasta poner en duda todos nuestros
pensamientos e ideas, y eso es muy bueno, porque ella apareció de la nada. Considero que, tanto la filosofía como la literatura son
esenciales para la vida humana, dado que forman parte del conjunto de las
humanidades, son a través de ellas que podemos transportarnos hacia mundos
diferentes o ideas que nos llenan y cuestionan.
De
ahí que, la filosofía y literatura eres tú, sí, tú que lees estás
líneas, porque no existen ideas más allá de las que se tambalean en mi memoria, no
hay más poesía que se desprende de tu ser, de donde emana todo lo bueno, y eres como un rayo inmaculado
que permite que las cosas sean en sí, y no de otro modo. Que a través de la
literatura pueda encontrar ese consuelo que, a pesar de nuestra distancia estás
ahí presente, en nuestros diálogos, en mi memoria, no como una idea, sino como una persona concreta, cuya belleza supera hasta el poema más hermoso; en ese sentido, llegar a ti es como escalar el Himalaya, es tan difícil subir, pero al llegar a la cima te puedes dar cuenta la hermosura de vista que se puede ver desde ahí.
Vladimir Sosa
Sánchez




Esta revista está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional
No hay comentarios:
Publicar un comentario