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Porque Leer te Lleva a Pensar y Pensar Resulta Peligroso

 

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Porque Leer te Lleva a Pensar y Pensar Resulta Peligroso

Leo —y al leer— me desubico. Una frase me desarma la costumbre, un poema me mueve los muebles de la mente, una novela me instala una sospecha. Leer no es un pasatiempo inocente: es un ejercicio del pensar. Y el pensar, cuando es de veras, compromete. Por eso tantos poderes prefieren el ruido al silencio y el resumen a la página: porque leer te empuja a pensar y pensar, como advirtió Hannah Arendt, “es peligroso” (Arendt, 1981, p. 176). No porque haga estallar edificios, sino porque resquebraja certezas, dogmas, obediencias.

No llego a esta convicción desde una cátedra, sino desde la experiencia íntima: cada vez que un libro me atrapa, siento primero el vértigo y luego la responsabilidad. Paulo Freire lo enunció con claridad desarmante: “la lectura del mundo precede a la lectura de la palabra”, y leer bien es continuar esa ida y vuelta entre mundo y palabra, hasta transformarlo (Freire, 1991). Si leer es ese movimiento, entonces pensar es su musculatura: interpretar, contrastar, sospechar, decidir. Todo lo que la rutina automática prefiere adormecer.

La cultura popular lo sabe. En Fahrenheit 451, Ray Bradbury imagina un mundo que quema libros no por capricho, sino por miedo a su potencia disolvente: los libros abren posibilidades, y las posibilidades abren conflictos (Bradbury, 2012). La ficción, aquí, señala una verdad sociopolítica tangible: cuando la lectura incubó preguntas incómodas, casi siempre surgieron intentos de “gestionar” qué se puede leer. Hoy, en pleno siglo XXI, esa aversión al libro incómodo no es sólo metáfora: organizaciones como PEN América documentan más de diez mil casos de prohibiciones de libros en escuelas públicas de EE. UU. en el curso 2023–2024 (PEN América, 2024). Los títulos vetados suelen narrar vidas de personas racializadas y de la comunidad LGBTQ+, es decir, amplían el repertorio de lo pensable. La censura, entonces, no es un gesto moralizante sino una táctica contra el pensamiento crítico: si no lees, no piensas; si no piensas, obedeces. (Véanse también reportajes recientes que resumen ese patrón).

Pensar es peligroso, insiste Arendt, porque “no reconoce límites” frente a credos y opiniones, incluso los propios (Arendt, 1981, p. 176; 1971). Ese “peligro” no equivale a nihilismo —advirtió ella misma—, sino a la posibilidad de revisar, enjuiciar y rehacer juicios. El lector que piensa no se vuelve cínico por deporte: aprende a sostener y, si es preciso, a rectificar. De ahí que el aula que se toma en serio la lectura suela parecer menos cómoda: bell hooks habló de pedagogías que “descolocan” porque nos entrenan a mirar el mundo con criterios de raza, clase y género, y ese mirar duele (hooks, 1994). Dolor y lucidez forman parte del mismo gimnasio.

Pero el peligro no es sólo para “los de arriba”: también acecha a nuestra propia complacencia. Leer me obliga a salirme del guion que confirma mis prejuicios, a aceptar que un ensayo me contradiga, que una novela me muestre una vida que yo no podría haber imaginado. Maryanne Wolf advierte que la lectura profunda —en un ecosistema cada vez más digital, con estímulos fragmentarios— es precisamente el antídoto que preserva capacidades de análisis, empatía y reflexión sostenida (Wolf, 2018). Si esas capacidades se atrofian, no es que el pensar deje de ser peligroso: es que nos volvemos peligrosamente pensadores perezosos, presa fácil de consignas y desinformación. De ahí el énfasis de UNESCO en la alfabetización mediática e informacional como competencia ciudadana para discernir y participar críticamente (UNESCO, 2023; 2024).

Freire me recuerda otra dimensión: leer es praxis. No basta con “entender” el texto; hay que volver al mundo con esa comprensión y reescribirlo, aunque sea un poco (Freire, 1991). Esa traducción de lectura a acción explica por qué pensar asusta: porque salir del consenso tiene costos. Arendt lo formula sin romanticismo: pensar es “arriesgado” no tanto para la integridad física como para la carrera, la pertenencia, las lealtades (Arendt, 1971). El pensamiento es una especie de desobediencia civil interna. Fernando Savater, por su parte, ha celebrado ese “riesgo de pensar” como el reverso del “gozo de leer” (Savater, 2013). Gozo y riesgo: una ecuación honesta.

He experimentado ese binomio cada vez que un libro me hizo revisar una opinión cómoda. Uno entra al texto buscando confirmación y sale con preguntas nuevas; entra por entretenimiento y sale con una inquietud que no se deja domesticar. La lectura, entonces, no nos “dice qué pensar” —eso sería propaganda— sino que nos confiere el hábito de pensar cómo pensamos. Y ahí, justamente, reside su peligrosidad: alguien que detecta falacias, que compara fuentes, que reconoce marcos, que escucha voces silenciadas, es alguien menos gobernable por el miedo o la simplificación.

¿Significa esto que leer nos vuelve automáticamente mejores? No. Arendt lo sabía: el pensar necesita juicio; la inteligencia sin criterio puede ser servil de ideologías. Por eso el ecosistema importa: programas públicos de lectura, escuelas que enseñen a argumentar, bibliotecas vivas, políticas contra la censura. No se trata de romantizar el libro como fetiche, sino de defender las condiciones para que la lectura sea un hábito social y no un lujo. Cuando el espacio público cuida ese ecosistema, la peligrosidad del pensar se vuelve fecunda: incomoda, sí, pero hacia el lado de la deliberación democrática, no del dogma.

Vuelvo al comienzo: leo y me desubico. A veces duele, a veces enfada, a veces encanta. Pero siempre, si el libro vale la pena y yo me dejo afectar, me obliga a pensar. Y pensar, en tiempos de slogans, es subversivo. Prefiero ese riesgo. Es el precio —y el privilegio— de una vida intelectual que no se conforma con repetir.


Bibliografía

-ARENDT, HANNAH. (1971). Thinking and moral considerations: A lecture. Social Research, 38(3), 417–446. https://cooperative-individualism.org/arendt-hannah_thinking-and-moral-considerations-1971-autumn.pdf

-ARENDT, HANNAH. (1981). The life of the mind (M. McCarthy, Ed.). Harcourt. (Cita consultada en Goethe-Institut, p. 176). https://www.goethe.de/ins/ca/en/kul/ges/tid.html

-BRADBURY, RAY. (2012). Fahrenheit 451 (60th Anniversary ed.). Simon & Schuster.

-HOOKS, BELL. (1994). Teaching to transgress: Education as the practice of freedom. Routledge.

-PEN AMERICA. (2024). Index of School Book Bans, 2023–2024. https://pen.org/book-bans/pen-america-index-of-school-book-bans-2023-2024/

-SAVATER, FERNANDO. (2013). Figuraciones mías: Sobre el gozo de leer y el riesgo de pensar. Ariel.

-UNESCO. (2023). Media and Information Literacy Curriculum for Educators and Learners (Module 1). https://www.unesco.org/mil4teachers/sites/default/files/medias/fichiers/2023/10/Modules_1_MIL_CURRICULUM.pdf

-UNESCO. (2024). Media and Information Literacy [Página de programa]. https://www.unesco.org/en/media-information-literacy

-WOLF, MARYANNE. (2018). Reader, come home: The reading brain in a digital world. Harper. https://www.maryannewolf.com/reader-come-home

-FREIRE, PAULO. (1991). La importancia de leer y el proceso de liberación. Siglo XXI Editores.


Numar González Alvarado 

Porque Leer te Lleva a Pensar y Pensar Resulta Peligroso

  

Como citar este artículo: GONZÁLEZ ALVARADO, NUMAR. (2025). Como Perdemos de la Individualidad en la Sociedad Contemporánea: Porque Leer te Lleva a Pensar y Pensar Resulta Peligroso. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 3, (CJ14). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2025/08/porque-leer-te-lleva-pensar-y-pensar.html

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